martes, 30 de agosto de 2011

NIDO FAMILIAR (1979)


Nido Okupa

Nido familiar es el primer largometraje realizado por director húngaro Béla Tarr. Un film con un presupuesto mínimo y actores no profesionales para darle mayor verismo a la historia que nos quiere contar. Su propuesta amateur entronca con la temática realista de aquellos directores de lo años 60 y 70 en los países comunistas de la Europa del Este.

Béla Tar consigue introducirnos en las vicisitudes de una familia húngara con una cercanía que nos agobia, y lo hace gracias a su forma de rodar: cámara en mano, improvisación por parte de los personajes, primeros planos, apariencia realista de falso documental…

Este drama familiar nos incomoda ya que nos introduce en esas cuatro paredes que nos oprimen, donde esta familia expone sus problemas individuales sin ningún pudor. Personajes desagradables pero que son reconocibles al comprobar que en la vida real hay personas de semejante ralea: el padre, machista hasta la médula, es un personaje despreciable y Béla Tarr lo muestra como es, ser miserable donde los haya.

Pero el film es una crítica al sistema socialista, con una burocracia que impide a las personas tener una vivienda digna. Sistema desalmado y que fractura las relaciones humanas y familiares, donde los individuos no pueden desarrollarse como personas ni aspirar a lograr sus más íntimos deseos. El Estado impone su autoridad de forma perversa representado en el film en la figura del padre con su carácter despótico, y en los personajes masculinos con una absoluta falta de personalidad y madurez.

El director consigue acercarnos a este “Nido Okupa” donde las tensiones se muestran en toda su intensidad. Película que está lejos de los film posteriores del autor, más metafísicos. No da concesiones al espectador por eso no es un film fácil de ver, pero es necesario su visionado ya nos introduce en una realidad socio-política que era desconocida en aquellos años para los ciudadanos de otros países que no vivían tras el Telón de Acero.

¿Hay esperanza en la historia que se nos cuenta?, ¿continuará todo igual?. La verdad es que la tristeza de la reflexiones finales de estos pobres seres superados por las circunstancias nos conmueven y nos dan una clara respuesta.



LA CONDENA (1988)


BELA TARR, UN FILÓSOFO TRAS LA CÁMARA

Según el director “después del Antiguo Testamento no hay historias nuevas (…) por lo tanto, el argumento es sólo una parte de la película junto a otros elementos como el tempo, el ritmo, los sonidos, la música (…) la gran cuestión es cómo se plasma la historia”. Las películas de Bela Tarr tienen mucha enjundia y es un interesante ejercicio profundizar en el microcosmos de estas almas errante. Hay que ir más allá de los fascinantes planos secuencia (a veces asocio las películas de este director a los cuadros del pintor Chirico; sobre todo evoco su período metafísico con imágenes y atmósferas desoladoras y las asimilo a las escenas minimalistas y oníricas de las películas de B. Tarr). Sí, se ha escrito mucho sobre su puesta en escena en todas su películas, sus planos secuencia, su luz y su contraluz, el tiempo y el espacio, su sentido marcadamente narrativo, etc.... Todo ello sirve a un fin, crear esa melancolía que se aprecia en el film pero sin caer en contenidos simbólicos (para Bela Tarr "sólo se puede registrar las cosas reales").

"La condena", al igual que sus realizaciones posteriores, profundiza claramente en la condición humana. En esta historia nos muestra a un personaje solitario, taciturno y de alma plomiza como el cielo que aparece en al película. Y ahí reside el mundo del director Húngaro: fascinado por la forma estética pero mostrándonos unos seres que cargan una culpa por el simple hecho de ser humanos; infinita tristeza en un mundo sin sentido. Todo ello contado con una belleza estilizada y arrebatadora donde la música, las condiciones climáticas, el sonido, hasta los hieráticos edificios, nos transmiten el estado de ánimo de cada personaje.

El fluir de la existencia, los amores no correspondidos, los anhelos, los fracasos vitales marca todo el film; para muestra un botón: “Créeme, no hay nada como encontrarse mutuamente cuando hay música que reconforta el corazón. Dos manos que se cogen, un pie siente donde pisará el otro. Y le sigue, sin importar dónde le guíe el otro. Porque se cree que cada giro y vaivén será como volar a partir de ahora. Quién sabe. Quizá es volar.”

¿No es el deseo de todos nosotros por lo menos una vez en la vida?


LA INFANCIA DE IVAN (1962)

LOS NIÑOS DE LA GUERRA

Los niños rusos, ucranianos y bielorrusos sufrieron en toda su intensidad la política de guerra quemada durante la II Guerra Mundial. Conflicto que fue especialmente cruento en el frente oriental donde se enfrentaban dos concepciones antagónicas pero que no dejaban de ser dos caras de una misma moneda; la falta de libertad del ser humano sujeto a los rigores de estados autoritarios. Niños con una infancia destrozada debido a la sin razón y la barbarie. La tímida apertura del régimen soviético a finales de los años 50 y principios de los 60 permitió plantear sucesos que había ocurrido durante la guerra, como la utilización de niños con fines militares..

Estos acontecimientos y el cuento "Iván" de Vladimir Bogomolov son la base para la primera película de Andrey Tarkovski. Muestra sabiamente el cambio que se produce en los ojos de un niño al perder su inocencia frente a la muerte y destrucción que cercenó la infancia del joven Iván. La película expone dos realidades contrapuestas: la visiones oníricas y poéticas de gran belleza visual a través de las ensoñaciones y recuerdos de Iván; la cruda realidad de la guerra que le obligará a madurar y que marcaran su destino trágico.

Porque Iván exterioriza su sufrimiento mostrando una gran tensión emocional. Según Tarkovski: “De hecho todos aquellos atributos de la niñez se habían ido irrecuperablemente de su vida, y lo único que, como un regalo didáctico de la guerra, había adquirido en lugar de lo que le habría pertenecido, se había concentrado y tensado en él hasta el extremo”. Por que esa infancia mutilada hace que estos niños lleguen a ser hombres sin haber sido niños y de ahí la dureza expresiva del rostro de Iván.

Las características que aparecerán en posteriores trabajos ya se aprecian en este film: el agua como elemento espiritual de ser humano, la naturaleza y su fuerza vital, las reflexiones sobre la vida, la realidad y los sueños.

Y Trakosky esculpe el tiempo con imágenes que retenemos en la memoria: el beso entre los abedules congelado en el tiempo es prodigioso y no se necesita decir más, pura emoción. Tarkovsky asegura: “En el cine no hay que explicar nada, sino remover directamente los sentimientos del espectador. Cuando la emoción se despierta, arrastra consigo a los pensamientos. En eso tenemos que aprender mucho de la poesía que, con muy pocas palabras, transmite una gran riqueza de contenidos emocionales.”

Película antibelicista y de gran belleza formal que nos recuerda otros conflictos no muy lejanos donde los niños dejan de serlo sin explicarles el por qué.



LILITH (1964)


LILITH, LA SOMBRA DE EVA

Lilith, según el mito, apareció al mismo tiempo que Adán de las manos del Creador. Es una criatura espontánea y libre de fascinante belleza que simbólicamente está unido a la Gran Madre de las civilizaciones antiguas, sobre todo en su aspecto oscuro. También aparece como figura legendaria del folclore judío de origen mesopotámico. Se la considera la primera esposa de Adán anterior a Eva.

Lilith es un arquetipo típico de lo femenino: independencia, autonomía, autopertenencia, la vinculación con el propio ser y el propio deseo. Estas características pueden estar en determinadas mujeres reprimidas y ocultas en su interior, pero que actúan desde las propias profundidades de su psique.

El personaje de Lilth reúne todas estas características simbólicas, y R. Rossen sabe plasmarlo en un film brillante; un manual sobre las pulsiones interiores y oscuras del ser humano (destrucción y autodestrucción).

Un Robert Rossen crepuscular pero con una agilidad narrativa que recuerda a los maestros del cien mudo en algunas de las secuencias más poéticas y evocadoras del film. Película que sugiere, que nos insinúa y nos inquieta, igual que esa naturaleza en la que está localizado el sanatorio mental: serenidad y calma, pero que en cualquier momento las pasiones soterradas y los conflictos interiores pueden desembocar en un torrente; igual que el río sosegado pero que agita sus aguas con furia conforme cambia su curso, como se puede apreciar en una serie de secuencia que aparecen en el film.

Rossen muestra su maestría como la de un artesano: cercanía en primeros planos, contrapicados y encuadres (no se necesitan palabras para introducirnos en el alma de estos seres tan complejos); todo encaja con la precisión de un reloj suizo.

Película perturbadora donde los personajes muestran en sus acciones el deseo y la culpa. Testamento de un director aquejado por el dolor físico y moral en su última etapa de su vida y marcado por la triste experiencia de la caza de brujas.

Robert Rossen es un transgresor de la moralidad de aquellos convulsos años, un rotundo “no” a lo políticamente correcto, un estudio de la sociedad y el individuo, una reflexión sobre los límites que separan lo que se acepta como normal en constante dicotomía con lo que es considerado anormal.


Shutter Island (2010)


LA PARANOIA DE SCORSESE

Contar una historia que enganche al espectador desde principio a fin es complicado, y más en los tiempos que correr donde los guiones son mediocres y la puesta en escena de muchas películas irrisorias, si bien el talento de algunos directores es evidente; “el que tuvo retuvo”. Si ir más lejos, esta aproximación al thriller psicológico con dosis de terror paranoico ya fue realizado con menos fortuna (aunque sí intentando sorprender al espectador de una forma un tanto engañosa) en el film “Una mente maravillosa” de Ron Howard; la maestría y el saber hacer de Scorsese hace que este film sea más interesante, pero ni mucho menos lo mejor de este director.

“Shutter Island” es una película inquietante que no te deja indiferente y te genera una sensación de desasosiego, con cierto artificio visual remarcando las escenas con una música desapacible por momentos. Scorsese conoce el oficio y formalmente realiza una puesta en escena excepcional. El espectador está sólo en esta historia, encajando las piezas; pero el puzzle es evidente desde el principio de la película. Scorsese no es un principiante y sabe dejar un poso extraño en nosotros cuando se termina el visionado de la película: la paranoia kafkiana que se genera en la historia; los estudios y experimentos psiquiátricos de aquellos años; la presencia de una época histórica concreta (recién terminada la II Guerra Mundial con sus atrocidades y la posterior esquizofrenia de la Guerra Fría durante la presidencia de Eisenhower; recordemos “El guardián entre el centeno”(The Catcher in the Rye) novela de Jerome David Salinger).

Pero es evidente que aunque su director nos intente sorprende, es un tema muy trillado como para cautivar al espectador. Algunas escenas podrían caer en el simple videoclip pero puedo decir que son las que más me han cautivado: Di Caprio con su mujer deshaciéndose en cenizas con la bella melodía de compositor escocés Max Richter creo que es de las que se retienen en la retina
El nivel interpretativo de Di Caprio, en mi opinión, es la mejor baza que tiene este film. Actor que ha progresado de forma meteórica gracias al buen hacer de los directores con los que ha trabajado, y que han sabido extraer su vena dramática y atormentada en papeles de gran veracidad.

¿Entretenida?, posiblemente, siempre que no olvidemos que estamos en una historia oscura y enfermiza.



lunes, 29 de agosto de 2011

Andrei Rublev (1966)


La catarsis de Andrei Rublev

La vida del pintor ruso Andrei Rublev, famoso por sus iconos, le sirve a Tarkovsky para hacer un retrato de la vida social, política y artística en Rusia a principios del siglo XV. Película en la que se estudia un período caracterizado por la invasión de los mongoles y de los tártaros y por la creciente influencia del Cristianismo; una Rusia medieval filmada de manera realista por este gran director (los rostros de los individuos, su ambientación naturalista, recuerdan al pintor realista ruso Iliá Yefímovich Repin que en el siglo XIX ilustró la "Eterna y Santa Rusia"). Tarkovsky creó una película en el que el cristianismo es la esencia de la identidad histórica rusa durante un periodo oscuro y cambiante pero que con el tiempo se convertirá en el Imperio Zarista. Y en este contexto histórico, Andrei Rublev inicia un viaje iniciático desde que sale de su monasterio (resguardo vital) para conocer la realidad (los hombres y sus miserias humanas, la debilidad de las tentaciones, los rituales paganos frente a la religiosidad cristiana ortodoxa, el lado oscuro y malévolo del hombre). Andrei Rublev también es débil llegando a un conocimiento elevado a través de su viaje interior, doloroso, de introspección existencial. Pero resurgirá como un ave cenit desde la culpa y la fragilidad humana para transformarse por medio de su arte en algo más trascendente. Para Tarkosky religión, filosofía, arte son los pilares sobre los que descansa el mundo, y fueron inventados por el hombre para condensar la idea de infinito.

Película que invita a la reflexión sobre nosotros, el hombre contemporáneo, sobre el arte y su esencia y su lugar o función en la sociedad, sobre el significado de la existencia y de la fe, sobre valores humanos y el temor a perderlos. Buscar respuesta a los interrogante del hombre en el tiempo que le toca vivir.



FARAÓN (1966)

PODER CIVIL Vs. PODER RELIGIOSO

La lucha entre poderes, el enfrentamiento entre el poder civil y el poder religioso, es el tema principal de esta excelente película, y Jerzy Kawalerowicz nos sumerge de lleno en la historia del Antiguo Egipto con un realismo muy superior a las películas que se habían rodado en el cine americano durante aquellos años.

Pero el trasfondo político es evidente. Ambientada en el Antiguo Egipto pero tratando temas contemporáneos, sobre todo de su país, Polonia. Después de la II Guerra Mundial y de la ocupación alemana, Polonia cayó bajo la férula comunista de los soviéticos. Se rompió la aspiraciones políticas de democracia y libertad del sufrido pueblo polaco. La Iglesia lograría mantener el equilibrio necesario entre el poder y la población para que no se produjeran enfrentamientos.

Y la película plantea un claro de debate sobre el Estado y la sociedad: un Estado justo (socialmente) y fuerte (militarmente) para evitar peligros externos. ¿Y el clero? ¿cuál es su papel en ese Estado?. A Kawalerowicz le interesa el drama del poder. Recordemos los hechos que sucedían en Polonia en los años 60: el enfrentamiento entre el gobierno comunista polaco y la iglesia católica representada por el cardenal Wyszinski; la supresión de algunas fiestas católicas y la promulgación de una ley sobre el control de natalidad, etc...
También se evidencia el conflicto entre dos generaciones con visiones distinta pero con la necesidad de defender su país: la más joven absolutamente idealismo, y la adulta más realista y con más temor al futuro.

Claramente Kawalerowiciz se sirve de la novela de Boleslaw Prus para exponer esta dicotomía política utilizando su capacidad analítica y su visión cinematográfica de manera excepcional.
Hay que apuntar que algunos sucesos narrados en el film no son históricos: Ramsés XIII no existió. Asiria no era una gran potencia en aquella época. Los banqueros fenicios, judíos y griegos no tuvieron la importancia se les atribuye en la película.

Aun así, la ambientación tan realista de Egipto nunca se había visto antes en otras películas históricas:el vestuario, los livianos tejidos, las mujeres desnudas con sus pelucas, las escenas del desierto y las estancias de los templos y palacios, son un estudio arqueológico de un Egipto fascinante.

Arqueología histórica pero también un retrato de poder en nuestros días. A fin de cuentas muy pocas cosas han cambiado a lo largo de la historia: el poder y sus conflictos.



viernes, 26 de agosto de 2011

DANTÓN (1982)

Liberté, Egalité, Fraternité

Andrzej Wajda se acercó a la Revolución Francesa adaptando una obra teatral de Stanislawa Przybyszewska, pero claramente plantea la situación de Polonia en la década de los años 80. Recordemos la dictadura comunista de general Jaruzelski y su enfrentamiento con el sindicato Solidaridad, y los intentos de aquél para controlar el país con mano de hierro evitando una nueva invasión soviética que frenara cualquier disidencia en el Bloque comunista-Hungría año 56 y Praga año 68 son un triste recordatorio-.

En ese contexto se sitúa este film que nos acerca al terror político del Estado. Un momento de cambios convulsos que afectaron al pueblo francés, y también a destacados protagonistas políticos que serían arrastrados hacia la "igualadora" guillotina.

En septiembre de 1793, el Comité de Salud Pública, instigado por Robespierre, instaura el "Terror". El hambre reaparece y con ella las revueltas. El pueblo es utilizado por los burgueses para conseguir sus objetivos y Wadjad plantea claramente la parálisis de una Revolución agotada. ¿Cómo lo hace? a través de dos personajes que serán victimas de esa misma Revolución que han defendido desde el principio: Dantón, lúcido y desencantado, y que tal vez presintiendo su final, expone vehementemente y con elocuencia la verdad de todo lo que sucede. Enfrente, su adversario político, Robespierre, obsesionado con la virtud y el terror; la negación de la vida. El duelo actoral está servido; sencillamente magistral.

Lo que asombra de esta película es la sensación de ese "Terror", de esa inseguridad por lo que puede suceder y que se genera en acontecimientos históricos que marcan un antes y un después en la historia de nuestra humanidad. No olvidemos que en estos proceso revolucionarios que se han dado en diversos países-Francia, Rusia,etc...- han pasado etapas oscuras marcadas por temor a perder todo lo que se ha conseguido.

Su ambientación está impregnada de una fisicidad que nos impulsa a sumergirnos en esa época histórica; nos inquieta, nos atemoriza, tal vez porque nos hemos introducido tanto en ese concreto momento histórico que ya formamos parte de los acontecimientos.

Y ya sabemos cómo acaba la historia: el rostro desencajado de Robespierre presintiendo que su cabeza también rodará victima de su autoritarismo y ante la duda de haber equivocado el camino revolucionario. Y Dantón acercándose a la guillotina ensangrentada, metáfora de que la revolución de los ideales elevados, de la sociedad igualitaria en derechos, choca con la verdadera realidad dominada por fuerzas más poderosas y oscuras.



EL GATOPARDO (1963)


El príncipe de Salinas y sus andares
En la Italia de 1860 nos encontramos con el período del Risorgimento, movimiento fundamental para entender un momento histórico fundamental en la historia italiana; su unidad como entidad política que no social y económica: el norte del país más rico y con un desarrollo industrial importante en sus inicios; el sur menos desarrollado, agrícola y con diferencias sociales muy arraigadas a lo largo de los siglos, y que sera mano de obra para las fábricas del norte del país (recordemos la emigración planteada magistralmente en el film "Rocco y sus hermanos").

Visconti, basándose en la excepcional obra escrita por Giuseppe Tomasi, Príncipe di Lampedusa, expone esa corriente ideológica y las mentalidades de la época del Risorgimento. Su puesta en escena es elegante sobria, como los andares sicilianos del Príncipe de Salinas. Un aire de melancolía planea constantemente en esta gran obra, al igual que la triste lucidez de nuestro príncipe; saber que un tiempo acaba y en la que una clase social nueva se impone: la burguesía y su política arribista en una sociedad cambiante. En él vemos el escepticismo creciente, la mediocridad basada en el dinero con el que se gana posición social, etc...; un cambio social que fosiliza a los de su propia clase (excelente escena de la familia del Príncipe entrando en la iglesia del pueblo y ocupando sus privilegiados asientos para escuchar la misa. Cubiertos por el polvo del camino parecen momias de un pasado que ya ha dejado de pertenecerles. ¡Con qué economía de medios el director nos muestra este fin de una época, de una forma de entender el mundo) . Pero hay está, el príncipe con su porte, su imponente mirada observando todo lo que acontece a su alrededor, y por supuesto el magnífico baile, casi a modo de melancólica despedida.

Seres humanos atrapados en sus conflictos humanos, sociales y políticos. Porque como decía Visconti: "No existen explicaciones ni soluciones de los estados del alma, de los conflictos psicológicos, fuera del contexto social. A mi juicio, las pasiones humanas y los conflictos sociales son los que animan y conmocionan la Historia".


COMO UN ESPEJO (1961)

Detrás de un Vidrio Oscuro

La reflexión sobre la incomunicación entre Dios y el ser humano, es el tema recurrente en está película que se encuadra en una trilogía fílmica que completan "El silencio" (1962) y "Los comulgantes" (1963). Un mundo plagado de soledad y de preguntas sin respuestas: el vacío en el que se encuentra el hombre ante la existencia de Dios: ¿Existe Dios?, y si no es así, ¿qué sentido tiene nuestra existencia?.

Como estudioso del ser humano, y sus reacciones ante los complejos problemas que le afligen en su caminar por este mundo, Bergman intenta encontrar un sentido a la vida, destruido por el rigorismo protestante (recordemos la relación que tuvo con su implacable padre, pastor protestante con una visión nada vitalista de la existencia).

Cine en estado puro. Imágenes nítidas, con una puesta en escena expresionista, necesario para resaltar el estado de ánimo de los personajes, reunidos en una isla solitaria, metáfora de la soledad hombre en su búsqueda de respuestas. Y por supuesto, las relaciones interpersonales que parten inequívocamente de la mujer, porque recordemos, el universo de Bergman es femenino.

La intimidad de las escenas nos hace participes de la fragilidad de estos seres errantes. La vida de una mujer enferma, incapaz de distinguir lo realidad exterior de la interior, ya que lo sagrado está fuera de la vida real sin poder unirse. Sólo es posible acceder a Dios a través de una mente enferma.



LA DELGADA LINEA ROJA (1998)


El paraíso recobrado tras la tempestad

"La delgada línea roja" es una rareza en el contexto del cine comercial norteamericano. Aquí no hay buenos ni malos. Malick no cae en los los tópicos de los films bélicos, y se esmera en realizar un retrato poético, intimista y espiritual en el que sobresale la naturaleza y el ser humano en su pureza original. Pero también es una reflexión crítica sobre la maldad inherente a la condición humana y su tendencia a la autodestrucción. De ahí la compenetración de contrarios: naturaleza paradisíaca y guerra infernal.

¿Qué significa esta guerra en el corazón de la naturaleza? ¿Por qué la naturaleza lucha con ella misma?, se pregunta Witt (Jim Caviezel) al principio del film. Esta terrible crueldad, ¿de dónde sale? ¿Cómo ha arraigado en el mundo? ¿De qué semilla, de qué arraigo ha nacido? ¿Y de quién es obra? ¿Quién nos mata? La guerra deshumaniza a las personas y destruye la pureza del mundo.

Malick platea una idea que ya aparece en el hinduismo o en autores como Schopenhauer: todas las almas emergen de un solo ser. "Quizá todos los hombres tengan una sola alma. ¿Acaso todos los rostros no son parte de un solo ser? ". Esta unidad de la humanidad hace desaparecer todas las diferencias individuales. Witt experimenta esa única identidad.

Pero en contraposición, su opuesto: el individuo refugiado en su individualismo y por ende en su soledad. El sargento Welsh (Sean Penn) es quien experimenta esta individualidad aislada, sólo dependiendo de sí mismo para sobrevivir.

Malick rompe la linealidad temporal del relato (los flash-backs) que aporta un aire poético y irreal. El regreso al pasado bello es un necesario para superar el horror bélico, pero también nos aporta la idea de que la belleza perdura. La naturaleza mata para crear nueva vida, pero la guerra sólo destruye.

Al final surgirá una nueva vida, una planta en la playa, un renacido ciclo vital. Se cerrara el circulo iniciado al principio del film: un cocodrilo solitario en una jungla espesa que nos recuerda el origen primitivo de todo lo extraño , original y esencial que tiene la existencia.

"Oh, alma mía. Déjame entrar en ti, mira a través de mis ojos, contempla las cosas que creaste, mira cómo brillan. Todo brilla". Aunque los los hombres persistan en su error de destruir, la paz, la belleza, la felicidad, la pureza, siempre continuarán existiendo.

MUERTE EN VENECIA (1971)

Mahler, Mann, Visconti

Muerte en Venecia es una obra de arte ya que sólo hay un camino, la búsqueda de la belleza absoluta, idea que todo artista intenta plasmar al final de su proceso de creación. Pero la obra de Thomas Mann y de su posterior representación en el cine llega a lugares insospechados pero gratificantes: el devenir del tiempo, la juventud y la vejez, sucesos vitales que marcan toda existencia, de ahí la creación artística como un deseo de alcanzar la inmortalidad que se nos escapa en nuestra vida real y racional.

El film de Visconti es reflexivo y contemplativo, respetando el espíritu de la obra literaria. La decadencia invade toda la obra fílmica y literaria, y no hay mejor lugar para recrear ese ambiente que la deteriorada, brumosa y poética Venecia.

Pero también muestra la decadencia de una burguesía conservadora y de una aristocracia declinante y ampulosa. Sociedad que conoce muy bien Visconti y donde el barroquismo está perfectamente representado en los ambientes arquitectónicos y en los ricos ropajes de los personajes.

El enamoramiento platónico de Gustav Von Aschenbach por el joven Tadzio que contrastará con la decrepitud que sufre la ciudad producida por la peste que corrompe toda existencia. No es un simple deseo homosexual: es la fascinación del hombre maduro por la belleza y que descubre en la última etapa de su existencia.



LOS DUELISTAS (1977)


Los opuestos se tocan

“Los duelistas” no es una novela histórica. El imperio Napoleónico, su génesis, auge y decadencia; su posterior época, la Restauración, son el marco ambiental donde se desarrolla esta enigmática y misteriosa aventura entre dos personalidades diferente y contrapuestas, D’Hubert y Feraud.
Historia épica que se hace interminable en el tiempo y que se convierte en un duelo sin fin, obsesivo, obcecado. Duelo que desembocará en un orgullo y en una envidia entre dos oficiales del mismo ejercito.

El relato corto de Conrad, el escritor se centra en las motivaciones y los sentimientos de sus protagonistas, Feraud (meridional, impulsivo, rencoroso, violento,... un cabezota en toda regla) y D’Hubert (norteño, reflexivo, sensible,... más atrayente como ser humano) sólo coinciden en su amor al ejercito y a Napoleón ya que son arquetipos opuestos.

Ridley Scott exprimió el jugo de este relato corto hasta su último gota. Su calidad visual recuerdo al maestro Kubrick en su obra maestra "Barry Lyndon". Cada fotograma nos remite a los cuadros de pintores británicos del siglo XVIII. Y en cuanto a la narración no excede el tiempo marcado en la obra escrita en negro sobre blanco, salvando las distancias entre el tiempo fílmico y el tiempo literario.

Metáfora sobre lo inútil de las guerras, de las luchas. ¿Cuál es la causa del inicio de un enfrentamiento?, ¿A qué se debe?.

Dos personalidades enmarcadas en un contexto histórico que sirven al escritor y al realizador para explorar el alma humana.


miércoles, 24 de agosto de 2011

ONEGIN (1998)


ONEGIN Y EL INVERNAL SAN PETERSBURGO

Onegin, novela en verso, es una de las obras fundamentales de Pushkin y una de las novelas rusas más importantes del siglo XIX. Personaje frívolo, cínico y decadente que nos recuerda a Byron o Werther de Goethe, nos introduce plenamente en el romanticismo ruso. La obra es rica en matices sociales, políticos, morales, de una sociedad rusa en una Europa post-napoleónica pero con acusada influencia francesa en las costumbre de la alta sociedad rusa, como también de las clases terratenientes en su ambiente rural.

A mi parecer, cinematográficamente, Martha Fiennes consigue soportar el peso de la novela y mostrarnos la dualidad de Onegin; displicente ante el mundo en el que se mueve pero a la vez absorbido por él. Un relato trasformado en imágenes donde el tiempo y los silencios, aun en sus escuetos pero profundos diálogos, nos hacen navegar hacia sensaciones melancólicas. Hermosa y emotiva a la vez, está realizada con un ritmo pausado pero con gran intensidad. Sí, puede resultar algo preciosista, con cierto aire esteticista en algún momento, pero no hay que olvidar que es una película romántica en su concepción; el peso de la época en la que se desarrolla deja huella inevitablemente.

La ambientación de la película en el San Petersburgo del zar Nicolás I es interesante: la corte y protocolo, el aburrimiento de los nobles y el cinismo de algunos, son estereotipos bien perfilados. La otra cara de la moneda es el ambiente rural menos sofisticado pero muy marcado por la naturaleza, ambiente en el que Onegin no encaja aun sabiendo que es un remanso de paz donde las afectadas formas sociales de la ciudad no son tan marcadas. La cámara retrata la naturaleza tediosa y aburrida de Onegin y también elige el silencio y la ralentización de la imagen para acércanos al ánimo de Tatiana, personaje con un mundo interior que la da un halo de misterio. El color muestra los estados de ánimo de los personajes y la luz favorece en sus tonalidades la ambientación de ese mundo melancólico y que nos recuerda a los pintores románticos de principios del siglo XIX.

Uno de los momentos más impactantes a nivel emocional- sin olvidarnos de la escena del duelo de absoluto romanticismo trágico - es el reencuentro entre los dos protagonistas después de varios años. En ese encuentro afloran los sentimiento más profundos y Onegin se da cuenta de lo que ha perdido; él es un decadente al que le ha podido la pereza para amar, con lo que todo eso significa. Su lucidez sentimental se despierta tardíamente, y por eso le queda un único camino, vagar solitario por las frías e invernales calles de San Peterburgo, metáfora de su alma errante.


Película agradable de ver pero no apta para corazones fríos y desapasionados.




Ivan Vasilievich: Back to the Future (1973)


El sueco y su melena

Delirante, desternillante, hilarante!. Desconocíamos que en la extinta URSS tuvieran un cine setentero, landista, "escojonista", adornado con aspecto cinematrográfico cutre, ¿naïf?...; alejado de los koljós, sovjós, stajanovismos, burocratismos poliburistas varios.

Y me pregunto, ¿que le sucedía a los soviéticos, que no rusos por aquellas fechas, para reírse hasta de su propia Historia?. Posiblemente la respuesta es inefable, o como diría un alquimista: "es como hallar la cuadratura del circulo" .

Bueno, pero puede que halla un explicación (ya expuesta por "Lupo" en su crítica), o por lo menos se puede intuir algo.

Recordemos que nos encontramos en el comienzo de la etapa dura de Leonid Ilich Brézhnev, que siguió al anterior período de coexistencia pacífica con occidente, dirigiendo el país un tal Nikita Sergéyevich Jrushchov alias "Khrushchev", "inquilino" de la Casa Roja (Kremlin).

Y por eso de que estamos en plena Guerra Fría, ¿por qué no hacer un cine donde se aprecie las moderneces de occidente?, por que aquí ,en nuestro paraíso socialista, también se destila la ambientación "pop" a la rusa, ¡¡¡uff!!..., perdón, a la soviética.

Y en esa estamos, mal rodada, con toques humorísticos absurdo, encuadres kafkianos (mi abuela le habría dado un toque "parkinsoniano" a esta película digno de ser seleccionada en festivales internacionales de cine). Pero no podemos negar que tiene gracia, o por lo menos hemos realizado un ejercicio abdominal al troncharnos de risa cuando la hemos visionado, sin necesidad de tener que ir a un gimnasio. Y descubrimos que los rusos, ¡vaya!, siempre se me olvida ahora son rusos y antes eran soviéticos; pues eso, que los soviéticos tenían gracia y sentido del humor fuera del estereotipo que nos han vendido de "la triste alma eslava", y que las horteradas de aquella época en el otro lado del Telón de Acero, también existía.

¡Pobres soviéticos!, necesitaban reírse de algo porque con tanta disciplina burocratizada, y tanta ideología de partido...,¡quién lo puede soportar!.

En fin, que podíamos hacer un esfuerzo en buscar alguna joyas de estos directores (creo que hay un director ruso de género fantástico que es como Ed Wood. Sería interesante visionarlo. Investiguemos. La mente ya me hace "chiribitas" sólo de pensarlo). Lo digo por que después del estrés semanal, ¡os podréis creer que tras ver la película dormí mejor después reírme como una hiena!. Es una buena terapia, os lo aseguro.

Y ¿por qué un 5 de nota?, ¡no está bastante claro!, pues por le pelo del embajador sueco, un toque de Llongueras a la rusa, ¡uff!..., ¡perdón!, a la soviética.



ONIBABA (1964)


Eros y Tanatos en el Japón feudal

Onibaba es una película de culto muy poco conocida. Su minimalismo conceptual asombra: ambientación austera pero con gran fuerza visual.

Es una parábola sobre la Guerra y los demonios interiores. No olvidemos que Japón se estaba recuperando por aquellas fechas del colapso posbélico que sufrió después de la 2ª Guerra Mundial, donde los principios básicos en los que se asentaba la sociedad nipona antes del conflicto se resquebrajaron.

El entorno es enfermizo y hostil, propicio para desatar las pulsiones internar de estos personajes: el sexo anteriormente contenido y que se desbordará como un torrente, la necesidad del otro, y la deseo de sobrevivir en este lugar desolador en medio de una guerra feudal.

Su carga metafórica y alegórica es evidente, pero las interpretaciones pueden ser variadas, y de ahí su riqueza: un gran hoyo oscuro en la tierra, una máscara de demonio, dos míseras mujeres con un deseo sexual contenido hasta la locura, etc..

Personajes afectados por la guerra, donde la depravación moral, el horror y la muerte están influidos por unos factores ambientales hostiles que les vuelve salvajes. El sexo visto como una compensación necesaria ante esta degradación humana; sexualidad febril enfrentada a la muerte.
El título “Oni-baba” significa demonio en forma de anciana. Aparece en las fábulas clásicas para aterrorizar. En el film ejemplifica el demonio de sí mismo, la parte oscura que todo hombre tiene en su interior, porque su acciones marcarán su destino, y la máscara se aferrara todavía más en el rostro con dolor, ya que enfrentarse a esos demonios interiores es una tarea angustiosa; el rostro siempre será el espejo del alma.



martes, 23 de agosto de 2011

LA BALADA DEL SOLDADO (1959)


Breve y fugaz regreso a Ítaca

Josef Stalin muere en 1953 con lo que se inicia un breve período de “deshielo” y la necesidad de una coexistencia pacífica entre dos ideologías enfrentadas desde el fin de la guerra. El culto a la personalidad y las purgas stalinistas habían impuesto una firme censura limitando la creación artística, marcada en aquellos años por el realismo socialista en el arte y la absorbente burocracia. En 1956, Jruschov, líder del Partido Comunista, criticó el período stalinista iniciándose una tímida apertura que afectó a la cultura, y como no, también al cine. Y es ahí donde nos encontramos con dos obras maestras imprescindibles para cualquier amante del cine: “Cuando pasan las cigüeñas”, de Mikhail Kalatozov, y “La Balada del Soldado” de Grigori Chujrai; drama tan emocionante que rezuma humanidad en todo su metraje. Este cine era más personal, no aferrado a los valores comunistas tan excelsos y que debían de propagarse por todo el orbe. Pero estos directores también exponían en sus películas valores tan universales que sobrepasaban las convicciones políticas impuestas, y esta película en un claro ejemplo.
Chujrai tiene un estilo narrativo firme pero lleno de lirismo en sus imágenes ayudado por un montaje soberbio (sobrados ejemplos tenemos en la historia del cine ruso), y que nos acerca a la parte más humana de hombre donde los valores más nobles y sinceros adquieren sentido al contraponerlos directamente a la locura de la guerra.

Chujrai escogió actores no profesionales para dar veracidad a la historia, pero es evidente que la retórica del realismos soviético todavía influye en alguna interpretación, soslayada, eso sí, de manera portentosa por esa verosimilitud de estos neófitos actores (la trasformación de Alyosha de una pueril inocencia a la madurez adquirida durante su viaje de vuelta para reencontrase con su madre es magnífica).

Porque, sí, el viaje le transforma y nos transforma: el tren como metáfora de la vida, la fugacidad de un encuentro con dos almas necesitadas de cariño en medio de un conflicto, la amistad entre soldados, el reencuentro entre amantes (magníficos primeros planos, muy intensos, con caricias y besos que absorben hasta la última esencia del ser querido).

Pero también esboza lo que la guerra causa en las relaciones entre dos personas en la que uno de ellos muda su sentimiento hacia otra persona y que recuerda, en menor medida claro, a las historias entrelazadas en la obra monumental de Vassili Grossman “Vida y Destino” .

Y por supuesto, el amor filial ante todo. Ya no es el amor a la Madre Patria como aparece explícitamente en otros film bélicos de época comunista (la gran guerra patriótica que ha marcado el inconsciente colectivo del pueblo ruso), sino el amor a una madre; escena que el director rueda de manera magistral, y que se manifiesta en toda su intensidad.

Película imprescindible de ver para evaporar prejuicios sobre el cine de la época post-stalinista.

BARRY LYNDON (1975)


Un personaje, una época, una historia

La Guerra de los Siete Años (1756-1763) fue unos de los acontecimientos que marcaron el final de la Edad Moderna y la transición hacia el mundo contemporáneo. El ascenso de Gran Bretaña y Prusia en el siglo XVIII tenían unos objetivos claros: el control de Europa Central y las rutas marítimas comerciales en el Atlántico, y el control de América del Norte.

Es esta situación histórica-fin del Antiguo Régimen y el intento de las nobleza de no zozobrar ante los cambios que producen los nuevos tiempos- es donde se desarrolla la historia de una arribista, un "hombre de mundo", y que recuerda a otras memorables novelas biográficas como Moll Flanders, Tom Jones o Tristram Shandy.

Esa nostalgia del Antiguo Régimen es un acierto de esta Obra Maestra. Historia, Pintura, Literatura y Música se fusionan en un período crucial donde los cambios sociales, económicos y políticos serán la génesis de una nueva forma de interpretar el mundo.

Un aspecto importante del film es cómo Kubrick nos cuenta las andanzas de este espíritu romántico e idealista que pierde su inocencia a favor de un cinismo adulto con tal de llegar a medrar en un sociedad estamental cerrada a los no privilegiados.

El espectador se encuentra de esta forma imbuido en la intimidad de los personajes, con una visión pesimista y desencantada la condición humana y que es muy propia de Kubrick. Y esa manera de narrar nos cautiva, nos introduce en ese siglo, y a través de las magnífica iluminación reconocemos las pinturas de los artistas ingleses de aquella época: Reynolds, Gainsborough y Hogarth.

La reflexión más intensa que plantea esta película es cómo los acontecimientos históricos influyen en la vida de las personas, y cómo nosotros, como individuos formamos parte de esa Historia.

Película que nos conmueve al comprobar que nuestro héroe, a pesar de su cinismo, es un ser emotivo, como se puede comprobar en el amor que profesa a su hijo. ¡Y qué decir de ese destello de nobleza durante el duelo final!, nobleza que rematará su descenso final y le apartará de un sociedad a la que no pertenece; sí, pero una sociedad que a los pocos decenios se transformará radicalmente tras la Revolución Francesa


CINES NEGRO (2010)


¿Cuál es mi identidad?

Madre invasora, frustrada su carrera y que proyecta en su hija ese fracaso vital. Hija desdoblada, sin identidad propia: "Llegar a ser lo que uno no es", duro camino hacia la búsqueda de uno mismo. Sexualidad castrada y enfermiza, cuando debería ser una vía de conocimiento. Sí, todo esto plantea Darren Aranofsky con la potencia visual que es su sello de identidad. Pero hay demasiada obviedad subrayada por efectos sonoros artificiosos e imágenes gratuitas recordando a los psico-thrillers de otras épocas. Claro esta que hay momentos magníficos: los espejos y sus reflejos que nos muestra esa distorsión de la realidad manifestada por la necesidad angustiosa de llegar a una obsesiva perfección; y la parte oscura y tenebrosa de sus propios miedos que afloran en visiones oníricas. O la transformación apoteósica en cisne negro con un travelling circular continuo, momento mágico y perfectamente interpretado por Natalie Portman; ella sí que llega a la perfección. Pero el director se pierde en un marasmo de efectos visuales que agotan y lastran el desarrollo del film. Para tratar el laberinto del alma, de la mente y sus entresijos, David Lynch lo habría hecho mejor.

Película oscura que merece la pena visionar por la interpretación de una actriz en estado de gracia.


sábado, 29 de enero de 2011

PRIMAVERA, VERANO, OTOÑO, INVIERNO... Y PRIMAVERA


El ciclo de la vida por Kim Ki-Duk

Autodidacta, original, con una visión fuera de lo corriente y una manera de entender y sentir el cine que lo hace único. Kim Ki-duk es sin duda uno de los directores más aclamados de los últimos 10 años, su “Primavera, verano, otoño, invierno...y primavera” (2003) es un ejemplo de ello. Con un correcto “no guión” (se trabajo sólo con la sinopsis) y una fotografía excepcional nos enseña que la vida es un ciclo largo y tortuoso que hay que recorrer en solitario. La biografía de Kim Ki-duk resulta cuanto menos curiosa. Hijo de campesinos y sin ningún tipo de estudios, se trasladó a Francia para pintar y visitar algunos amigos. Allí es donde tuvo sus primeras experiencias con el cine y según él: “…vi tres películas…”
Dictador cuando dirige y hombre de ideas claras. Sus personajes son personas perdidas en busca de la paz interior y de su lugar en el mundo; sin duda relacionado con el largo camino que tuvo que seguir Kim Ki-duk hasta encontrar su propia estabilidad. Se dio a conocer internacionalmente para la crítica con “La isla”, (2000). En ella nos dice lo que siempre intenta explicarnos, que sus personajes no necesitan hablar para expresar sus sentimientos; además de la crudeza de las imágenes. Parece ser que hubo algún desmayo cuando se exhibió en el Festival Internacional de Venecia. Si en gran parte de sus primeras obras muestra la dureza de la vida en el extracto más bajo de la sociedad, donde violencia y prostitución (las prostitutas son un tema recurrente en sus películas) son parte esencial: “Domicilio desconocido” (2001), “Mala gente” (2001); es a partir de “Primavera, verano, otoño, invierno...y primavera” la que le dio fama y con la que consiguió dar el salto hasta el espectador y los grandes cines. Hay un cambio de percepción. Ahora los personajes afrontan la vida buscando el lado metafísico, la violencia deja de ser parte de ella y la espiritualidad inunda el ambiente. Los símbolos budistas son parte importante en la vida de los personajes; actúan, se definen y maduran acorde con lo que les rodea. En perfecta armonía. El templo en medio del lago es un ejemplo. Es el refugio del maestro y el monje, el lugar de oración, de paz espiritual y de refugio. Cuando el adolescente sale del templo en busca de la felicidad sólo haya dolor y rencor y vuelve ya adulto en busca de la redención.
Por cierto, el lago Jusan es artificial, de hace 200 años. El templo, sin embargo, fue construido para la película, aunque en un principio se pensó que debía estar en la cima de una montaña. La primavera, el niño y el perro. Representa el inicio de la vida, la honestidad y la ignorancia, pues el niño no discierne entre el bien y el mal y es capaz de infligir daño a otros sin entender su sufrimiento. Pero este conocimiento será el que le ayude a encontrar la calma y la armonía más adelante. El verano, el adolescente y el gallo. Representa la juventud, la lujuria en estado puro, sin control. La bravura y la lucha de todo joven que busca un lugar en el mundo. La toma de las primeras decisiones que afectarán al resto de su vida. Decide salir del templo en busca de la felicidad aunque ello sólo le causará dolor. El otoño, el ser adulto y el gato. Representa al adulto hecho hombre que debe redimir sus pecados. Es un ser independiente y perezoso, lleno de rabia y odio. No lucha por mejorar su paz interior, tan sólo se esconde dejando pasar el tiempo. Tal vez el punto más importante de la vida donde debemos limpiar nuestra alma y superar nuestros miedos para convertimos en seres adultos.
El invierno, el viejo y la serpiente. Representa la inmortalidad y la sabiduría. La serpiente es paciente, abandona la barca cuando el viejo muere como si se reencarnara en él y se refugia en el templo. Protege el templo hasta la vuelta del monje adulto y se queda a su lado para guiarle. La vuelta del monje al templo tras su estancia en la cárcel, es el propio Kim Ki-duk quién caracteriza al personaje, es el inicio de la redención. Ha encontrado el sosiego y ahora debe dejar a un lado esa carga de culpabilidad. El monje atraviesa el lago helado, el bosque y sube hasta la montaña con un buda y una piedra de molino atada a su cadera. Durante ese camino tortuoso y doloroso vuelven a aparecer las imágenes del monje niño y de los animales que él martirizaba colgándoles una piedra. El ciclo esta a punto de cerrarse, consigue subir la montaña y colocar al buda mirando hacía el templo para salvaguardarlo de todo pecado.
Al final de la película aparece una tortuga, símbolo de longevidad que representa la eterna rueda en la que todos giramos. Es el principio y el fin, estabilidad y equilibrio, hemos cumplido un ciclo y nuestra alma descansa sobre un lago en calma. Un nuevo ciclo vuelve a empezar. Parte importante en el transcurso de la película son las puertas. Por cada estación se nos abre la puerta de entrada al lago, inicio de cada una de nuestras historias. Existen puertas dentro del templo sin muros ni paredes, se abren y se cierran con cuidado. Son simbólicas pues es voluntario el pasar a través de ellas y sin embargo son utilizadas por los monjes para pasar de una estancia a otra. La autodisciplina es la educación que conduce a la sabiduría y debe ser voluntaria pues sólo a través de una paz interior se puede alcanzar el nivel más alto.
Hay un momento en el que el joven adolescente pasa a través de los muros invisibles para estar junto a su amante, no puede utilizar la puerta y decide utilizar el camino más corto, es un anticipo de la decisión que está a punto de tomar cuando abandone el templo. La vida en sí es cíclica, se repite una y otra vez, por eso vemos al mismo niño al inicio y al final de la película. No son diferentes son el mismo, somos nosotros que nos repetimos, tomamos decisiones a lo largo de una vida que nos conducen por caminos diversos pero siempre acabamos en el principio de todo. Niño y maestro, maestro y niño son uno mismo, parte del ciclo eterno de la vida que se repite año tras año, estación tras estación. En el cine de Kim Ki-duk ficción y realidad siempre se funden en el plano metafísico para mostrarnos una historia en apariencia simple y de una gran belleza poética que esconde todos los estados del hombre: amor, odio, cólera, celos, etc.

sábado, 15 de enero de 2011

Muerte en Venecia


Introducción

La valiosa interpretación que han hecho Esther Mangariello y María González de Tobía, "Proyección de la Bacantes de Eurípides en La muerte en Venecia de Thomas Mann, nos proporciona los hipotextos básicos que el autor usó para escribir la obra:

Las bacantes, de Eurípides; La muerte de la tragedia , de Nietzsche; el Fedro, de Platón; y Psyche. Culto de las almas y fe en la inmortalidad de los griegos, de Rohde. Del análisis comparado que hacen entre Las bacantes y Muerte en Venecia, eje del ensayo, rescatamos para nuestro estudio el valioso aporte de la dicotomía Apolo/ Dionisos. Thomas Mann se sirve de estos símbolos que Nietzsche había desarrollado originalmente como contenidos en relación de oposición. Con ellos, T. Mann diseña la obra planteando la problemática del artista que sufre una batalla interior, librada por estas dos fuerzas, llevándolo a su destrucción: según Tobías y Mangariello se trata de la lucha entre el arte y la vida, del amor fatal del artista por la belleza.

Tanto en la obra de Eurípides como en la de Mann, los protagonistas son destruidos por la fuerza dionisíaca. Aschenbach y Penteo se muestran irreverentes y orgullosos con las fuerzas de lo dionisíaco, y se consideran hombres sabios. Apolo (la razón y la voluntad) es el motor que los moviliza y que les confiere dignidad. Pero Dionisos, fuerza irracional y volitiva, se apodera de ellos llevándolos a la destrucción no sólo física: les altera la conciencia de tal forma que los guía a contravenir lo apolíneo, la fuerza que los impulsaba, llevándolos a la muerte no sin humillarlos primero.

Tomaremos entonces estos dos símbolos como ejes paradigmáticos de la narración. Sin embargo, la lectura nos ha llevado a considerar que la obra de Mann presenta una doble isotopía. De nuestra lectura pudimos deducir tanto una derrota como una victoria focalizada sobre el actante principal, quien experimenta, si no una redención, al menos una epifanía por medio de la catástrofe (que de por sí implica una "sublimación", como bien es conocido que sucede en el género trágico)

En la obra de Thomas Mann, no sería éste el caso de no producirse una radical transmutación a la que Aschenbach se ve obligado. Intentaremos demostrar que a pesar de sufrir una degeneración, y debido a la transformación que ésta significa, también se sublima. A medida que los eventos de la historia se desarrollan, los contenidos simbólicos van manteniendo relaciones diferentes, que se manifiestan en las acciones, en las conductas y en los pensamientos de Aschenbach. Es lícito entonces hacer un estudio simbólico que incluya la perspectiva de un discurso psicológico.

Apolo y Dionisos son los verdaderos actantes de la obra. Según las relaciones que mantienen entre sí, van ocupando una posición "afirmada" o una posición "invertida", haciendo resonar la totalidad de Aschenbach –entendido como "microcosmos", y produciendo una gradación de significaciones bastante compleja.

El discurso de la obra contiene una dicotomía de "un antes y un después", como describe Greimas:

una subclase de relatos (mitos, cuentos, piezas de teatro, etc.) posee una característica común que puede ser considerada como la propiedad estructural de esta subclase de relatos dramatizados: la dimension temporal en la que se hallan situados, está dicotomizada en un antes vs. un después.

A este antes vs después discursivo corresponde lo que se llama una " inversión de situación" que, a nivel de la estructura implícita, no es más que una inversión de los signos del contenido. Existe, pues, una correlación entre los dos planos.(Greimas, 1997, p. 47)

El símbolo que se encuentra ausente también "significa", porque su opuesto, al transformarse de uno ausente a uno presente, y al ocupar la antigua posición del que se ha invertido, lo contiene al cumplir su función. Se trata de una estructura que presenta una isotopía doble: cuando uno está "afirmado", el otro está "invertido": "antes", los contenidos tópicos; y "después", los contenidos correlacionados. (Greimas, 1997, p.47). Esto implica una seria transformación en las funciones simbólicas, tanto de lo dionisíaco como de lo apolíneo. A medida que los opuestos intercambian recíprocamente sus lugares, generan una vastísima red de significados que estudiaremos dentro de los límites de nuestra competencia: desde una perspectiva estructural, en el nivel sintagmático; bajo una perspectiva del discurso de la psicología jungiana, y desde la simbología de la alquimia como sistema simbólico que se interesa en la transformación del espíritu.

Sin embargo, ¿cómo es posible interpetar una "epifanía", una "sublimación" espiritual en Aschenbach, si se trata tan sólo de la inversión de un contenido simbólico a otro? Observamos en los mitos una forma cíclica, un "traspaso" de las funciones a un nuevo sistema de significantes, en la que se renueva así la vida en un tiempo que recomienza eternamente, que reintroduce formas imperecederas en signos nuevos, cuando ya los viejos se hallan desgastados. Pero esto, desafortunadamente, nada tiene que ver con la transformación radical -el paso de la vida a la muerte- que le sucede a Aschenbach. Un cambio más absoluto es inimaginable.

Queda entonces mencionar un tercer tipo de contenido que se manifiesta de una forma menos aprehensible, y que resulta muy importante para entender que el viaje de nuestro personaje es uno que va de lo "cerrado a lo "abierto" (a pesar de que pueda entenderse al revés, si es que la posición del lector se centra en el sistema paradigmático de los contenidos tópicos, y los compara con el de los contenidos correlacionados).

La vinculación de este tercer contenido con los dos contenidos ya tratados es íntima, inseparable. Podemos conceptualizarlo como la forma, el significante, en la que los contenidos de lo apolíneo y dionisíaco se inscriben, siendo su significado el cambio: representa la manera manifestativa, la calidad discursiva propia de Apolo y Dionisos, en cuanto símbolos que van "diciendo". A este rasgo de los contenidos lo hemos llamado "Hermes", que sufre también una transformación a lo largo de la obra y presenta un carácter especial, conteniendo en su interior la dificultad del símbolo que representa lo aprehensible y lo inaprehensible. Lo trataremos con sumo cuidado y lo iremos desarrollando a lo largo del análisis. Cabría destacar, solamente, que Hermes representa en primer lugar, "el espíritu del mundo". Es presentado a las fuerzas psíquicas de Aschenbach, a lo apolíneo y dionisíaco como un símbolo externo, que actúa sobre ellas coagulándolas, solidificándolas; o espiritualizándolas, liberándolas, en terminología alquímica.

Hermes representaría el camino mismo que las fuerzas internas de Aschenbach transitan para ir del "antes", los contenidos tópicos, al "después", los contenidos correlacionados, y representaría entonces la misma cruz de la transferencia que se va abriendo. Los cuadros inferiores son los contenidos invertidos: son los que se encuentran la mayoría de las veces en estado ausente, pasivo, de forma subliminal. Los de arriba son los que están afirmados, los que se encuentran presentes, activos, y dirigen naturalmente la acción.

I.- La prehistoria de Aschenbach, los contenidos tópicos.

El capítulo II de La muerte en Venecia es el desarrollo narrativo de una analepsis externa homodiegética: la vida de Aschenbach antes del inicio de su viaje. Aquí encontramos, de forma privilegiada, los contenidos tópicos de la narración. Vale la pena, entonces, proceder a hacer una "lectura vertical". Los tres contenidos -Apolo, Dionisos y Hermes- son fuerzas que empujan a Aschenbach a la acción, a un comportamiento específico, y promueven sus diversas experiencias. Son, asímismo, proyecciones de su psique, manifestados por medio de un discurso narrativo altamente focalizado, por lo general, en el personaje.

El texto de este apartado está tratado con una serie de prolepsis y analepsis, realizadas como comentarios del narrador y que tienen por objeto retratar la vida de Aschenbach. El narrador asume por momentos "un papel" debido a manifestaciones profundamente constatativas. Sus pensamientos y los del personaje se confunden y, por momentos, tienden a unificarse. Muchas veces se pueden considerar discursos internos relatados cargados de cierta ambigüedad de procedencia en vez de puros comentarios narrativos.

1.-Apolo, en posición afirmada

Entregado por entero al espíritu, había agotado el conocimiento, molido la simiente y revelado secretos, poniendo en duda el talento y traicionado el arte..." (T. Mann, p.28)

"...esas obras debían su grandeza más bien a la acumulación, repartida en breves jornadas de trabajo, de cientos de inspiraciones sueltas, y sólo eran perfectas en cada detalle porque su creador, con una fuerza de voluntad y una tenacidad(...) había aguantado años sometido a la tensión de una misma obra...( p.26)

Las palabras marcadas en rojo son las que ascienden a un plano paradigmático , connotando la fuerza apolínea que se manifiesta en Aschenbach de manera afirmada. Apolo, el que busca la verdad ("agotado el conocimiento", "molido la simiente", "revelado secretos") por medio de la voluntad ("con una fuerza de voluntad y tenacidad") es activo y positivo, es la conciencia que busca entender el mundo, es el corazón de la psique, el yo que busca sublimarse. Según el Diccionario de los símbolos, el fin de Apolo es orientar al hombre a una "espiritualización progresiva, gracias al desarrollo de la conciencia." (Chevalier y Gheerbrant, 1995, p.111).

2.-Dionisos, en posición invertida

Sin embargo, la fuerza apolínea debe "resistir", está "sometida a la tensión", porque al erigirse en contenido tópico afirmado debe reprimir las pulsiones naturales que provienen de lo inconciente, con el fin de disciplinar al "yo" para liberarse de "agentes extraños" que le impiden la búsqueda de la "Belleza" y de la "Verdad". En este sentido es similar al Apolo que "se revela en primer lugar por el signo de la violencia [aplicada sobre lo inconciente] y de un loco orgullo" (Chevalier y Gheerbrant, 1995, p.111), el Apolo primitivo o proto-Apolo. Considera que él sólo es suficiente para lograr su objetivo, y que las manifestaciones de otras fuerzas, de las pulsiones de lo inconciente -simbolizado por Dionisos- deben ser ignoradas y extirpadas para lograr la "sublimación":

...todo lo grande que existe, existe como un "a pesar de", y adquiere forma pese a la aflicción y los tormentos, al abandono y la debilidad física, pese al vicio, a la pasión y a mil impedimentos más. (p.26)

El contenido simbólico de Dionisos está marcado en verde, y vemos su calidad de contenido invertido, es censurado y apartado como fuerza opositora de lo apolíneo. Veamos otro ejemplo similar: "La entereza ante el destino y la gracia en medio del sufrimiento no sólo suponen resignación paciente: son también actividad, un triunfo positivo..."(p.27)

La represión de parte del consciente, del "yo" de Aschenbach, hace que el contenido invertido se manifieste como sufrimiento. Es una fuerza que ha sido empujada a la oscuridad, a la que se le debe tener "paciencia", y a la que hay que resistir desde una "entereza" moral: "Su palabra predilecta era, sin embargo, resistir..."(p. 25)

Pero parece ser que el hecho de erigir a Apolo como única fuerza, termina desplazando la meta que por excelencia lo mueve: la verdad. Su camino se transforma en una lucha en contra de los contenidos invertidos, que desde la ausencia, desde la ilegitimidad, hace contienda en contra del consciente que se ha obligado a cercarse, a crear a su alrededor barreras necesarias para ser el dueño parcial del "sí mismo":

...es un hecho que, por melancólica y concienzuda que sea, la escrupulosidad del adolescente queda minimizada si se la compara con la sólida resolución del hombre que, dueño al fin de sí mismo, decide negar el saber y lo rechaza, prescindiendo altivamente de él en la medida en que amenaze con paralizar, entorpecer y deshonrar la voluntad, la acción...(28-29)"

La contradicción inherente al espíritu apolíneo se desarrolla en su propio discurso: rechaza su finalidad más íntima para poder ampliar sus "medios", transformándolos en el objeto de la transferencia energética. La acción de "decidir negar el saber" sería el centro de esta resolución, y sería una unidad de discurso de carácter de umbral (M. Foucault, S/F), que modifica el discurso apolíneo como sistema. Según el Diccionario de los símbolos, Apolo –para poder lograr su cometido real -debe "volverse más y más complejo, sintetizando en él varias oposiciones que consigue dominar, para terminar en un ideal de sabiduría que define el milagro griego." (Chevalier y Gheerbrant, p.111). No hay forma de que las oposiciones puedan resolverse si antes no se modifica el sistema, incorporando nuevos signos que, a su vez, modifican la finalidad del conjunto. Aschenbach se aleja del "objeto " mismo de "su discurso interior", tratando de alcanzarlo.

3.- Hermes, en posición cerrada

La transdiscursividad puede considerarse como un "espejo roto", en el que la humanidad se ve a sí misma de forma parcial. Dependiendo de qué parte del espejo le toque a cada hombre o a cada mujer ver, podrá entender ciertas realidades y verdades desde el ángulo de los discursos de su competencia, de forma fragmentaria, y desde una perspectiva específica. La totalidad de los discursos componen una pluralidad: "...los discursos son dominios prácticos limitados por sus fronteras, sus reglas de formación, sus condiciones de existencia: el cimiento histórico del discurso no es un discurso aún más profundo –a la vez idéntico y diferente." (M. Foucault, S/F, p.60)

Apolo (el yo, la conciencia, la razón) busca comprender la verdad consolidando necesariamente un discurso ("comprender es, ante todo, unificar". A. Camus, 1999, p.27); pero la finalidad, aprehender la belleza, la totalidad, lo unívoco, necesariamente fracasa: el discurso sólo puede alimentarse de las relaciones de su sistema y con otros discursos de su propio nivel. Podrá aumentar, ser más complejo, pero nunca trascender la propia naturaleza discursiva. Hermes, "la palabra", es el símbolo del discurso mismo. La capacidad perceptiva de Aschenbach se encuentra, de repente, enceguecida por Hermes, por un discurso bien definido y desarrollado que se ha erigido en un único instrumento cognoscitivo que no puede abarcar la multiplicidad y la profundidad de los fenómenos, que lo rebasan. La conciencia se torna en la prisión y el obstáculo. Apolo, bajo el influjo activo (el discurso) y pasivo (lo inaprehendible por este discurso) de Hermes se condena a sí mismo al fracaso.

Como ejemplo para entender la forma en que Hermes actúa sobre la conciencia, Jung utiliza "El cuento del espíritu en la botella"(Jung, 1998, p. 59). Hermes es el espíritu en la botella, ubicado en las raíces de una gran encina que se encuentra en el medio de un bosque. Es símbolo de un contenido psicológico con personalidad, es la encina, el árbol central y más grande del bosque. Representa el "yo". La botella, al estar debajo del suelo, es el estado mineral de la conciencia, y la potencia del inconciente relacionada al "yo". A medida que el árbol se nutre y se convierte en acto, crece asumiendo una determinada forma, un discurso determinado. La botella representa una energía del "yo" preformada, es el "caos potente", lo abismal. Es un estrato psíquico independiente, aunque ligado íntimamente al conciente. El que sea botella implica que está cerrado, separada de la tierra y del árbol, esperando a ser desenterrada y abierta para dar inicio al proceso de individuación (Jung, 1998).

Hermes, sin embargo, tiene connotaciones no sólo individuales, los diferentes códigos culturales barthesianos (Scholes, 1982, p.217, 218) aluden con evidencia a este fenómeno: "Para Barthes, no existe un contexto puro. Todos los contextos le llegan al hombre codificados, estructurados y organizados por el lenguaje, y con frecuencia en formas claramente intrascendentes" (Scholes, 1982, p. 212). Los códigos serían la representación colectiva del "yo", de un "nosotros" como "cultura", determinada por una historia en la que prevalecen diferentes discursos que han sido encumbrados como "de autoridad", y que son aplicados para ordenar la realidad. La conciencia los necesita para aprehender el mundo y para comunicarse con el resto de los hombres: "La pregunta que hemos de hacerle siempre al lenguaje es ésta: ¿cómo el lenguaje (tal o tal otra lengua) recorta la realidad?, ¿qué recorta de esa realidad?" (Barthes, pág. 107, 2002). Es lo que Kierkegaard llama "lo general" en Temor y temblor: debido a su carácter formado y cerrado, hace que el hombre posea un lado ciego, que se mantenga un amplio lado de la realidad, lo preformado, y un sinnúmero de contenidos subliminales, en la oscuridad.

En el segundo capítulo de Muerte en Venecia, Hermes se "cierra" con el avance de lo apolíneo. En realidad, es la conciencia la que se cierra a su propio contenido preformado y subliminal: "Cierto tono oficial y pedagógico se fue infiltrando con el tiempo en la producción de Gustav Aschenbach; su estilo se había liberado, en los últimos años, de las audacias imprevistas, de los matices nuevos y sutiles, decantándose hacia una especie de paradigmática solidez..."(p.30) Empieza a nutrirse sólo de los códigos culturales. Lo que está marcado en azul corresponde a esta antinomia hermética: "proclamaba el rechazo de cualquier equívoco en el plano moral, de cualquier simpatía por el abismo" (p.29). La conciencia afirma lo que Hermes tiene de cerrado, el discurso formado y afirmado ("plano moral"), y rechaza lo abierto, lo que tiene de preformado e invertido ("el abismo").

La inclinación de la conciencia es tal, que –como hemos visto antes- troca su finalidad innata satisfaciendo lo que el discurso cultural estima por bueno, la "fama", "la dignidad", "lo moral".

Sea como fuere, lo cierto es que toda evolución es un destino. Y ¿por qué aquella que cuenta con la simpatía masiva y confianza del gran público no habría de seguir un curso diferente de la que se cumple sin el brillo ni los compromisos de la fama? (p. 30).

Para que una obra espiritual relevante pueda tener sin demora una incidencia amplia y profunda, ha de existir una secreta afinidad, cierta armonía incluso, entre el destino personal de su autor y el destino universal de su generación (...) pero la verdadera razón de sus favores [la de los lectores] es un imponderable: la simpatía. (26)

Sus obras son exitosas no por producir una "revelación", o por generar una "experiencia estética primaria (Burguer, p. 191)". Aschenbach se contenta con ganar la simpatía del público, y su discurso literario armoniza con "lo general"; es un paradigma del código cultural. Como tal se mide a sí misma a través de esos valores, y triunfar es acceder a la fama, ser una persona digna para la sociedad, recibir el beneplácito de las autoridades educativas y recibir "un título nobiliario, que un príncipe alemán, recién ascendido al trono, [le] ofreció..." (p. 30).

Lo apolíneo, entonces, se sirve de este Hermes "cerrado" para poder justificar su predominancia, que ha dejado de funcionar correctamente, y con su discurso mantiene a lo inconciente reprimido.

Queda explicar la función de Hermes como "Mercurio que nace de Saturno". "Saturno" simboliza el plomo, la piedra, lo indecifrable, la "materia congelada, dotada de un mínimo de ser en su apariencia, y [que] sin embargo al golpearla enuncia con su sonido su simiente interna y su forma: es elocuente, rica de ser" (Zolla, 2003, p.134). Esta vibración es la "facultad de Hermes de crearse a sí mismo" (Jung, 1998, p.85), la piedra sólo puede decir absolutamente lo que ella es realmente. Si Saturno es el discurso indescifrable, Hermes es la capacidad de su desciframiento, la resonancia misma, el espíritu de la piedra, el espíritu del mundo, la visión del discurso fuera de este mismo.

Una escritura no necesita ser "legible" para ser plenamente escritura. Podemos incluso decir que precisamente en el momento en que el significante (los falsos ideogramas de Masson, las misivas impenetrables de Réquichot) se desprende de todo significado y suelta vigorosamente la coartada referencial, el texto (en el sentido actual de la palabra) aparece. Pues para comprender qué es el texto, es suficiente –pero necesario- ver la ruptura vertiginosa que permite que el significante se constituya, se ajuste y se despliegue sin sostenerse en un significado. (Barthes, 2002, p. 105)

El lado que se mantiene en la oscuridad, para Jung, sin embargo, es un vacío que contiene formas imperecederas, que se manifiestan de una manera "supra consciente". Es el llamado "inconciente colectivo" o el "sí mismo"; son los surcos por donde la energía psíquica transcurre. La naturaleza "saturnina" de Hermes, sin embargo, logra acceder al mundo, dándole realidad y forma: "Mercurio es el logos vuelto mundo. La expresión demostraría que es idéntico fundamentalmente al inconciente colectivo" (Jung, 1998, p.85). Los arquetipos, cuando se encuentran en el "sí mismo", contienen esta naturaleza doble: "mostrar" y "cegar", son las posiciones que Hermes puede asumir: "abierto" o "cerrado".

Hermes en posición cerrada es la acción de Apolo como represora de lo dionisíaco. Los códigos culturales son usados por la conciencia para definir las pulsiones de lo inconciente: "socavación interna y decadencia biológica; la cetrina fealdad, sensualmente desfavorecida, que hacía surgir de sus pasiones una llama pura y llegaba incluso a encumbrarse, dominante y triunfal, en el reino de la belleza"(1999 p.27).

La cerrada percepción de Aschenbach interpreta esta "llama pura", que proviene de un contacto con lo inconciente colectivo, como algo indeseable; que por ser pura fuerza creadora, se manifiesta por medio de sus pulsiones ("sus pasiones") y lo llevan a escribir textos verdaderos, hermosos. A pesar de este "influjo benéfico", el discurso de su conciente sólo puede codificarlo como "lo tenebroso". Se trata de una percepción parcial del contenido, que por tener mucho de inaprehensible, o "saturnino", es condenado.

II.- El proceso de transformación de los contenidos, la lucha entre los contenidos tópicos y los contenidos correlacionados

1.- Inicio de la transformación, Munich

En el primer capítulo de la obra se opera el inicio del cambio de Aschenbach. Observemos que el relato primero (G. Genette, 1972) se dedica enteramente a desarrollar su transformación, hasta llevarlo a la destrucción y "sublimación" final.

El encuentro con el forastero en el cementerio, le producen ganas de viajar, lo dionisíaco se manifiesta porque su férrea voluntad se ha debilitado: "Lo cierto es que notó, sumamente sorprendido, una curiosa expansión interna, algo así como un desasosiego impulsor, en apetencia de lejanías juvenil e intensa(...) una sensación tan viva, nueva o , al menos, tan desatendida y olvidada hacía tanto tiempo..."(p.18).

El debilitamiento de lo apolíneo ha ocurrido, en primera instancia, por su adhesión al Hermes "cerrado", la finalidad de la energía apolínea ha sido empleada para procurarse otra meta que no es enteramente afín, contentándose con la satisfacción que le pudiera procurar el "éxito en sociedad", no reprochable pero sí contingente.

...amaba –o casi- esa enervante lucha, diariamente renovada, entre su orgullosa y tenaz voluntad, tantas veces puesta a prueba, y una creciente lasitud que nadie debía sospechar en él y que nada, ningún síntoma de flaqueza o de incuria, debía dejar traslucir en el producto de su labor.(p.20)

Lo dionisíaco irrumpe, entonces, una vez que la consciencia se encuentra debilitada. La incertidumbre de haber fracasado o triunfado por medio de su trabajo se apropia de Aschenbach, y ya no siente la satisfacción que antes le procuraba. Entonces surge el miedo a perder la jerarquía y los honores recibidos y que significaban para él su triunfo.

No es que lo que escribiese fuese malo: ésta era, al menos, la ventaja de su edad, que lo hacía sentirse en todo momento, y muy seriamente, seguro de su maestría. Pero mientras la nación la honraba, él mismo estaba descontento de ella y tenía la impresión de que su obra no ofrecía muestras de ese humor lúdico y fogoso que, fruto de su alegría, sustentaba, más que cualquier contenido intrínseco o mérito importante, el deleite del público lector. (p.21)

2.- El viaje a Venecia

Aschenbach viaja a una isla del Adriático, pero allí no encuentra satisfacción a sus deseos. Iba en busca de "un exotismo insólito" (p.33): "algo en su interior lo inquietaba, induciéndole a partir...( p.33)". Puede observarse que Aschenbach, todavía dueño de sí, se deja llevar sin embargo por sus pulsiones. Se trata del mismo Apolo que voluntariamente está cediendo su autonomía a Dionisos. Más adelante en la historia, examinará "su serio y fatigado corazón, por si algún nuevo entusiasmo o confusión, por si alguna aventura sentimental tardía pudiera estarle reservada aún...(p. 38)"

Aschenbach toma un buque a Venecia, el mundo se hace cada vez más simbólico por los cronotopos que se van desarrollando con la narración. Los lugares que transita ayudan a su propia transformación: el barco es "sucio", está hecho de "antros", es "viejo", "lóbrego"; todo en él contiene un aire de irracionalidad, de caos. En el viaje se topa con diferentes manifestaciones de Dionisos: un marinero, el capitán del barco, el viejo que acompaña un grupo de jóvenes, y que se viste y actúa como ellos. Todos estos factores están afuera de Aschenbach, pero la narración está altamente focalizada sobre él, y muchas veces no sabemos cuándo es una proyección del viajero, cuándo se trata de un mundo que contiene una vitalidad secreta, que va transformándose al unísono con Aschenbach, como otro personaje más, como un espíritu que se manifiesta a través de las cosas. El siguiente es un claro ejemplo. Aschenbach, a medida que va quedándose dormido, consigue vivenciar el punto en el que la vigilia y el sueño se confunden, las impresiones del mundo y las manifestaciones de su inconciente se igualan:

El horizonte estaba totalmente despejado. Bajo la turbia bóveda del cielo se extendía en derredor el enorme y desierto disco del mar. Pero en el espacio vacío e inarticulado acabamos por perder también la noción del tiempo, y nos desvanecemos en una inmensidad crepuscular. Figuras sombríamente extrañas... (p.37)

Esta concordancia entre el surgimiento de lo dionisíaco en su interior y en el exterior, irá haciéndose presente cada vez con mayor fuerza: "Y aschenbach (...) volvió a ser presa de una sensación de angustia, como si el mundo mostrase una leve, aunque irrefrenable, tenedencia a la deformación, a derivar hacia lo insólito y grotesco..." (p.39)

Naturalmente, gran parte de las reacciones de Aschenbach en esta parte de la historia, son de rechazo y de asombro. Vemos en el siguiente discurso indirecto libre un claro ejemplo, siendo el referente el "viejo joven" antes mencionado: "¿No sabían, no advertían acaso que era viejo y no tenía derecho a llevar su abigarrada indumentaria de dandy ni hacerse pasar por uno de ellos?"(p.36).

3.- La llegada a Venecia, la pulsión de muerte

Una vez llegado a Venecia, Aschenbach se dispone a ir al hotel Lido, y decide tomar una góndola. Entre la secuencia del desembarco y del ascenso a la góndola, el narrador hace una pausa para describirla. Sin embargo, se trata de una prolepsis interna focalizada en Aschenbach, y la descripción se transforma en un discurso interno narrado. Una vez concluida la descripción, comienza la secuencia de esta forma: "Aschenbach lo advirtió [todo lo anteriormente descipto] cuando se hubo instalado a los pies del gondolero... (p.41)".

Con el tema de la góndola empieza a manifestarse plenamente una característica importante del contenido de lo dionisíaco, se trata de la "pulsión de muerte" tan estudiada por Freud, el deseo de autodestrucción.

...entre el chapoteo nocturno del agua; evoca aún más la muerte misma, el féretro y la lobreguez del funeral, así como el silencioso viaje final. (...) "La travesía será corta", pensó. "¡Ojalá fuera eterna!"(...) "Es verdad que conduces bien. Aunque hayas puesto los ojos en el dinero que llevo y me envíes a la mansión de Hades con un buen golpe de remo por detrás, me habrás conducido bien. (p. 41 a 45)

El gondolero representa a Quirón, el que lleva las almas al infierno. Aschenbach cruza el río que une los bancos de lo conocido y lo desconocido. Otro indicio que corrobora la función simbólica del gondolero es su desaparición cuando Aschenbach regresa para pagarle.

4 .- Encuentro con Tadzio, la manifestación de Eros

Luego de las secuencias de la instalación en el hotel y de la llegada al comedor, Aschenbach descubre entre los comensales a Tadzio. Otra vez el narrador hace una descripción focalizada desde Aschenbach, que va de lo general ("Ante él se desplegaron vastos horizontes que abarcaban, tolerantes, una gran diversidad... (p. 46)" a lo particular ("...un efebo de cabellos largos de unos catorce años (p. 47)".

La primera experiencia de Aschenbach con relación a Tadzio es de corte apolínea: "...hacían pensar en la estatuaria griega de la época más noble; y a más de esa purísima perfección de sus formas (p.47)". Su conciencia artística se maravilla de la belleza y cede a los impulsos que ésta le suscita: "...poseía un encanto tan único y personal que su observador no creía haber visto nunca algo tan logrado en la naturaleza ni en las artes plásticas.(p. 47)".

A lo largo de toda esta secuencia, Aschenbach contempla al muchacho, pone en servicio de Dionisos lo apolíneo, que cumple la función contemplativa de aprehender la belleza. Al siguiente día de la historia, se reencuentra a Tadzio, y de nuevo se maravilla desde lo apolíneo. Compara la cabeza del muchacho con la "cabeza de Eros". En las secuencias siguientes, en la playa, Aschenbach se deleita adivinando el nombre de Tadzio. El espacio funciona como un cronotopo carnavalesco, el de "la plaza", las voces se confunden unas con otras produciéndose una polifonía, las personas se toman libertades que normalmente nunca se tormarían ("la desnudez que, con osada desenvoltura, hacían buen uso de las libertades del lugar", p.53). La playa es manifiestamente dionisíaca.

En la Poética de Todorov, se describen cinco funciones cardinales (Barthes, 1997, p.20) básicas que conforman la unidad de la secuencia: a) inicio, b) fuerza desequilibradora, c) desequilibrio, d) fuerza equilibradora, y e) nuevo equilibrio. Las últimas dos secuencias de la macrosecuencia "playa", no se completan, sólo desarrollan sus tres primeras funciones. La primera secuencia, podría nominarse de la siguiente forma: a) Aschenbach está contemplando a Tadzio, b) Tadzio se tumba en la arena, c) Aschenbach se emociona. La siguiente, que no se desarrolla realmente en "la playa", pero que implica su abandono, se resume así: a) Aschenbach coge el ascensor, b) Tadzio está en el ascensor, c) Aschenbach reflexiona sobre la salud del joven y no le desea la vejez. Luego de cada secuencia se produce una elipsis determinada que deja la secuencia truncada. Es interesante observar cómo el nivel sintagmático funciona aquí para promover el sentido a un nivel superior, desde la estructura misma. Si bien en estas secuencias hay pocos indicios que tengan un poder de irradiación (Barthes, 1997, p.39) verdaderamente notable, la estructura de las mismas hacen que Aschenbach vaya de un "equilibrio" a un "desequilibrio". Implícitamente el narrador va demostrando cómo lo apolíneo se va transformando: cada vez piensa más en Tadzio, reflexiona más sobre su belleza, etc., y empieza a ser Eros.

5.- El punto de inflexión: Dionisos-Tanatos vence a Apolo

La siguiente secuencia, también trunca, sin embargo está invertida con respecto a las dos anteriores. Es la que inicia la larga macrosecuencia en la que Aschenbach intenta escapar de Venecia. Se desarrolla así: c) Aschenbach, en las callejas de Venecia, no se siente bien, d) Escapa de las callejas y accede a una plaza, e) Decide marcharse de Venecia. Aquí vemos realizarse un movimiento que va de un desorden a un orden. Puede leerse toda la macrosecuencia como un intento desesperado de los contenidos tópicos que todavía están presentes en Aschenbach de revertir la transferencia. "La pulsión de muerte" se manifiesta externamente, iniciando uno de los temas de la obra: la peste, cronotopo muy difundido en la literatura que tiene una amplia connotación carnavalesca, que ha sido tratado por autores como Boccaccio, Rabelais, Manzoni, Camus, Bajtín, Artaud y Foucault.

La pulsión de muerte, al convertirse en una manifestación no sólo interna sino también externa, adquiere una nueva forma a la que llamaremos de ahora en más Thanatos. Simboliza la sublimación de Dionisos como contenido afirmado. Si la búsqueda de lo dionisíaco es la libertad, el gravitar hacia la muerte significa el impulso de mayor alcance, el más libre (véase: Camus, 1999). Apolo, todavía estando ampliamente afirmado, y que busca siempre la vida, se escandaliza al percibir la muerte estando tan cerca, y esto le confiere una nueva autonomía temporal.

Al día siguiente, notamos que se encuentra nuevamente debilitado. Eros se ha restablecido parcialmente: "...entonces comenzaron los remordimientos. ¿No habría tomado una desición precipitada y errónea, imputable a un estado enfermizo y que en ningún caso debería ser determinante?" (p. 61). Puede observarse la dicotomía que ha sufrido la energía del "yo". Eros, el contenido correlacionado, critica las desiciones asumidas por el viejo Apolo, el que "antes" poseía una autonomía casi total como contenido tópico. El "yo" está sumido en la contradicción, la conciencia está escindida entre las dos posiciones, e interpreta erróneamente que es Thanatos, " el estado enfermizo", el que ha tomado la decisión de partir.

Las secuencias que siguen mantienen esta ambivalencia de la conciencia de Aschenbach. Eros, estrechamente relacionada con Apolo por compartir la misma energía psíquica, usa el discurso de aquél para engañarlo, para hacer que ceda, para que deje de resistirse a la transformación. La primera secuencia que se desarrolla en la mañana en que debe partir, sigue así: a) Aschenbach entra al salón del comedor, b) Ve entrar a las hermanas e institutriz de Tadzio, c) Se le acerca el portero y lo induce a que se retire, para que no pierda el barco d) Aschenbach piensa que tiene todavía mucho tiempo, se indigna.

Cabría esperar la partida de Aschenbach como desenlace lógico, pero su orgullo, de corte apolíneo, se hace presente: él sabe lo que hace. Decide quedarse y tomarse el tiempo que quiera, y el conflicto no se resuelve. A "los cinco minutos (T.Mann, p. 62)" regresa el portero y la secuencia recomienza desde donde fue dejado: c¬ ) El portero le informa que el coche que lo debe llevar no puede seguir esperando, d¬ ) Aschenbach ordena que lleven su baúl al barco, e) Aschenbach termina su desayuno sin ninguna prisa.

A la anterior le sigue la secuencia "Aschenbach va del hotel al barco que lo llevará a la estación", y seguida de ésta una secuencia de mucha importancia: Es el punto en el que Apolo inflexiona, sus contenidos se vuelcan y comienzan a estar de posición afirmada a posición invertida. Se nos informa en primer lugar que le asalta un gran remordimiento, sentimiento de por sí apolíneo pero que se haya en el lado de Eros, y luego: a) Aschenbach viaja hacia el puerto, b) Aschenbach es asaltado por Dionisos, aspira "con bocanadas profundas (...) ese holor ligeramente hediondo a mar...(p. 63)", c) Aschenbach se encuentra profundamente afligido d) Eros asume el papel de la prudencia apolínea y le informa que si abandona Venecia, nunca podrá regresar, c¬ ) Dionisos lo asalta nuevamente, Aschenbach siente una profunda "inclinación anímica (p. 63)" por Venecia, d¬ ) Eros nuevamente asume el papel de Apolo, y considera ridícula la decisión asumida el día anterior: marcharse; y menosprecia las razones que la impulsaron. La última función de esta secuencia es profundamente bivocal, y presenta la lucha entre Dionisos, que quiere consolidarse definitivamente como contenido afirmado y Apolo, que se defiende desde una posición debilitada. Para éste es una lucha en contra de la muerte: cÜ y e) "Entretanto, el vaporetto se aproxima a la estación, y el dolor y la perplejidad adquieren proporciones caóticas. Partir le parece al torturado viajero no menos importante que volver (p. 64)."

La verdadera batalla interior es la de Apolo en contra de Thanatos. Aschenbach sufre porque no desea partir, pero quedarse significa la muerte. El malestar que le produce la ciudad, en el fondo, es evidentemente destructor. Dionisos mantiene una posición afirmada con respecto a Eros, es el poderoso influjo del inconciente, de las pulsiones, sobre la consciencia, que se expresa en éste como pasión amorosa. Por esta razón, puede decirse que Eros es un contenido invertido. En realidad es una "ausencia", porque manifiesta lo dionisíaco que se apropia del "yo" y que utiliza el raciocinio en su provecho.

Naturalmente, la siguiente secuencia está truncada. Comienza desde una función de "desequilibrio": c) Aschenbach llega a la estación. d) Aschennbach compra el boleto. e) Le informan a Aschenbach que su baúl ha sido enviado a Milán. Esta secuencia podría leerse al revés (a-b-c), pero la reacción de Aschenbach desmiente este ordenamiento: "Una extraña alegría, un increíble gozo le agitaba el pecho en forma convulsiva (p. 64)." Aschenbach decide entonces quedarse en Venecia hasta que le regresen el baúl, y cuando esto sucede, por supuesto, no se va. Las secuencias descritas anteriormente son, entonces, un autoengaño. El baúl se pierde porque Aschenbach, bajo un influjo irracional, lo envía adelante suyo; irritado, quiere tomar su desayuno en paz. La fuerza dionisíaca ha manejado con astucia los hilos para vencer la férrea e inquebranttable voluntad que Aschenbach había desarrollado en su pasado. Él necesitaba una excusa para seguir sus impulsos, y se la fabrica. Greimas menciona que los sintagmas que por excelencia producen una transferencia de contenidos, son los contractuales que no pueden ser cumplidos.

Una vez que regresa al hotel, se siente cambiado, descubre que es debido a Tadzio que le costaba tanto marcharse. Entonces, "dirigió una mirada a su interior" e "inició un lento movimiento rotatorio hacia lo alto, las palmas de las manos vueltas hacia arriba, como surgiendo la apertura y expansión de ambos brazos. Era un gesto de complaciente bienvenida, de solícita y serena aceptación (p. 67)". La consciencia de Aschenbach es nuevamente una, es Eros, como amante que se subordina al ídolo, a Dionisos.

III.- La sublimación y la espiritualización de los contenidos. Thanatos en posición afirmada, Eros en posición invertida. El influjo de Hermes en posición abierta.

1.- Consideraciones previas, el discurso de la psicología jungiana y la simbología de la alquimia como paradigmas que alumbran la lectura.

Antes de proseguir con la lectura de los capítulos IV y V de la obra de Thomas Mann, es necesario explicar a la luz del discurso de la alquimia y de la psicología jungiana la función que cumple Hermes una vez que los contenidos correlacionados se han hecho dominantes. El esquema de la psique humana según Jung (ver: JUNG, 1982) se compone básicamente del consciente (el complejo central autónomo que se manifiesta como el "yo", "la encina", como hemos visto), el inconciente (los demás complejos que forman la mayor parte del "cuerpo psíquico", más o menos velada para la conciencia y de que suponen la mayor parte de la vida psíquica del individuo, representado por el resto del "bosque") y el "sí mismo" (el "inconciente colectivo", un profundo estrato psíquico de contenidos preformados por donde la energía psíquica transcurre inicialmente y de donde adquiere sus contenidos o formas primordiales –los arquetipos- que usan los demás complejos para poder funcionar). Está representado por el suelo, el estrato mineral del que los árboles se alimentan.

En alquimia (ver: E. Zolla, 2003), los metales están conformados por tres sustancias: el "centro" o "alma" de la piedra que es el azufre, la "circunferencia" o "espíritu" que es el mercurio, y la "sal", que es el "cuerpo" como solidificación que une y separa al mismo tiempo los otros dos componentes, la materia imperfecta. Considerando los contenidos tópicos que actuaban en Aschenbach, encontramos que su conciente representa en mayor medida el azufre (que es el corazón de la totalidad) y el inconciente (al estar sumido en las sombras) contiene la mayor parte de la sal. Su particularidad psíquica se representaría como una piedra concreta que reúne en su centro la mayor parte de sus "metales nobles", por sí imperfecta al ser heterogénea. El "sí mismo" estaría representado por el mercurio.

Simplificando el proceso que lleva a cabo el "opus magnum", el de conseguir el lapis philosophorum, podemos decir que consiste en "la unión del elemento macho, el azufre, y del elemento hembra, el mercurio (E. Zolla, 2003, p. 85)." Para lograrlo se separa la sal del azufre, y al "mercurio vulgar", la humedad natural de la piedra, se lo hace desaparecer por medio de la ebullición. A este proceso se lo llama "putrefactio" o "nigredo". Luego de que la roca ha llegado a la esencia sulfúrea que ha podido procurarse –una sublimación- el Alquimista lo combina con el "azogue", un mercurio externo y misterioso que ha sido extraído del espíritu del mundo. Entonces la piedra sufre una "espiritualización" o una "purificación" (Roob, 2003, p. 132) por medio del rociado. Luego de repetir este proceso un sinnúmero de veces, en el que la roca se va sublimando, separándose de la sal, y espiritualizándose por medio del "azogue", el proceso llega a su fin: la materia se ha espiritualizado y el espíritu ha cobrado una forma sensible: se consigue el lapis philosophorum.

Hemos visto en nuestro primer apartado parte de la naturaleza hermética. El mercurio natural de la piedra representaría el Hermes cerrado: el lado ciego del hombre sujeto a su discurso, aprisionado por su propio pensamiento. Éste no puede pensarse fuera de sí mismo, porque el hecho de pensar ya significa usar funciones del sistema que se quiere aprehender, permaneciendo en su interior. Hemos visto cómo los códigos culturales de Aschenbach se van derrumbado. La ebullición alquímica representa la progresiva desaparición de estos contenidos.

El segundo apartado de este trabajo describe algunas de las transferencias que los contenidos tópicos realizan a los contenidos correlacionados, implicando una serie de sublimaciones.

Se ha descrito ya el proceso de "putrefacción", en el que la "sal" y "el azufre" progresivamente se van separando y sublimando (la transferencia de los contenidos tópicos a los correlacionados). La conciencia, naturalmente "activa", dueña de la voluntad y del pensamiento, se ha visto invadida por Dionisos y le ha cedido a éste sus funciones. Eros es esta consciencia subyugada por lo dionisíaco. Hemos descrito a Thanatos con algunos atributos de Apolo: busca liberarse de las ataduras a través del deseo de muerte, es una pulsión que gravita naturalmente hacia "lo otro", "lo desconocido"; y aunque el proceso finalice en la destrucción, connota la idea de "verdad". A este traslado de las funciones, a la luz de una interpretación desde el discurso psicologógico jungiano, corresponde que "la libido no abandona una formación como si fuese una intensidad pura, pasando íntegramente a otra formación, sino que transfiere características de la vieja función a la nueva (Jung, 1982, p.32)." La sal va cediéndole al azufre lo que tiene de sulfúreo y éste a aquél lo que tiene de salíneo; cada sustancia se va unificando y separando. Los contenidos correlacionados representan el azufre que ha sido condensado y separado de los antiguos cuerpos heterogéneos y burdos que antes se hallaban mezclados con él: la sal.

Si bien el Hermes abierto, o "el mercurio filosofal", se ha manifestado en el capítulo II en algunas oportunidades, no nos detendremos en ellos y proseguiremos a describir su acción solamente en los dos últimos capítulos de Muerte en Venecia.

2.- La sublimación y la espiritualización de Eros

El capítuo IV se inicia con una serie de sintagmas que marcan una diferencia estilística con los anteriores capítulos. Observamos que el narrador, focalizado sobre Aschenbach, describe el mundo usando una profusión de imágenes de los mitos griegos. Mangariello y González de Tobía lo denominan la "eclosión de lo griego".

Día tras día el dios de las mejillas de fuego guiaba desnudo su ignívoma cuadriga agitando sus rubias guedejas al soplo del impetuoso euro. Un resplandor sedoso y blanquecino cubría el persezoso oleaje de las llanuras del Ponto. La arena ardía. Bajo la bóveda azul con destellos plateados del éter... (p. 69)

Se sentía como arrebatado a los campos elíseos, en los confines de la tierra, donde los hombres viven dichosamente y jamás hay nieve (...) donde los días transcurren en un ocio divino, sin luchas ni fatigas, consagrados exclusivamente al sol y sus festividades (p. 70-71)

...una brisa, un alado mensaje proveniente de inaccesibles moradas venía a anunciar que Eos había abandonado el lecho del esposo:y en las zonas más remotas del cielo aparecía aquel dulce resplandor primero (p. 79)

Pero el día, que se inauguraba con tan solemne ritual de fuegos, conservaba una extraña sublimidad y sufría transformaciones míticas, ¿de dónde podía provenir esa briza que, tan dulce y enjundiosa como una inspiración llegada de lo alto, retozaba de pronto entre sus sienes y orejas? (p. 80)

La percepción del mundo ha cambiado: se halla "espiritualizada". Aschenbach se encuentra cerca del "tiempo primordial", de la "edad de oro". La sublimación de sus contenidos no sólo proyectan hacia afuera su ser transformado, sino que Hermes lo complementa, situándose en una posición abierta, como si se tratara de un "rocío del mercurio filosófico" que deja contemplar la maravilla que el mundo carga en sí, y que la mayor parte del tiempo resulta imperceptible por las barreras que el hombre se impone. Hermes se manifiesta como el "espíritu del mundo" que se deja apreciar en toda su belleza y verdad. Lo que Bajtín llama inversión histórica (BAJTÍN, 1989, p. 341) aquí se ha vuelto una reinversión histórica.

La enciclopedia de Aschenbach traduce las experiencias con la temática de la mitología griega, transforma la profunda percepción en un discurso simbólico que acompaña el disfrute de la experiencia que lo va espiritualizando, y él mismo espiritualiza al mundo de forma proyectiva. Si Eros, como contenido correlacionado, tiene en sí las funciones de Apolo en posición de "ausencia" (invertido), vemos entonces que estos pasajes de corte mítico le corresponden por excelencia, aunque ya se haya tan unido a lo inconciente que el disfrute y el solaz que siente interiormente, también representan pulsiones dionisíacas.

Esta percepción es el producto de una correspondencia de los múltiples complejos de Aschenbach. La energía psíquica consigue un curso armonioso que muestra un atisbo de los contenidos del "sí mismo", que se expresan cuando "una experiencia externa ha sacudido de tal modo al individuo que ha derribado su anterior concepción de la vida, o cuando los contenidos de lo inconciente colectivo, por cualquier motivo, alcanzan una energía tan grande que son capaces de influir en la conciencia (Jung, 1982, p. 175)."

"Se levantaba temprano, como solía hacerlo cuando su afán de trabajar era particularmente intenso, y bajaba entre los primeros a la playa (p. 71)." Aschenbach deja transcurrir los días al lado del mar, contemplando a Tadzio. Si él es el sujeto-Eros, Tadzio es el objeto-Dionisos de la contemplación. Los dos se transforman en una unidad armoniosa: el amante y el amado, y el vínculo es la contemplación: "El contemplador estuvo pronto en condiciones de distinguir cada línea y cada pose de aquel cuerpo excelso, que tan libremente se ofrecía a su vista... (p. 72)."

En el siguiente monólogo narrado, observamos cómo actúa la transferencia de los contenidos tópicos apolíneos, que se expresan desde una posición invertida:

¡Qué disciplina, qué precisión en las ideas se expresaban a través de ese cuerpo cimbreño y juvenilmente perfecto! Pero la voluntad pura y severa que, operando desde la oscuridad, había logrado sacar a la luz esa estatua divina ¿no le resultaba acaso a él, el artista, algo ya familiar y conocido? (p. 73).

Si bien el motor es Eros, porque se trata de un elogio de los atributos de su objeto, todos los signos aluden a la antigüa visión apolínea de Aschenbach. "Antes" estos signos eran meramente ideales, cuando trataba de reflejar la belleza espiritual por medio de sus libros. "Ahora" han cobrado forma y materia: Tadzio. El objetivo de alcanzar el "lapis philosophorum", una piedra materialmente espiritual y espiritualmente material, se encuentra cercano.

Una nueva sublimación del "azufre" se desencandena cuando Aschenbach se encuentra con la idea de "imagen y espejo". Súbitamente, cobra conciencia de que está viviendo, experimentando, lo que antes sólo podía representar a través de su trabajo como escritor. Tadzio es el espejo de su alma, el "azufre" incendiado de amor. El sujeto y el objeto son idénticos. Por medio de la contemplación del espejo, del amado, la imagen del dios interior se manifiesta. Esta idea llena de embriaguez a su espíritu y en consecuencia se produce la "espiritualización" por medio de Hermes:

"Su espíritu empezó a girar, su formación cultural entró en ebullición y su memoria fue rescatanto ideas antiquísmas que había recibido en su juventud y hasta entonces nunca había reavivado con fuego propio (...) sí, sólo con la ayuda de un cuerpo era capaz de acceder luego a un plano de contemplación más elevado (p. 74)."

Las características del "mercurio filosofal" se presentan con plena evidencia. Su facultad de "espiritualizar" al sujeto (la piedra sublimada) se manifiesta con el recuerdo de "ideas antiquísimas" que aluden al inconciente colectivo, y al rescatar lo apolíneo más puro de la juventud de Aschenbach. La idea de Aschenbach de "contemplar la belleza" física y espiritual para poder experimentar una "elevación", es la mezcla de lo más sublime de su inconciente y de su conciente. Este proceso hermético lo llevará a alucinar con el mundo antiguo, contemplando un lugar muy concreto, como si se tratara de un verdadero viaje astral: "...vio el viejo plátano no lejos de las murallas de Atenas, vio aquel lugar sagrado y humbrío, embalsamado por el aroma del zausguillo en flor y exornado por estatuillas votivas y ofrendas piadosas...(p. 75)".

En esta visión, el narrador nuevamente va describiendo "lo general" hasta llegar a "lo particular", focalizando -desde Aschenbach- un diálogo entre Platón y Fedro, que le dice en forma de discurso indirecto y libre y que es, además, un intertexto: "Porque la Belleza, Fedro mío, y sólo ella es a la vez visible y digna de ser amada: es, tenlo muy presente, la única forma de lo espiritual que podemos aprehender y tolerar con los sentidos (...) La Belleza es, pues, el camino del hombre sensible hacia el espíritu". (p. 75)

En esta fórmula radica la esencia de la idea antes expuesta de sujeto y objeto como "imagen" y "espejo". La Belleza, suscita al ser sensible pulsiones dignos de lo apolíneo. Es el nexo entre "lo bajo" y "lo alto". En el fragmento que hemos suprimido de la cita, se hace mención a Sémele, madre de Dionisos, que por contemplar a Zeus queda fulminada, y de su muerte nace el joven dios. Simboliza en este aspecto lo divino y material: la Belleza.

Eros simboliza entonces la unión amorosa de Apolo y Dionisos: del sujeto activo que sin embargo se desprende de sus facultades activas, de sus contenidos (la voluntad, la razón, el orgullo) y que mantiene su forma (lo espiritual, lo digno) para elevarse por medio de la contemplación de la Belleza, espejo del espíritu que sin embargo es material y que actúa sobre la conciencia como pulsión.

Esta idea incita a Aschenbach a escribir, de la contemplación deviene la creación como movimiento de afirmar el "objeto" por el "sujeto": recrearlo es internalizarlo, el objeto es espiritualizado a través del dios que radica en el interior del creador. A su vez, es un acto de entrega del "sujeto" al "objeto": la obra. Significa un desplazamiento de la energía psíquica a lo creado, que es una representación del objeto de adoración: en este caso, Tadzio, el ídolo dionisíaco. Esta entrega, que además es profundamente hermética, puesto que implica la "facultad de crearse a sí mismo (Jung, 1982, p. 85)", deja a Aschenbach "exausto, interiormente derruido: era como si su conciencia lo estuviera inculpando después de una orgía (p. 77)."

Se descubre entonces la profunda significación de Thanatos: la transferencia psíquica efectuada por medio de Eros, crearse a sí mismo sobre el objeto, sobre el ídolo, implica el debilitamiento y la posterior destrucción de las energías vitales del conciente, que sale brutalmente de sí mismo hacia "el otro". Es una destrucción del "yo". Si Eros es el que "ama la vida", Tanatos es el que "desea la muerte".

La última secuencia del capítulo es narrada así: a) Aschenbach espera en el salón la acostumbrada aparición de la familia polaca, de la que Tadzio es miembro, b) Sin embargo la familia nunca llega, c)Toma el ascensor, y adentro está Tadzio con su familia. Tomado desprevenido, no puede ocultar sus sentimientos, d) Tadzio le procura una sonrisa, "un regalo fatal"(p. 83), e) Aschenbach, en su habitación, está tan abrumado que enferma.

Se desarrolla con esto el inicio de la predominancia del contenido correlacionado afirmado Thanatos. Ashenbach interpreta la sonrisa como la del objeto que acepta su amor, su voluntad erótica. "Era la sonrisa de Narciso inclinado en el espejo del agua (T. Mann, p. 83)". Aschenbach, como Narciso, ha contemplado su propia imagen "espiritual", en la sonrisa de Tadzio. El reflejo de su amor lo impulsa a romper la última frontera, la del que se sacrifica por el amado: la destrucción del "yo", del sujeto, por alcanzar su propio reflejo que es el objeto amado. Sólo le resta seguir el impulso musitando "la fórmula: (...) –Te amo. (p. 83-84)".

3.- Sublimación y espiritualización final: Thanatos. La muerte como la transformación total.

En el comienzo del capítulo V, la narración desarrolla una elipsis determinada externa: "A la cuarta semana de su estancia en el Lido...(p. 85)". El número cuatro, como se sabe, simboliza "la tierra", "lo inorgánico", lo saturnal. La piedra es "la materia dotada de un mínimo de ser", pero que por esta condición tan radicalmente opuesta al "máximo de ser", o a la Unidad, significa "la manifestación más extraordinaria de la fuerza compresora de Dios (E. Zolla, 2003, p. 133)". Es el infinito del vacío, que mantiene una poderosa relación de contradicción con el infinito pleno. Esta relación los separa solo a un paso "óntico" de lo absoluto, y Hermes es el que transita este último camino, el que suprime las contradicciones de la dicotomía. Como Mefistófeles o Lucifer, es el que "comienza con el mal y termina con el bien (Jung, 1998, p. 89)."

El cuatro es un símbolo de muerte. Todo el capítulo estará dedicado a la figura de Thanatos, que impulsa a Aschenbach desde su interior, y desde su exterior, a través de la peste y de Tadzio, hacia su destrucción.

Venecia cumple la función de un cronotopo dominante (Bajtín, 1989, p. 462) bastante especial: el hornillo de atanor, el horno del alquimista. Ya se ha aludido a algunas de las características de este cronotopo, en él prima lo dionisíaco, el caos, lo carnavalesco; semejante a la plaza, funciona como tiempo y lugar que obligan a la transformación, pero de forma permanente y lineal (y no cíclica). "La playa" y "las callejas" serían dos cronotopos subordinados a "Venecia", dos "matraces" del "horno" en donde "el azufre" se va sublimando como Thanatos y Eros. Con esta lectura podría considerarse que Muerte en Venecia entronca con una serie literaria concreta que se desarrolló ampliamente tanto en Occidente como en Oriente. Este género histórico es el de los tratados de alquimia, que tienen entre algunos de sus referentes máximos al hermético Quibalion y las obras de Paracelso. Podemos encontrar dentro de este grupo a Goethe.

Aunque consideremos a Venecia como cronotopo de "horno de Alquimista" o no, de igual forma todo lo que ella contiene son manifestaciones externas, pasivas o activas,

de un proceso que transfiere y modifica los contenidos de la obra: sean vistos como ejes paradigmáticos que van cambiando sus funciones junto al personaje focal (Aschenbach); sean vistas como una metáfora, como los "vapores" o "chispas ardientes" de una roca que se está transmutando, y que por el momento está sumida en una batalla consigo misma para poder liberarse de sus sales; o sea como una alteración psíquica a gran escala en la que la capacidad proyectiva es desbordante; de igual manera se trata efectivamente de una unidad cronotópica.

Aschenbach se ha vuelto maníaco, las pulsiones dominan netamente su conciencia, trasponiendo su centro psíquico hacia Tadzio de forma puramente proyectiva: "...víctima de su extravío, no sabía ni quería otra cosa que perseguir sin tregua al objeto de su pasión, soñar con él en su ausencia y, a la manera de los amantes, dirigir palabras tiernas a una simple sombra (p. 90)." Es el comienzo de la transformación final, el "yo" empieza a despedazarse por la manía, la energía psíquica fluye hacia "el otro", hacia la muerte.

Paulatinamente va descubriendo la enfermedad de la ciudad, que como hemos visto es una manifestación objetiva de su propia situación: "Aschenbach sentía un oscuro regocijo por (...) ese perverso secreto de la ciudad que se fundía con el suyo propio, el más íntimo, y que a él también le interesaba guardar. (p. 87)." Su pulsión de muerte, la sublimación de Eros, es la manifestación activa de Thanatos. La peste es el influjo objetivo y pasivo de Thanatos, Aschenbach lo acepta y la busca contínuamente, se relaciona con ella. Él intuye el secreto que guarda la ciudad alrededor del problema de la peste, sin embargo, su único deleite -además de Tadzio- consiste en "descubrir la verdad", extraerla de los labios de alguno de los ciudadanos: "...sentía una extraña satisfacción al dirigir preguntas capciosas a los iniciados y obligarlos así, dada su condición de conjurados del silencio, a mentir deliberadamente (p. 92)."

Con la secuencia de los músicos callejeros se inicia el último proceso de sublimación, que consiste en eliminar los últimos vestigios de la sal que tiene el azufre, aquellos resquicios de los contenidos tópicos que se resisten en separarse como nigredo. El "insulto", la "burla" y la "humillación" de los viejos valores son los métodos

empleados dentro de la narración para combatirlos; hay una voluntad de destrucción realmente agresiva que es necesaria si la transmutación debe ser completada.

Uno de los músicos desempeña una canción al final del concierto, en la que: "Restablecida la distancia entre el artista y auditorio, el tipo había recuperado toda su desfachatez, y la risa que impúdicamente dirigía a la terraza era una carcajada sardónica (p. 98)". Según Bajtín, el pícaro tiene una particularidad inherente: "ser ajeno en este mundo (...) ellos ven el reverso y la falsedad de cada posición (M. Bajtín, 1982, p. 354)." El cantante, de corte manifiestamente dionisíaco ("...mitad rufianes, mitad comediantes, brutales y temerarios, peligrosos y entretenidos a un tiempo."p. 95), cumple con este rol, y ridiculiza a la burguesía europea que ha decidido ir a venarear llevando consigo todo su convencionalismo e hipocresía (ver: Bajtín, 1982, p. 357). El músico se burla de ellos desenmascarando su falsedad, que se completa cuando los oyentes, contagiados, se ríen también sin saber que lo están haciendo de ellos mismos, lo que suscita una carcajada aún mayor en el músico. Tadzio y su amante son los únicos que se mantienen serios.

La "burla" es una función actancial de Thanatos, se trata de un "principio de equivalencia" bastante radical. Los contenidos correlacionados incitan a Aschenbach a hacer lo que "antes" hubiera repudiado, usando la misma energía que antes hubiera funcionado para denegarla, reprimirla. Si en un momento se había querido ir para no volver a Venecia, luego nunca se va; si su vieja consigna era "resistir", "cede" ante los influjos de Eros; si en un momento su vocación era la creación, su vocación en otro momento se convierte en la contemplación. Estos ejemplos corresponden a secuencias de la historia en la que todavía los dos contenidos no se encontraban plenamente en una posición afirmada o invertida, por la que aparecen suavizadas, y el "insulto" no es plenamente evidente.

"Luego podría (...) dar media vuelta y huir él también de aquella ciénaga. Pero al mismo tiempo se sabía infinitamente lejos de querer dar ese paso en serio, un paso que lo haría retroceder, que lo devolvería a sí mismo. Pues quien está fuera de sí nada aborrece tanto como volver a sí mismo (p. 104)."

"¿Qué podrían importarle ahora el arte y las virtudes frente a las ventajas del caos? (p. 105)"

"Grande era su repugnancia, grande también su miedo, y sincera su voluntad de proteger, hasta el final, lo suyo contra lo de fuera, contra el enemigo del espíritu digno y sereno (p. 106)."

Usando el mismo color que define a Apolo para demostrar la similitud que este discurso tiene con el de aquél, distinguimos la voz de Dionisos como energía destructora o Thanatos. Éste se "burla" de la antigua vida psíquica, manifestando reacciones y palabras idénticas a las que aquél había empleado cuando necesitaba afirmar sus contenidos como "verdaderos" y "buenos", para "condenar" los invertidos. Aunque estas nuevas acciones y reacciones pueden considerarse degeneraciones, cumplen una función específica: forzar el conciente a que se rompa -como ya hemos visto que sucede con Eros- desacralizando los antigüos contenidos y llevando a Aschenbach a contradecir todo su pasado por un proceso de inversión. Un cambio tan brusco sólo puede finalizar en una violenta ruptura. La misma "burla" es el "principio de equivalencia" de la antigua seriedad con que Aschenbach se trataba a sí mismo. Se trata, en el fondo, de una parodia.

Luego de un sueño revelador, en el que Aschenbach experimenta la fuerza dionisíaca de forma ritualística y orgiástica como símbolo de iniciación en el culto dionisíaco (en el que podemos leer un influjo arquetípico propiciado por Hermes), Aschenbach se transforma en el "joven viejo". Lo que "antes" (cuando viajaba a Venecia) había repudiado y considerado de una indignidad inaceptable, "ahora" significa una dignidad sagrada, propia del nuevo sacerdote que recibe las prendas de su orden. Para los contenidos tópicos se trataría de una humillación imperdonable, para los contenidos correlacionados se trata de una nueva sublimación, de una profunda experiencia sagrada.

Aschenbach, sumergido en ensoñaciones y en una pulsión que lo ha dejado sin voluntad alguna, siendo una sombra que persigue al ídolo por las callejas de una ciudad sombríamente enferma de peste, hila confusamente pensamientos que ya han dejado de ser ideas y que ahora son imágenes disconexas. El "yo" se ha entregado por completo al objeto, que se ha llevado también la pasión erótica. Sólo le queda una embriaguez irracional, confusamente relacionada con la muerte que respira por doquier. Thanatos se ha afirmado de tal forma que Eros asume una posición de "ausencia": "lo espiritual" que percibía de sí mismo reflejado como Belleza en Tadzio, se ha convertido en una sombra, en una pulsión irreflexiva que nada dice de él mismo, que dice sólo de su condición de espectro.

Aschenbach firma su condena de muerte al comerse unas frutillas "excesivamente maduras (T. Mann, 1999, p. 111)" en la misma plaza en la que había decidido marcharse de Venecia, lo que habría significado que siguiera con vida. Come la fruta bajo un silencio total, efecto de la gran mortandad producida por la peste. Luego reinventa el discurso de Apolo y Fedro, siendo éste entonces, un hipertexto, que si bien al principio es una cita, luego se modifica:

¿O crees más bien (te dejo la libertad de decidirlo) que es éste un camino peligroso y agradable al mismo tiempo, una auténtica vía de pecado y perdición que necesariamente lleva al descarrío? (...) ¿Comprendes ahora por qué nosotros, los poetas, no podemos ser sabios, ni dignos? ¿Comprendes por qué tenemos que extraviarnos necesariamente, y ser siempre disolutos, aventureros del sentimiento? (p. 112 y 113)

El narrador reconstruye este monólogo, que en la historia es un discurso producido "por la extraña lógica del sueño que su cerebro adormecido producía (T. Mann, p. 112)", haciéndolo accesible en el nivel de la narración. Aschenbach se haya privado de voluntad, su entrega a Dionisos es absoluta y no espera ya nada. Su gravitación necesaria es hacia el vacío, hacia el abismo:

Pues ¿cómo podría ser educador alguien que posee una tendencia innata, natural e irreversible hacia el abismo? Quisiéramos negarlo y conquistar la dignidad, pero dondequiera que volvemos la mirada, nos sigue atrayendo. De ahí que renunciemos al conocimiento; pues el conocimiento, Fedro, carece de dignidad y de rigor (...) simpatiza con el abismo, es el abismo. (p. 113)

Esta parte del monólogo nos procura un indicio importante. Aunque Aschenbach no espera ya nada excepto la condena, el sacrificio al que se ha llevado lo ha privado de su "yo", y gravita necesariamente hacia el "abismo": el conocimiento mismo es el abismo. De nuevo podemos pensar en el misterioso nexo que existe entre el "infinito

vacío" y "el infinito pleno", vértice del mundo material y espiritual. Aschenbach, a pesar y debido a su discurso, implícitamente nos revela el hombre de verdadera fe. Su adhesión al dios no depende de su voluntad, está prendido necesariamente a él, y términos como "salvación", "condenación" o "conocimiento" lo tienen sin cuidado. Lo único que importa, lo que es necesario, es "el otro", el ídolo, es Tadzio como Thanatos. Está liberado y corre libremente a la transformación final.

En la última secuencia de la obra, Aschenbach, sintiéndose muy mal, se recuesta en una reposera de la playa. El lugar se ha vuelto sombrío y solitario: "Cierto halo otoñal, como de supervivencia, parecía planear sobre aquel lugar de esparcimiento, tan animado días antes... (p. 114)." Jaschu, el amigo de Tadzio, se enoja con éste en un juego que había empezado siendo algo violento y lo asfixia brutalmente apretándole el rostro contra la arena. Esta acción simboliza la muerte del ídolo dionisíaco y su resurgimiento como Hermes psicopompo, el que guía a los muertos, apareciéndose como "una aparición aislada y desligada de todo, flotando ante la bruma gris del infinito (...) y como obedeciendo a un recuerdo, a un impulso (...) miró hacia la orilla por encima del hombro a [Aschenbach] (p. 115)".

El tópico de "imagen y espejo" se repite esta vez con Tadzio-Hermes, simbolizando una unidad dinámica de un alcance inimaginable: el Ouroboros. Hermes se crea a sí mismo en Aschenbach, espiritualizándolo con el último rociado de "mercurio filosofal", que supone un "efecto eterno": la muerte. Aschenbach, a su vez, se transforma en aquél al recibir sus atributos, situación maníaca en la que su energía psíquica se transfiere radicalmente al ídolo, al "otro". Su "imagen" espiritual termina por disolverse y se transforma también en espejo. El reflejo recíproco produce un viaje a la inmensidad: la transformación se ha completado, azufre y mercurio son uno, han transmutado en el lapis philosophorum. Hermes guía a Aschenbach a realizar un ascenso eterno y dinámico, que se "abre" indefinidamente y fuera del tiempo, es la experiencia del absoluto: "[tuvo] la impresión de que el pálido y adorable psicagogo le sonreía de lejos, de que le hacía señas; como si (...) le señalase un camino y lo empezase a guiar, etéreo, hacia una inmensidad cargada de promesas. Y, como tantas otras veces, se dispuso a seguirlo (p. 116)."

Conclusiones

Cabe preguntarse si Muerte en Venecia es un texto monológico o dialógico. La narración (Barthes, 1997, p. 33) se focaliza ampliamente sobre un personaje, que es Aschenbach y describe un mundo que es como su espejo. Pareciera que se tratara de un discurso monológico. Pero si observamos el nivel de las acciones, descubrimos que en realidad los verdaderos participantes son las energías psíquicas de Aschenbach. El discurso de la narración se desarrolla a partir de un diálogo entre éstos, que va cambiando a medida que uno ocupa el lugar del otro. Ellos son los que le dan sentido al nivel de las funciones. Muchos pasajes son bivocales, lexias que están "saturadas" por estas energías, que se manifiestan como símbolos y se sirven de los signos para disipar las fronteras que a veces las separa. Esta obra puede servir de buen ejemplo para demostrar cómo los actantes, en realidad, son símbolos dinámicos que manifiestan la pluralidad inabarcable de sus significados a través de sus acciones.

Desde esta perspectiva podemos decir, entonces, que la obra es profundamente dialógica. La obra enmarca una discusión interna y vital que tiene como objeto conocer la verdad, y tiene su resolución en la muerte, que disipa todas las contradicciones y puntos de vista.

Hay que aclarar que la doble isotopía de la obra permite una lectura diferente a la que se ha expuesto en este trabajo. Si es efectuada desde los contenidos tópicos, la obra significa una condenación del personaje, si nos basamos en los contenidos correlacionados, resulta su liberación. De esta profunda contradicción del sentido de la obra, si entendemos que ambas lecturas son posibles y que se pueden realizar como un conjunto, se produce una tensión que es característica del símbolo de Hermes.

Podemos suponer la posibilidad de una lectura diferente en el que el eje paradigmático contenga símbolos que agrupan los signos de otra forma, produciendo nuevos sentidos. Las características de los actantes que radican en el corazón del personaje (que se combinan, confunden, se oponen y se asimilan en todo momento) son bastante especiales. Al ser manifestaciones simbólicas y psíquicas internas, pueden dividirse en un sinfín de símbolos. Nuestra interpretación ha separado los contenidos en tres símbolos-participantes, que al contener cada uno una dicotonomía, se convierten en seis. Pero esta división podría ser mayor o menor, podría haber una distribución completamente diferente de los signos: "la lectura sería precisamente el lugar en el que todo se trastorna" (Barthes, 1994, p.49)

Este trabajo ha sido el resultado de un análisis estructural y hermenéutico. "Así la relación que une estructuralismo y hermenéutica podría ser no de separación mecánica y de exclusión, sino de complementaridad." (Genette, 1997, p. 45) Tanto una descripción como una interpretación de Muerte en Venecia han sido necesarios para alumbrar, a nuestra manera, su sentido.