jueves, 27 de agosto de 2009

De la imperfección de la belleza

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo que él llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua hasta el final del largo camino desde el arroyo hasta la casa del patrón.Cuando llegaba el cargador, la vasija rota tenía la mitad del agua. Durante dos años esto sucedió diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía infalible para los fines que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su imperfección y se sentía miserable, porque solo podía hacer la mitad de lo que se suponía era su obligación.

Un día, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo, porque debido a mis grietas solamente puedes entregar la mitad de mi carga y solo obtienes la mitad del valor que deberías recibir”. El aguador le dijo compasivamente: “Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino”. Así lo hizo la tinaja. Vio muchísimas flores. Pero no dejó de sentirse apenada. El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta que las flores solo crecen a tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado. Por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi maestro. Si no fueras exactamente como eres, con todos tus defectos, no hubiera sido posible crear tanta belleza”.

El retrato en los Siglos XIX y XX



El s. XIX no puede ser entendido en toda su dimensión sin tener en consideración el precedente que supuso la Ilustración y la Revolución Francesa. Es bien sabido que en esas décadas fue Francia la nación que lideró a la sociedad en determinados aspectos como la defensa de las libertades ciudadanas o la de los derechos más elementales del ser humano.
También en el campo del arte Francia se erigió en el faro por el que se guiarían gran parte de las naciones europeas durante los ss. XVIII y XIX. A un primer momento correspondería el arte de un Chardin, por ejemplo, admirable retratista que supo captar algunas de las cuestiones básicas de la existencia, como la soledad o la alegría. En cuanto a la técnica, Chardin utilizó una notable reducción de elementos, ayudando a crear un estilo austero y sobrio que, dotado de nuevos significados, sería conocido como Neoclasicismo.
Una vuelta a la Antigüedad clásica y la necesidad de que el arte moderno sirviese no sólo para deleitar sino para educar la moralidad del pueblo. Ambos componentes fueron admirablemente interpretados por Jacques-Louis David (1748-1825), el pintor de la Revolución y, más tarde, del Imperio incipiente de Napoleón. En todos sus retratos (por ejemplo, el de Mme. Récamier o el de La muerte de Marat) se impone el dibujo sobre el color, así como una atmósfera muy especial, donde todo permanece en silencio para dejar el protagonismo a la figura humana.
Ese neoclasicismo se extendió por los países europeos con enorme velocidad, en gran medida respaldado por la acción de tratadistas y de las Academias de Bellas Artes, que se encargaron de exaltar a artistas como Mengs, cuya importancia implícita se ve aumentada en nuestra historia del arte porque permaneció algunos años en la Corte de Carlos III, donde conoció a un jovencísimo Francisco de Goya.
De hecho, el retrato sería determinante para la carrera de Goya, porque desde que ingresara en la Corte española como artista su dominio a la hora de captar a los retratados le valió el respeto y la admiración de todos. En primer lugar, fueron las grandes familias nobiliarias españolas para más tarde ser la Familia Real la que potenció esta faceta del pintor, que llegó a cimas verdaderamente únicas en obras como Los Duques de Osuna, La maja vestida o La familia de Carlos IV.
En España la evolución posterior de la pintura de retrato quedó, como no podía ser de otra forma, marcada por la existencia de Goya, de manera que sólo los pintores dotados de una técnica prodigiosa pudieron aportar algo nuevo al género, como Vicente López y, en la segunda mitad del s. XIX, a Federico de Madrazo, perteneciente a una dinastía de pintores que dominaría el arte español durante décadas.
Algo similar a lo que sucedió con Goya tuvo lugar en Francia, donde el protagonismo de un pintor como Ingres acabó por definir toda una época. Esta situación se vio favorecida, por supuesto, por su extraordinaria longevidad (1780-1867) que le permitió conocer movimientos tan diversos como el Neoclasicismo, el Romanticismo, el Realismo o, incluso, el Impresionismo, al menos en cuanto hace referencia a sus primeros escarceos.
Desde que viajara a Italia para aprender el gran arte del Renacimiento, Ingres despuntó como retratista, dotado de un dominio del dibujo como nunca antes se había conocido, retrató a infinidad de familias nobles, amigos, familiares y, cómo no, también a sí mismo. En la mayoría de esos retratos se impone la mirada fría, casi científica, de un artista que es capaz de trasladar el alma del retratado al lienzo o al papel, y que hoy en día sigue siendo uno de los más admirados entre el público y la crítica especializada.
En el tercer cuarto del s. XIX el retrato conoció un nuevo auge, debido en primer término a la llegada de un nuevo estilo, el Realismo, que apostó por una captación verídica del mundo y del hombre, como se aprecia en los retratos de un Gustave Courbet o de un Honoré Daumier, por ejemplo.
En cierta medida, del mismo énfasis en la vida real partió el Impresionismo, el movimiento artístico que ya nos introduce de lleno en la modernidad. Uno de los precursores más directos del Impresionismo fue Edouard Manet, quien si bien nunca quiso ser adscrito al nuevo estilo, sí ejerció una destacada influencia en los miembros de ese grupo.
Manet era un declarado admirador de la Escuela española de pintura (la del gran Siglo de Oro, sobre todo) y en ese sentido dirigió sus fuerzas como retratista, donde sabe combinar esa admiración por el tenebrismo naturalista del Barroco y un interés radicalmente moderno por los temas de su tiempo: la ciudad, los paseantes, su familia, sus amigos o los espectáculos del París de su época. En todos sus retratos, Manet nos permite conocer a ciencia cierta cómo eran la sociedad y las costumbres del pueblo francés.
El artista ejerció, como decimos, gran influencia en los impresionistas, en especial en Renoir y en Degas, así como en el británico Whistler, todos ellos consumados especialistas en el retrato, al que elevaron a la categoría que en el pasado había ocupado la gran pintura de historia.
Cuando en la década de 1880 pasó el tiempo de los impresionistas, surgieron de inmediato otras opciones a título individual, como las que encarnan Cézanne, Seurat, Van Gogh, Gauguin o Toulouse-Lautrec. De todos ellos, fueron Van Gogh y Toulouse-Lautrec los más preocupados por mostrar mediante el género del retrato sus ideas sobre la pintura moderna. Mientras que en Van Gogh es el color en estado puro, la pincelada sinuosa, la que refleja toda la expresión del retratado, en Toulouse-Lautrec será la línea, el carboncillo, el que permite mostrar la esencia de las figuras, casi todas ellas pertenecientes al mundo de los espectáculos nocturnos de París.
Finalmente, el s. XX ha conocido el desarrollo de una serie de movimientos de vanguardia que han transformado por completo el arte heredado; en Viena, Klimt, Schiele o Kokoschka mostraban una nueva manera de hacer retratos, a medio camino entre el simbolismo y el expresionismo. Son imágenes dominadas por la potencia del color así como por la necesidad de reflejar la expresividad del modelo.
En España ese momento fue interpretado por grandes especialistas en el retrato, como el valenciano Joaquín Sorolla, que utiliza el color y la luz para configurar los rostros y los cuerpos; como Zuloaga, el mejor intérprete de la llamada "generación del 98" en España; o como Anglada Camarasa, que optó por una combinación entre naturalismo y decorativismo.
Entre las figuras de talla internacional que más aportaron al género del retrato en la primera mitad del s. XX hay que mencionar a Pablo Picasso y a Henri Matisse. El primero siempre tuvo como referente la figura humana, que fue interpretando de maneras muy diversas según iba atravesando las etapas de su pintura: modernismo, simbolismo, cubismo, expresionismo o surrealismo. El segundo, Matisse, es un maestro reconocido del retrato basado en el libre juego del color.
Una nueva postguerra llevó a las dos últimas interpretaciones del retrato que hemos podido conocer; por un lado, el nuevo expresionismo, plagado de drama existencial, de Francis Bacon, autor de rostros deformes por el dolor y la soledad; por otro, una visión más ligera pero tanto o más moderna, el arte pop de Andy Warhol, que fue capaz de crear un código visual que ha seguido vigente en las décadas posteriores.

Holden



Holden es un dúo francés formado por el guitarrista Dominique Dépret (conocido bajo el seudónimo de Mocke) y Armelle Pioline (como referencia a Holden Caulfield). En 1997 vuelven de Dublin donde residieron por 4 años y registran sus primeros demos tras encontrar al baterista Pierre-Jean Grapin, a Evan Evans (clavier) y al bajista Richard Cousin. Juntos graban el disco L’Arrière-Monde en 1998 bajo el sello independiente Lithium . Un tercio de los textos es en inglés, mientras que el resto del disco viene en francés.

Animado por el trabajo de artistas tales como Dominique A (et son album La Fossette ), el grupo decide asumir el uso del francés en sus composiciones. En 2001 , encuentran el productor Atom (alias de Uwe Schmidt) y le confían la mezcla de sonidos de su segundo álbum Pedrolira (2002 , Village Vert ). Reside en Chile y el grupo descubre una cierta afinidad con el país. Su primer disco fue distribuido por la disquera independiente Combo Discos, propiedad del grupo Pánico, actualmente avecindados en Francia.

En 2003 Holden aparece en una escena de la película Violence des échanges en milieu tempéré de Jean-Marc Mouthout . El grupo también tiene la oportunidad de registrar música para la película Parentesis de Pablo Solis. Richard Cousin se va de la banda y forma Overhead en 2004; el bajista Cristobal Carvajal se integra al grupo completando el quinteto.

El álbum Chevrotine salió a la venta en 2006 y sobrepasó las expectativas, siendo para la prensa francesa uno de los mejores discos deese año.