lunes, 27 de abril de 2009

Os Tribalistas



Tribalistas es un trío musical brasileño compuesto por Marisa Monte, Arnaldo Antunes y Carlinhos Brown. El grupo se formó tras la participación de Marisa Monte en un álbum que Arnaldo Antunes estaba componiendo, y que producía Carlinhos Brown. En marzo del 2001, reunidos en Bahía, compusieron 20 canciones, y en abril del año siguiente grabaron 13 de ellas para componer el primer álbum publicado por ellos. El nombre del grupo provino de una de las canciones que compusieron e incluyeron en el primer álbum. El trabajo del grupo tiene la particularidad de haber sido realizado de manera muy apresurada debido a los cortos tiempos que poseían los artistas. El primer álbum fue grabado en trece días, uno por canción. Lo grabaron en abril del 2002 en secreto en la casa que posee Marisa Monte en Río de Janeiro. En dicho trabajo sólo tardaron trece días, y que utilizaron un día para grabar cada canción. Este álbum se lanzó a la venta en Brasil en el 2002 y en el resto del mundo al año siguiente. Vendió más de un millón de copias, tan sólo en Brasil, teniendo gran aceptación en Europa. Recibió 5 Grammy's de música latinoamericana en 2003 y un premio de música mundial de la BBC en 2004. El álbum en formato DVD incluye videos de la grabación de algunas canciones del disco y diálogos y entrevistas con los tres músicos en el estudio.

miércoles, 22 de abril de 2009

ITACA


Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

Konstantino Kavafis

lunes, 20 de abril de 2009

ONEGIN


San Petersburgo, Rusia, 1820. Evgney Onegin (Ralph Fiennes) es uno de los solteros mas codiciados de San Petersburgo a pesar de su infame cinismo en todo lo relativo al corazón. Tras haber despilfarrado todo su dinero, se siente aliviado al enterarse del inminente fallecimiento de su tío rico cuyas propiedades heredará y abandona la ciudad.


En al casa de campo de su tío, Onegin es un sofisticado urbanita fuera de lugar. Este nuevo terrateniente no siente ningún aprecio por el campo ni por las costumbres campesinas y sus ideas radicales sobre el arrendamiento de tierras a los siervos son recibidas con cierta hostilidad. Solo pero no solitario, Onegin conoce a su vecino Vladimir Lensky (Toby Stephens) y entre los dos surge una cálida amistad. Lensky convence a Onegin para que lo acompañe a visitar la mansión Larin para presentar al objeto de su pasión, su prometida Olga Larina (Lena Headey). A pesar de su natural escepticismo, Onegin se siente encantado con la joven pareja. También le presentan a la hermana mayor de Olga, Tatiana (Liv Tyler), una belleza espiritual cuya costumbre de pedir libros en préstamo a la biblioteca de Onegin siempre le había intrigado.


Onegin y Lensky pasan cada vez más tiempo juntos pero su amistad se ve en peligro por el estilo directo de Onegin que Lensky interpreta como arrogancia. Cuando Onegin califica a Olga de "provinciana", Lensky se siente herido y se abre un abismo entre ambos. Ahora le ha llegado a Onegin el turno de sorprederse cuando recibe una cándida y apasionada declaración de amor de Tatiana. En una fiesta celebrada poco después en la mansión Larin, se le ve obligado a confesarle que no le corresponde. Esclavo de su propio cinismo e incapaz de reconocer cualquier rastro romántico en su alma, Onegin no puede responder a sus insinuaciones y rechazar su amor.


Onegin regresa a la fiesta y sale a bailar con Olga. Achispada y flirteante, Olga disfruta de la elegancia de su estilo al bailar y de la calidez de sus atenciones, sin darse cuenta del efecto de su comportamiento sobre su prometido. Cuando Lensky le reprocha sus acciones, Onegin, fríamente y desdeñosamente tacha a Olga de estúpida y veleta. El insulto es más de lo que Lensky puede soportar. Reta a Onegin a un duelo. Al no querer causar más daño a su amigo, Onegin hubiese preferido no aceptar, pero prevalece el código de honor de Lensky. Los dos amigos se enfrentan al amanecer. lensky dispara y falla. El tiro de Onegin es mortal. Abatido por la pena, acuna a su amigo muerto entre sus brazos. Tras dar la triste noticia a su hermana, Tatiana, marcha en búsqueda de Onegin, pero este se ha marchado.


Seis años más tarde, Onegin regresa a San Petersburgo. Asiste a un baile en el palacio de su primo, el Príncipe Nikitin (Martin Donovan), donde se encuentra con una figura solitaria, apartada de la alegría y del bullicio de la multitud. De repente, ve una cara familiar, la de Tatiana. Cuando se dirige a hablar con ella, Nikitin se la presenta como su nueva esposa. Tatiana se siente turbada por la reaparición de Onegin y por la elocuente y apasionada carta de amor que recibe de este tras el baile. Aunque su matrimonio está lleno de cariño y ternura, Onegin sigue siendo el gran amor de su vida. Cuando este la visita y la declara su amor fuera de toda lógica, Tatiana se ve obligada a tomar la decisión más difícil de su vida.


Eugenio Oneguin, novela en verso , es una de las obras fundamentales de Pushkin y una de las novelas rusas más relevantes del siglo XIX. El personaje de Oneguin encierra una dualidad en la concepción del mundo. Aunque hostil al 'gran mundo', Oneguin está a la vez inscrito e inmerso en él.

Uno de los momentos más impactantes a nivel emocional- sin olvidarnos de la escena del duelo de absoluto romanticismo trágico -, es el reencuentro entre los dos protagonistas después de varios años. En ese encuentro afloran los sentimiento más profundos y Onegui se da cuenta de lo que ha perdido; él es un decadente al que le ha podido la pereza para amar, con lo que todo eso significa. Su lucidez sentimental se despierta tardíamente, y por eso le queda un único camino, vagar solitario por las frías e invernales calles de San Peterburgo, ciudad maravillosa que simboliza el estado de ánimo de su alma errante.     

TATYANA : Why you have come here? 
ONEGIN: I have to see you. Forgive me. 
TATYANA: I would like you to leave. 
ONEGIN: I cannot... I cannot... 

TATYANA: Why... why do you pursue me like this? 
ONEGIN: Because I love you. I love you. 
TATYANA: What do you think you see? A moment of tryumph? A brief scandal? 
ONEGIN: No!... 
TATYANA: Why this change? Why has this sudden sight of me shocked you into this? 
ONEGIN: Because I... I don't know. But seeing you again... I ... I have seen myself. 
TATYANA: You... you are mistaken in what you say and in how you see me. I listened to you six years ago and I... I feel that you acted honorably, I... I do not accuse you... 

ONEGIN: Please... Tatyana... hear me... please 
TATYANA: Why? 
ONEGIN: Hear me... 
TATYANA: Why? Because I'm noble now? Am I noble enough for you now? Evgeny, you should know that this, all this, this life, my life, my life is empty and hollow and I would happily exchange all that you see around me for the life that I had. 

ONEGIN: Tell me that you feel nothing. 
TATYANA: My husband is asleep upstairs! 
ONEGIN: Tell me that you love me. 
TATYANA: I loved you once, a long time ago... 
ONEGIN: There... you haven't forgotten... 
TATYANA: No... 
ONEGIN: Tatyana I beg you... be with me 
TATYANA: You.. you told me once that my heart would heal, so will yours Evgeny 

ONEGIN: And has it healed? 
TATYANA: God it hurts... (crying) 
ONEGIN: Has it healed?... I don't think so... 
TATYANA: It hurts... 
ONEGIN: Why does it hurts? Why?... Tell me... tell me why does it hurts!! 
TATYANA: Because you are too late!! Yes, you are too late Evgeny... 

ONEGIN: Save me... save me... 
TATYANA: I cannot save you... 
ONEGIN: You have to save me (kneeled down) 
TATYANA: I cannot 
ONEGIN: Tell me that you love me. Please, tell me. Lie to me. Tell me that you love me. 
TATYANA: I love you, I do. I love you... I'm another's man wife, do you understand? And I have given him my word and I will be faithful to him... I will... You must go... yes, you must go, you must leave me, please...please... I cannot see you again, you can never come back, never come back here... please... I'm sorry... I'm sorry...




EL PACIENTE INGLÉS


Impenetrable, ilegible, infilmable... Muchas fueron las expresiones negativas en la prensa cuando se supo que un proyecto independiente abordaba la adaptación al cine de la poética y bellísima novela El paciente inglés, de Michael Ondaatje, avalada con el Premio Booker de 1992 y publicada en España por Plaza & Janés en 1995.

Pero su arrojado director y adaptador, el británico Anthony Minghella, ha abandonado el complejo prisma de temas, emplazamientos y personajes de la novela, para crear vigorosamente su propia narrativa.

Minghella es el autor de los guiones de sus dos primeras películas, "Madly, Truly, Deeply" inédita en nuestras pantallas; y la deliciosa "Un marido para mi mujer" estrenada sin pena ni gloria hace un año.

¿Cómo puedo hacer esta novela mía?, se debió plantear Minghella, al contrario que el común de los adaptadores que se suelen interrogar ¿cómo puedo ser fiel a este libro? El director se tomó tres años para escribir el guión. Un trabajo que hace justicia al libro, filtrado a través de su propia sensibilidad.

El resultado es una película deslumbrante, como las de antes, que arranca con el vuelo rasante de una avioneta sobre las dunas del desierto en el norte de Africa. A bordo, un joven hombre desesperado y una bellísima mujer muerta. Atacado por las baterías alemanas, el avión es derribado y su piloto casi perece carbonizado.

Entregada la brasa humana a las fuerzas aliadas en Italia, Hana, una enfermera franco-canadiense se hace cargo de lo que queda del misterioso paciente inglés. Retirados a un monasterio de la Toscana, junto a un ladrón morfinómano y un desactivador de minas hindú, la mujer lee al paciente un libro de Herodoto, hallado en la avioneta, que va despertando la fragmentada memoria del agonizante en sus recuerdos hacia atrás, 1939 y El Cairo de la preguerra.

Allí, como miembro de la delegación de la Real Sociedad Geográfica de Londres, el conde húngaro Laszlo de Almàsy y su equipo están encargados de realizar exploraciones con fines cartográficos. La llegada del matrimonio Clifton y el comienzo de una pasión adúltera da lugar a una historia de amores imposibles y lealtades traicionadas.

Uno de sus triunfos es el reparto, comandado por los actores más bellos del Planeta Hollywood, los británicos Ralph Fiennes y Kristin Scott-Thomas junto a la francesa Juliette Binoche.

El paciente inglés es una película que resuena en el espectador mucho después de abandonar la sala de cine. Una absoluta obra maestra.


viernes, 17 de abril de 2009

El lenguaje sagrado de los símbolos


El lenguaje sagrado de los símbolos es absolutamente universal apareciendo ya en los albores de nuestra civilización. En todas las culturas los símbolos aparecen como una referencia, un camino , una guía para los que saben observarlos con la mirada interior; otras veces nos dan a conocer una manera de ver el mundo en todas sus dimensiones por parte de otras culturas, donde curiosamente coinciden en muchas de estas manifestaciones simbólicas. Cuando observamos una catedral gótica o los capiteles de un templo románico, ¿podemos conocer sus secretos?, ¿sabemos interpretarlos?. Este idioma existe y es común a todas las culturas y creencias; desde un templo budista hasta una iglesia cristiana, desde un grabada maya hasta una escultura hindú, estos símbolos existen y tiene su razón de ser. Lo símbolos son verdaderas imágenes arquetípicas del conocimiento humano.

Carl Gustav Jung nos dice,"el símbolo es la designación o fórmula posible de la situación factual relativamente desconocida, pero cuya presencia se conoce o de exige; el símbolo es todo fenómeno psicológico". El símbolo es un producto de la integralidad del ser humano, interviniendo en su formación todas las funciones psíquicas. Es una comunicación lo inconsciente y lo consciente. El símbolo, por tanto, se alimenta de los dos aspectos del psiquismo -lo inconsciente y lo consciente- lo que podríamos ver ejemplificado en la antigua imagen del Ouroboros (la serpiente o el dragón que se alimenta de sí mismo, de su cola).

El origen de Símbolo proviene del latín symbŏlum, y a vez éste del griego σύμβoλoν; el símbolo es la forma de exteriorizar un pensamiento o idea, incluso abstracta, así como el signo o medio de expresión al que se atribuye un significado convencional y en cuya génesis se encuentra la semejanza, real o imaginada, con lo significado. Afirmaba Aristóteles que no se piensa sin imágenes, y simbólica es la ciencia, constituyendo ambas las más evidentes manifestaciones de la inteligencia. El símbolo va más allá de la propia representación uniéndonos a nuestra más profunda conciencia, haciéndonos entender las verdades más ocultas.

Su geometría básica son el cuadrado, el triángulo y el círculo, formando combinaciones entre ellos. Están inevitablemente unidos a los sucesos que se producen en la naturaleza y que en las culturas antiguas no tenían una explicación clara: el agua, el fuego, el sol, la luna, las estrellas, los árboles...Estas figuras adquieren un carácter mágico en los cultos y rituales desde las más primitivas culturas. A veces forman parte del deseo de protección ante el temor del hombre por fenómenos naturales incomprensibles; otras veces sirven como amuletos de buena suerte. Pero el significado del símbolo evoluciona a medida que el hombre racionaliza e investiga más profundamente sobre los hechos que acontecen a su alrededor; desde las civilizaciones antiguas, la Edad Media, el Renacimiento y la Época de las Luces, en la que se ensalza a la razón utilizando símbolos masónicos cuyo origen procede de los antiguos constructores de catedrales. Aunque podemos también decir que son los mismos símbolos sólo que el hombre le adjudica un significado distinto o adecuado a la época que le ha tocado vivir, y en ese caso se puede afirmar que el símbolo es adaptable a nuestros propios interés.

Muchos símbolos y figuras simples sugieren una relación entre la escritura primitiva basada en dibujos; puede que hubiera un núcleo difusor original desde donde irradió a otras zonas del orbe produciéndose esas semejanzas en las representaciones simbólicas en culturas tan alejadas y dispares de nuestro mundo. Mircea Eliade explicaba que el símbolo revela ciertos aspectos de la realidad más profunda desafiando todo tipo de conocimiento.

SÍMBOLOS Y SIGNIFICADOS

EL SOL

El simbolismo del sol es múltiple: luz y calor en primer lugar. El sol es como una gran luz que alumbra. Este es el nombre que se le da en la tradición sacerdotal a la creación del sol. En las lenguas semíticas de una misma raíz (ur) se derivan tanto los vocablos que significan "luz" como los que significan "fuego". El sol es luz,fuego, y una gran candela. El sol es el dador de luz porque cada vez que aparece en el horizonte vence a las tinieblas. En muchas culturas se han impresionado siempre por el hecho de que sol muere cada día y revive cada mañana. El hombre cada noche se introduce en el sueño, imagen de la muerte, para después iniciar un nuevo día con más energía revitalizada por es luminaria. El sol es la imagen de la estabilidad, fuente de vida. En el antiguo Egipto el sol era la fuente de vida desarrollándose una bella literatura sobre este astro en el período del faraón hereje Akenatón la fuente de la vida, y en Heliópolis tuvo un significado importante como mito cosmogónico "el sol tuvo al cielo como madre y a la tierra como padre; el dios viento fue quien en la Creación separó tierra y cielo".

Para muchos pueblos el propio sol es una epifanía de la divinidad; inmortal como Dios ya que resucita cada mañana; la muerte del sol por la tarde tiene un significad ancestral el la imaginación popular ya que el sol recorre la noche el reino de los muertos siendo guía de las almas en la regiones infernales y volver a llevarlas al sía siguiente, con la mañana, a la luz. En el culto pagano el sol vence en el solsticio de invierno a la oscuridad llegando en su máximo apogeo en el solsticio de verano, culto que fue utilizado por el cristianismo explicando la venida muerte y resurrección de Cristo o Krishna en la mitología hindú.

Platón ve en el sol la imagen del bien, de hecho, desde tiempos antiguos las culturas utilizaron las categoría de luna-tinieblas en sentido moral, por eso el sol es la luz de los hombres, fuente de vida y calor. sus rayos benefactores representan las influencias celestes o espirituales que son dadas a la tierra. También el conocimiento intelectivo como se ha podido apreciar en la época de la Ilustración , donde aparecía como símbolo de la luz que ilumina la razón y por tanto amplia el conocimiento ayudando a que el hombre progrese; es "El Tiempo de las Luces de la Razón".

LA LUNA

Representa el poder femenino, la Diosa Madre que protege; también tiene otros significados, el lado oscuro e invisible de la naturaleza; el aspecto espiritual de la luz en la oscuridad y el conocimiento interior, irracional, intuitivo y subjetivo; se convierte en la mediadora entre el cielo y tierra. La luna está relacionada con el huevo del mundo, la matriz y el arca. Su metal es la plata por color y pureza; se asocia a la fantasía, la imaginación y el misterio dentro de la oscuridad de la nicho.

Se la representa con la media luna "una barco de luz en océano de la noche"; las fases de nacimiento, crecimiento y muerte de la luna simbolizan la inmortalidad y la eternidad; la iluminación. La luna es la totalidad, la plenitud, fuerza y poder espiritual. El cuarto menguante es el funeral, la luna menguante significa el aspecto siniestro y demoníaco y la luna llena es la luz, el crecimiento y la regeneración. El mito de la luna nueva es el tiempo donde no está visible correspondiendo a la muerte.

Islámica: Representa la medida del tiempo. La media luna representa la divinidad y la soberanía. Es el símbolo del Islam y una muestra clara es su representación en las banderas de todos los países islámicos.

Africana: El tiempo y la muerte. Pero en algunas tribus la asocian con los arboles, y en otras significa una deidad masculina.

Amerindia: “La anciana que nunca muere” y “La doncella del agua”. Se relaciona con la palmera y el maíz en Sudamérica y en Norteamérica con un árbol. La luna llena se asemeja con la luz del Gran espíritu, y en algunas tribus representa un poder maligno.

Budista: Paz, serenidad, belleza. La luna llena y la nueva indican tiempos de fortaleza del poder espiritual. También es símbolo de unidad o del yo.

China: La esencia del principio femenino de la naturaleza, lo pasivo y transitorio pero también la inmortalidad.

Cristiana: La luna es la morada del arcángel Gabriel, la seguridad u pureza.

Egipcia: “La hacedora de la eternidad y la creadora de la duración eterna”. La media luna principalmente es la Reina del Cielo.

Esquimal: La luna es quien envía la nieve.

Hindú: La media luna representa al recién nacido impaciente por crecer.

Japonesa: La luna es de carácter masculino.

Maorí: La luna es el dios padre

Oceánica: La luna es masculina y simboliza la eterna juventud.

Sumerio-semita: El dios masculino de la sabiduría y el medidor del tiempo.

Taoísta: La luna es la verdad absoluta y el ser sobrenatural.

Teutónica: La luna es el poder divino masculino.

Alquímica: La luna o la plata son los efectos purificados.

Astrológica: El alma animal; donde reside la sensibilidad, el impulso y la vida sexual. Representa el comportamiento.

Chamanística: Contiene poderes mágicos.

Para el hombre antiguo la Luna era símbolo de la verdadera esencia femenina, en contraste con la esencia del hombre, de carácter solar. En los diferentes mitos y cosmogonías se muestra claramente el sentimiento que tenían hombres y mujeres hacia el "Principio Femenino", Principio que controla al mismo tiempo la vida física y psicológica más profunda de la mujer.

EL LABERINTO

El laberinto es uno de los más ancestrales y enigmáticos símbolos, presente en todas las civilizaciones. Representación del hombre, del mundo, de la vida y de la muerte es, ante todo, un camino de iniciación. En la mitología griega, en la leyenda del minotauro, el laberinto es el obstáculo que Teseo debe superar para derrotar al minotauro. Por otra parte, el empleo de laberintos en jardines se inició en el Renacimiento. Su forma crea confusión e intimidad necesarias para los enamorados. Podría decirse que el laberinto, representa el viaje de la oscuridad a la luz, o de la sabiduría secreta que se descubre tras superar una prueba.

El Laberinto es el símbolo del Alma; entrar a un Laberinto es ingresar a un rito casi tan antiguo como la misma raza humana. El alma se expresa en imágenes, ritmos y metáforas y el Laberinto, como imagen arquetípica, es una manifestación visible de todos ellos. Ha sido usado como vía de peregrinación y como herramienta universal de meditación por diversas tradiciones espirituales. Este Laberinto es una réplica reducida del Laberinto de la Catedral de Chartres, construido alrededor del año 1220 en Francia. Mandala cosmológico y calendario de base lunar, tiene su fundamento en la geometría sagrada, ese antiguo arte que otorga serenidad y equilibrio a las emociones y la mente.

El círculo es universalmente reconocido como símbolo de totalidad y unidad ; la espiral, de transformación y crecimiento. El Laberinto de Chartres es un circuito de once vueltas y de una sola vía que conduce siempre hacia el centro, sin caminos falsos ni riesgo de perderse, y retorna hacia la salida. El camino hacia adentro facilita la limpieza y aquietamiento de la mente ; el espacio central es un lugar de meditación y contemplación para permanecer receptivos a las bendiciones del silencio; el camino hacia afuera, conduce a la integración de la creatividad y el poder amoroso del alma en el mundo. Si se recorre con la mente y el corazón abiertos, el mandala se convierte en un espejo que responde a las preguntas acerca de quiénes somos y dónde estamos en nuestra vida. Al compartir la peregrinación con otros exploradores de la conciencia, nuestra existencia individual se ilumina con el sabor de lo universal y eterno.

LA ESVASTICA

La esvástica (sánscrito:svastika) es una cruz cuyos brazos están doblados en ángulo recto, bien hacia la derecha, bien hacia la izquierda. Los budistas casi siempre emplean la forma levógira. A principios del siglo XX el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán adoptó la cruz esvástica como emblema y, a raíz de la Segunda Guerra Mundial, en Occidente se identifica mayoritariamente como un símbolo exclusivamente del Tercer Reich desconociendo prácticamente su uso pre-nazi.

Otros nombres: Cruz gamada (en heráldica) ya que cada brazo se asemeja a una letra griega gamma mayúscula (Γ); esvástica proviene el idioma Sánscrito (hablado antiguamente en la India), concretamente la palabra “Swasti” que significa bienestar; Manji, en Japonés tiene el significado de “diez mil dioses”, aunque también se toma por el número 10.000 que significa todos los seres.

Hinduismo
La esvástica se encuentra por todas partes en los templos de la religión hindú, así como en símbolos, altares, escenas e iconografía en India y Nepal, tanto en el pasado como en nuestros días. En el hinduismo, los dos símbolos representan las dos formas del Brahman (el concepto impersonal de Dios). En sentido de las agujas del reloj representa la evolución del universo (pravritti), representada por el dios creador Brahmâ, mientras que en sentido antihorario representa la involución del universo (nivritti), representada por el dios destructor Shiva. También se puede ver de qué manera apunta hacia los cuatro puntos cardinales, simbolizando así estabilidad. Su empleo como símbolo solar puede verse en la representación de Surya, dios del Sol para los hindúes. Viene usándose como señal de buena suerte. También se concibe como un símbolo de poder. Hasta hoy se utiliza en los yantras y en motivos religiosos hindúes. Puede apreciarse en los muros de los templos por todo el subcontinente indio. También puede encontrarse en las notas que acompañan los regalos personales y en el encabezado de las cartas. La esvástica se tiene por un símbolo sagrado y de buen auspicio entre los hindúes. Se usa normalmente en la decoración de todo tipo de elementos relacionados con la cultura hindú. El dios Ganesha está asociado con el símbolo de la esvástica. Su uso está ampliamente extendido en la India y Nepal.

Budismo
En el budismo la esvástica se usa en posición horizontal (a diferencia de la esvástica nazi, que aparece rotada 45 grados en la bandera del Reich). Al menos desde la Dinastía Liao forma parte de la escritura china (en pinyin: wan4), simbolizando el carácter (wan4) quiere decir "todo", y "eternidad", y como que apenas se usa.) Las esvásticas (girando a derecha o a izquierda) aparecen sobre el pecho de algunas estatuas de Buda. Debido a la asociación de la esvástica dextrógira con el nazismo, las esvásticas budistas son casi todas levógiras desde mediados del siglo XX. Este tipo de esvástica puede hallarse a menudo en los envases o envoltorios de comida china para indicar que tales productos son vegetarianos y pueden ser consumidos por budistas estrictos. Esta misma marca se encuentra en los cuellos de ropa usada por niños chinos para protegerlos de malos espíritus. La esvástica también significa los 4 elementos que son: fuego, agua, viento y tierra.

Cristianismo
Aunque algunas iglesias cristianas románicas y góticas contienen cierta decoración de esvásticas, reminiscencias de motivos romanos anteriores, ya que los cristianos la usaban para disimular una cruz y así evitar la persecución.

Judaísmo
El suelo de la sinagoga de Engedi, construido durante la Judea romana, se decoró con un mosaico de esvásticas.

Otras partes de Asia
En el Japón la esvástica es un antiguo símbolo religioso que recibe el nombre de manji. Como tal, aparece con cierta frecuencia en productos japoneses exportados a Occidente, como historietas y productos derivados de ellas. Debido a su parecido con la esvástica nazi, las cartas tuvieron que alterarse en sus traducciones para países occidentales. En los mapas callejeros de las ciudades japonesas, el icono de una esvástica Levogira indica un templo budista.

Religión ancestral protoindoeuropea

La esvástica o rueda solar a menudo representaba al sol y su poder. Se ha relacionado con la cruz solar (un símbolo parecido a la cruz celta pero con los brazos de igual longitud) y asimismo existieron combinaciones de ambos. En la mitología germánica, la esvástica también representa poder e iluminación, de ahí que se asociase a los dioses del trueno como Thor (la esvástica era el símbolo de Mjolnir, el martillo de Thor), en la mitología nórdica, y Taranis, en la mitología celta. En Irlanda, una rueda solar semejante se conoce como cruz de Brigit y se usa para alejar el mal.

LA RUEDA

Por su propia naturaleza, todo punto central tiene una periferia, ya que ésta presenta un eje al que consideramos fijo, y una periferia circular (la rueda propiamente dicha) que está en movimiento y que es sostenida por dicho centro.

La rueda ha sido tomada desde antiguo como un símbolo que evoca lo dinámico y mutable, los ciclos, la recurrencia, siempre en torno a un centro generador, que en el Ishaapanishad se define como “el Unico inmóvil” (verso 4). Estos conceptos de lo cíclico y de mutabilidad son fundamentales en la doctrina taoísta, la cual les asigna validez universal (macrocósmica) y humana (microcósmica). Nada de lo que existe es estable, fijo, y la única constante es el cambio permanente; todo aparece como un fluir incesante de cosas, seres, situaciones, y toda valoración es relativa.

El símbolo de la rueda la expresión del movimiento y la multiplicidad, también lo es de la inmovilidad original y de la síntesis. Es, asimismo, la expresión simbólica de la expansión y la concentración. De la energía centrífuga, que parte del centro a la periferia, y de la energía centrípeta, que retorna a su centro, eje o fuente para volver a extenderse una vez más, siguiendo una ley universal a la que obedecen las mareas de los mares (flujo y reflujo) y la tierra (condensación, dilatación). Así como la diástole y la sístole, la aspiración y la expiración del hombre o del universo, es decir, tanto de lo microscósmico.

EL TRIANGULO

El triángulo es la figura geométrica que como símbolo, corresponde al número "Tres" y éste, simbólicamente refiere a Dios, al ser el orden espiritual en el macro y micro cosmos. Del Todo nace el Uno (en geometría sagrada: el punto), éste produce el Dos: la dualidad (en geometría sagrada: la línea), y del Dos surge el Tres: vuelta a una totalidad en otra escala y expresión de la primera manifestación Divina (en geometría sagrada: el triángulo). Así es que el triángulo en la tradición judaica es símbolo de Dios o de su "Ojo Divino" y en la cristina de la "Trinidad", es decir de los tres aspectos fundamentales en que Dios se manifiesta: Padre, Hijo y Espíritu Santo o Luz, Amor y Voluntad (y las infinitas expresiones que según las religiones, sistemas simbólicos, filosofías o mitologías podemos encontrar de ella). Tres, entonces, es el número simbólico de la idea de Dios y de su primera forma de revelación; y el triángulo, la figura simbólica de esa Energía Espiritual (Unidad y Armonía). El tres es la manifestación expresada en un plano superior. Su más alta significación aparece como emblema de la Trinidad. Según su vértice esté para abajo o para arriba significa cosas distintas. Con el vértice hacia arriba sería la materia en el plano de la energía, simboliza el fuego y el impulso ascendente de todo hacia la unidad superior. Con el pico hacia abajo, sería la manifestación de la energía en la materia y simboliza al agua la Espiritualidad que desciende de la tierra y se manifiesta en el mundo humano, dado que esta posición es "reflejo" del triángulo orientado hacia arriba (naturaleza Divina y naturaleza Humana). El triángulo hacia abajo se transforma en símbolo femenino, contrario al derecho que representa lo masculino. Y también en el símbolo del Elemento Agua y el Plano Emocional. Hacia abajo entonces, es gestación y manifestación

LA FLOR DE LOTO

La flor del loto es uno de los más antiguos y profundos símbolos de nuestro planeta.

La flor del loto crece en el fango y se alza sobre la superficie para florecer con remarcable belleza. A la noche la flor se cierra y se hunde bajo el agua, cuando al amanecer se alza y vuelve a abrirse. Sin haber sido tocada por la impureza, el loto simboliza la pureza del corazón y de la mente. La flor del loto representa longevidad, salud, honor y buena fortuna

El símbolo de la Flor del Loto Egipcia era denominado "Sesen" en la lengua egipcia. En la mitología egipcia es un símbolo del sol, de la creación y del renacimiento.

En el Lejano Oriente, la flor del loto es vista como un símbolo de revelación espiritual. El loto tiene sus raíces en el fango, mas al crecer hacia arriba aspirando llegar a la luz; sus pétalos se abren convirtiéndose en una Hermosa flor. Om Mani Padme Hum, el mantra sagrado de los tibetanos significa "Se aclama a la Joya en el Loto”.

La alternativa Cristiana del loto es el lirio blanco, relacionado a María como reina de los cielos, y que significa tanto fertilidad como pureza. Tradicionalmente, el Arcángel Gabriel lleva a la Virgen María el lirio de la Anunciación. “benditos son los puros de corazón”, Dice Jesús, “pues ellos verán a Dios”. Las enseñanzas del Maestro de la Galilea y las de los más importantes yoghis de la India han sido confeccionadas con la misma tela de auto-realización.

La flor del loto de la India simboliza divinidad, fertilidad, riqueza, conocimiento e ilustración. Esta asociada con la diosa de la abundancia, Maha Lakshmi, quien provee prosperidad, pureza y generosidad. Ella se sienta sobre una flor de loto en plana flor, simbolizando pureza, belleza y todo lo que es bueno.

jueves, 16 de abril de 2009

Kings of Convenience


Kings of Convenience son un dúo de Indie pop - Folk Pop formado por Erlend Øye y Eirik Glambek Bøe y procedente de Bergen, Noruega. Su música se basa en las guitarras acústicas, añadiendo ocasionalmente arreglos de cuerda o pianos, y recibe una gran influencia de bandas actuales como Belle & Sebastian y de otras clásicas como Simon & Garfunkel . También pueden distinguirse algunas pinceladas de Bossa Nova en la sonoridad de sus guitarras.

Los dos integrantes del dúo, nacidos en 1975 y amigos desde los once años, formaron el grupo Skog junto con otros amigos a la edad de dieciséis años, banda con la que llegaron a grabar un EP.
Ya en formato de dúo como Kings of Convenience, en 1999 firmaron un contrato con la discográfica independiente estadounidense Kindercore. En 2001 se instalaron en Londres y grabaron su primer disco Quiet is the New Loud .

Poco después se editó el álbum Versus, donde artistas como Ladytron, Röyksopp, Four Tet o Alfie remezclaban las canciones del dúo. Meses más tarde Erlend Oye se instaló en Berlín, donde grabó una sesión para la serie DJ Kicks y un disco en solitario titulado Unrest, donde cambiaba los sonidos acústicos por el Synth pop.

En 2004 apareció su segundo disco de estudio, Riot On Empty Street precedido del single Misread, donde incidían en la línea acústica y melódica de su debut. El álbum contó con la colaboración de la cantautora Feist en varias de sus canciones. El vídeo de su segundo sencillo, I'd Rather Dance with You, fue elegido como mejor vídeo europeo del año por la cadena MTV.

En 2006, Erlend Oye grabó su primer disco con su proyecto paralelo The Whitest Boy Alive.

Henry David Thoreau

Creo de todo corazón en el lema “El mejor gobierno es el que tiene que gobernar menos”, y me gustaría verlo hacerse efectivo más rápida y sistemáticamente. Bien llevado, finalmente resulta en algo en lo que también creo: “El mejor gobierno es el que no tiene que gobernar en absoluto”. Y cuando los pueblos estén preparados para ello, ése será el tipo de gobierno que tengan. En el mejor de los casos, el gobierno no es más que una conveniencia, pero en su mayoría los gobiernos son inconvenientes y todos han resultado serlo en algún momento. Las objeciones que se han hecho a la existencia de un ejército permanente, que son varias y de peso, y que merecen mantenerse, pueden también por fin esgrimirse en contra del gobierno. El ejército permanente es sólo el brazo del gobierno establecido. El gobierno en sí, que es únicamente el modo escogido por el pueblo para ejecutar su voluntad, está igualmente sujeto al abuso y la corrupción antes de que el pueblo pueda actuar a través suyo. Somos testigos de la actual guerra con Méjico, obra de unos pocos individuos comparativamente, que utilizan como herramienta al gobierno actual; en principio, el pueblo no habría aprobado esta medida. El gobierno de los Estados Unidos ¿qué es sino una tradición, bien reciente por cierto, que lucha por proyectarse intacta hacia la posteridad, pero perdiendo a cada instante algo de su integridad? No tiene la vitalidad y fuerza de un solo hombre: porque un solo hombre puede doblegarlo a su antojo. Es una especie de fusil de madera para el mismo pueblo, pero no es por ello menos necesario para ese pueblo, que igualmente requiere de algún aparato complicado que satisfaga su propia idea de gobierno. Los gobiernos demuestran, entonces, cuán exitoso es imponérsele a los hombres y aún, hacerse ellos mismos sus propias imposiciones para su beneficio. Es excelente, tenemos que aceptarlo. Sin embargo, este gobierno nunca adelantó una empresa, excepto por la algarabía con la que sacó el cuerpo. No mantiene al país libre. No deja al Oeste establecido. No educa. El carácter inherente al pueblo americano es el responsable de todo lo que se ha logrado, y hubiera hecho mucho más si el gobierno no le hubiera puesto zancadilla, como ha ocurrido tantas veces. Porque el gobierno es una estratagema por la cual los hombres intentan dejarse en paz los unos a los otros y llega al máximo de conveniencia cuando los gobernados son dejados en paz.

Si el mercado y el comercio no estuvieran hechos de caucho, jamás lograrían salvar los obstáculos que los legisladores les atraviesan en forma sistemática. Y si uno fuera a juzgar a esos señores sólo por el efecto de sus acciones, y no en parte por sus intenciones, merecerían ser castigados como a los malhechores que atraviesan troncos sobre los rieles del ferrocarril.

Pero, para hablar en forma práctica y como ciudadano, a diferencia de aquellos que se llaman “antigobiernistas”, yo pido, no como “antigobiernista” sino como ciudadano, y de inmediato, un mejor gobierno. Permítasele a cada individuo dar a conocer el tipo de gobierno que lo impulsaría a respetarlo y eso ya sería un paso ganado para obtener ese respeto. Después de todo, la razón práctica por la cual, una vez que el poder está en manos del pueblo, se le permite a una mayoría, y por un período largo de tiempo, regir, no es porque esa mayoría esté tal vez en lo correcto, ni porque le parezca justo a la minoría, sino porque físicamente son los más fuertes. Pero un gobierno en el que la mayoría rige en todos los casos no se puede basar en la justicia, aún en cuanto ésta es entendida por los hombres. ¿No puede haber un gobierno en el que las mayorías no decidan de manera virtual lo correcto y lo incorrecto – sino a conciencia?, ¿en el que las mayorías decidan sólo los problemas para los cuales la regulación de la conveniencia sea aplicable? ¿Tiene el ciudadano en algún momento, o en últimas, que entregarle su conciencia al legislador? ¿Para qué entonces la conciencia individual? Creo que antes que súbditos tenemos que ser hombres. No es deseable cultivar respeto por la ley más de por lo que es correcto. La única obligación a la que tengo derecho de asumir es a la de hacer siempre lo que creo correcto. Se dice muchas veces, y es cierto, que una corporación no tiene conciencia; pero una corporación de personas conscientes es una corporación con conciencia. La ley nunca hizo al hombre un ápice más justo, y a causa del respeto por ella, aún el hombre bien dispuesto se convierte a diario en el agente de la injusticia. Resultado corriente y natural de un indebido respeto por la ley es el ver filas de soldados, coronel, capitán, sargento, polvoreros, etc., marchando en formación admirable sobre colinas y cañadas rumbo a la guerra, contra su voluntad, alás!, contra su sentido común y sus conciencias, lo que hace la marcha más ardua y produce un pálpito en el corazón. No les cabe duda de que la tarea por cumplir es infame; todos están inclinados hacia la paz. Pero, qué son? Son hombres acaso? O pequeños fuertes y polvorines al servicio de algún inescrupuloso que detenta el poder? Visiten un patio de la Armada y observen un marino, el hombre que el gobierno americano puede hacer, o mejor en lo que lo puede convertir con sus artes nigrománticas – una mera sombra y reminiscencia de humanidad, un desarraigado puesto de lado y firmes, y, se diría, enterrado ya bajo las armas con acompañamiento fúnebre...aunque puede ser que

“No se oyó ni un tambor,
ni la salva de adiós escuchamos,
cuando el cuerpo del héroe y su honor
en la tumba en silencio enterramos”.
La masa de hombres sirve pues al Estado, no como hombres sino como máquinas, con sus cuerpos. Son el ejército erguido, la milicia, los carceleros, los alguaciles, posse comitatus, etc. En la mayoría de los casos no hay ningún ejercicio libre en su juicio o en su sentido moral; ellos mismos se ponen a voluntad al nivel de la madera, la tierra, las piedras; y los hombres de madera pueden tal vez ser diseñados para que sirvan bien a un propósito. Tales hombres no merecen más respeto que el hombre de paja o un bulto de tierra. Valen lo mismo que los caballos y los perros. Aunque aún en esta condición, por lo general son estimados como buenos ciudadanos. Otros – como la mayoría de los legisladores, los políticos, abogados, clérigos y oficinistas – sirven al Estado con la cabeza, y como rara vez hacen distinciones morales, están dispuestos, sin proponérselo, a ponerle una vela a Dios y otra al Diablo. Unos pocos, como héroes, patriotas, mártires, reformadores en el gran sentido, y hombres – sirven al Estado a conciencia, y en general le oponen resistencia. Casi siempre son tratados como enemigos. El hombre sabio será útil sólo como hombre, y no aceptará ser “arcilla” o “abrir un hueco para escapar del viento”, sino que dejará ese oficio a sus cenizas.
“Soy nacido muy alto para ser convertido en propiedad,
para ser segundo en el control
o útil servidor e instrumento
de ningún Estado soberano del mundo”.
El que se entrega por completo a sus congéneres les parece a ellos inútil y egoísta; pero aquel que se les entrega parcialmente es considerado benefactor y filántropo.

¿Cómo le conviene a una persona comportarse frente al gobierno americano de hoy? Le respondo que no puede, sin caer en desgracia, ser asociado con éste. Yo no puedo, ni por un instante, reconocer una organización política que como gobierno mío es también gobierno de los esclavos. Todos los hombres reconocen el derecho a la revolución; es decir, el derecho a negarse a la obediencia y poner resistencia al gobierno cuando éste es tirano o su ineficiencia es mayor e insoportable. Pero muchos dicen que ese no es el caso ahora. Pero era el caso, creo, en la Revolución de 1775. Si alguien viene a decirme que aquel era un mal gobierno porque gravaba ciertas mercancías extranjeras que llegaban a sus puertos, seguramente no haría yo mucho caso del asunto, puesto que me basto sin ellas. Toda máquina produce una fricción, y ésta probablemente no es suficiente para contrarrestar el mal. En todo caso, es un gran mal hacer gran bulla al respecto. Pero cuando la fricción se apodera de la máquina y la opresión y el robo se organizan, les digo, no mantengamos tal máquina por más tiempo. En otras palabras, cuando una sexta parte de la población de una nación que ha tomado como propio ser el refugio de la libertad está esclavizada, y todo un país está injustamente subyugado y conquistado por un ejército extranjero y sujeto a la ley militar, no creo que sea demasiado pronto para que los honestos se rebelen y hagan revolución. Lo que hace más urgente esta obligación es que el país así dominado no es el nuestro y lo único que nos queda es el ejército invasor.

Paley, conocida autoridad con muchos otros en asuntos morales, en su capítulo sobre “Obligación a la obediencia al Gobierno Civil”, resuelve toda obligación moral a la conveniencia y continúa diciendo que “en cuanto el interés de toda la sociedad lo requiera, es decir, en cuanto al gobierno establecido no se pueda oponer resistencia o cambiar sin inconveniencia pública, es la voluntad de Dios...que el gobierno establecido sea obedecido...y no más. Al admitir este principio, la justicia de cada caso específico de resistencia se reduce al computo de la cantidad de peligro y afrenta, por un lado, y a la probabilidad y costo de remediarlo, por el otro”. De esto, dice, cada persona juzgará por sí misma. Pero parece que Paley nunca contempló aquellos casos en los que la ley de conveniencia no es aplicable, en los que un pueblo, tanto como un individuo, debe ejercer justicia, cueste lo que cueste. Si injustamente le he arrebatado una tabla a un hombre que se está ahogando, debo devolvérsela aunque yo me ahogue. Esto, según Paley, no sería conveniente. Pero aquel que salve su vida en tal forma, la perderá. Este pueblo tiene que dejar de tener esclavos y de hacerle la guerra a Méjico, aunque le cueste su propia existencia como pueblo.

En sus prácticas, las naciones están de acuerdo con Paley, pero cree alguien que Massachusetts está haciendo lo correcto en la crisis actual?

“Una puta por Estado, recamado de plata,
que le lleven la cola, pero que deja la huella de su alma en la mugre”.
En la práctica, quienes se oponen a una reforma en Massachusetts no son cien políticos del Sur, sino cien mil comerciantes y granjeros del Norte, quienes están más interesados en el comercio y la agricultura que en la humanidad, y no están preparados para hacer justicia a los esclavos y a Méjico, cueste lo que cueste. Yo no lucho con adversarios lejanos, sino en contra de quienes, aquí mismo en casa, cooperan y licitan por los que están lejos, y sin los cuales estos últimos serían inofensivos. Estamos acostumbrados a decir que las masas no están preparadas; pero las mejoras son lentas, porque los pocos no son ni materialmente más sabios ni mejores que los muchos. No es tan importante que muchos sean tan buenos como usted, como que haya alguna bondad absoluta en alguna parte, porque ella será la levadura para todo el conjunto. Hay miles de personas que se oponen a la esclavitud y la guerra, pero sin embargo no hacen nada para terminarlas; hay quienes, considerándose hijos de Washington y Franklin, se sientan con las manos en los bolsillos, y dicen que no saben qué hacer, y no hacen nada; hay quienes, anteponen el asunto del libre comercio al de la libertad y leen muy calmados las cotizaciones junto con los últimos informes sobre Méjico, después de la cena, y hasta se quedan dormidos sobre ellos. ¿Cuál es la cotización para un hombre honesto y patriota hoy? Ellos se lo preguntan, tienen remordimientos y hasta redactan un memorial, pero no hacen nada con convicción y efecto. Esperan, muy bien dispuestos, a que otros le pongan remedio al mal, para que ya no les remuerda. Cuando mucho, depositan un voto barato, con un débil patrocinio y deseo de feliz viaje a lo correcto, en cuanto a ellos respecta. Hay novecientos noventa y nueve patronos de la virtud por un hombre virtuoso. Pero es más fácil negociar con el dueño real de alguna cosa que con su guardián temporal. Toda votación es un tipo de juego como las damas o el backgammon, con un ligero tinte moral, un jueguito entre lo correcto y lo incorrecto con preguntas morales, acompañado, naturalmente, de apuestas. El carácter de los votantes no entra en juego. Deposito mi voto, por si acaso, pues lo creo correcto, pero no estoy comprometido en forma vital con que esa corrección prevalezca. Se lo dejo a la mayoría. La obligación de mi voto, por lo tanto, nunca excede la conveniencia. Aún votar por lo correcto no es hacer nada por ello. Es simplemente expresar bien débilmente ante los demás un deseo de que eso (lo correcto) prevalezca. El hombre sabio no deja el bien a la merced del chance, ni desea que prevalezca por el poder de la mayoría. Hay poca virtud en la acción de las masas. Cuando la mayoría finalmente vote por la abolición de la esclavitud, será porque ya es indiferente a ella, o por que queda poca esclavitud para ser abolida con su voto. Entonces ellos mismos serán los únicos esclavos. Sólo acelera con su voto la abolición de la esclavitud quien afirma por medio de él su propia libertad.

Me entero de una convención a reunirse en Baltimore, o en alguna otra parte, para escoger un candidato a la Presidencia, convención formada principalmente por editores y políticos de profesión; pero me pregunto, ¿qué representa para una persona independiente, inteligente y respetable la decisión que allí se tome? ¿No tenemos, sin embargo, la ventaja de la sabiduría y la honestidad? ¿No contamos con algunos votos independientes? ¿No hay muchas personas en este país que no asisten a convenciones? Pero no: encuentro que el llamado hombre respetable ha sido arrastrado de su posición, y se desespera de su país, cuando su país tiene más razones para desesperarse de él. En el acto, adopta a uno de los candidatos seleccionados, como el único disponible, probando que él mismo está disponible para cualquier propósito del demagogo. Su voto no tiene más valor que el de cualquier extranjero sin principios o nacional a sueldo, que haya sido comprado. ¡Loa al hombre que es hombre!, o, como dice un vecino “es hueso difícil de roer”. Nuestras estadísticas están erradas: la población es presentada exageradamente grande. ¿Cuántos habitantes hay por milla cuadrada en este país? Escasamente uno. Es que los Estados Unidos no ofrecen aliciente para que las gentes se establezcan aquí? El norteamericano ha degenerado en el Tipo Simpático – conocido por el desarrollo de su órgano de sociabilidad, por la falta manifiesta de intelecto y por una seguridad desenfadada, cuya primera y más importante preocupación al llegar a este mundo, es ver que los hospicios estén en buenas condiciones, y antes de que haya estrenado su atuendo viril, empieza a recolectar fondos para sostener a las viudas y huérfanos que puedan aparecer, y quien, en últimas, se aventura a vivir solo de la ayuda de la Mutual de Seguros, que le ha prometido enterrarlo decentemente.

De hecho, no es obligación de un individuo dedicarse a la erradicación del mal, aún del más enorme; bien puede tener otras inquietudes que lo ocupen. Pero es su obligación al menos lavarse las manos de ese mal, y si no le dedica mayor pensamiento, tampoco debe darle su apoyo en la práctica. Si yo me dedico a otras empresas y contemplaciones, debo ante todo ver que no las emprenda montado sobre los hombros de otro. Debo desmontarme primero para que él pueda adelantar sus contemplaciones también. Vean qué gran inconsistencia se tolera. Les he oído decir a algunos de mis paisanos: “Me gustaría que me ordenaran ir a ayudar a extinguir una insurrección de esclavos o a marchar a Méjico, ya vería si voy”. Y, sin embargo, cada uno de ellos ha contribuido, directamente con su obediencia, e indirectamente con su dinero, suministrando un sustituto. El soldado que rehusa servir en una guerra injusta es aplaudido por aquellos que no rehusan sostener al gobierno injusto que hace la guerra; es aplaudido por aquellos cuyos actos y autoridad ese gobierno no tiene en cuenta ni valora en nada. Como si el Estado estuviera tan arrepentido que contratara a uno para que lo azotara mientras peca, pero no para dejar de pecar. Así, bajo el rótulo del Orden y Gobierno Civil se nos hace a todos rendir homenaje y sostener nuestra propia maldad. Después del primer sonrojo de pecado se pasa a la indiferencia y de lo inmoral se llega a lo amoral, lo que resulta necesario para esa vida que nos hemos forjado. El error más amplio y permanente necesita de la más desinteresada virtud para sostenerse. Los nobles son quienes más comúnmente incurren en el ligero reproche que se le hace a la virtud del patriotismo. Aquellos, quienes a la vez que desaprueban el carácter y las medidas de un gobierno, le entregan su respaldo, son sin duda sus más conscientes soportes y con frecuencia el obstáculo más serio a la reforma.

Algunos le están pidiendo al Estado disolver la Unión para desconocer las solicitudes del Presidente. Por qué no la disuelven ellos mismos – la unión entre ellos y el Estado – y se niegan a pagar su cuota al Tesoro? No están ellos en la misma relación con el Estado que éste con la Unión? Y no son las mismas razones que han impedido al Estado oponerse a la Unión las que les impiden a ellos oponerse al Estado? ¿Cómo puede una persona estar satisfecha con sólo mantener una opinión y al mismo tiempo disfrutarlo? ¿Hay alguna satisfacción en ello, si su opinión es la de que está siendo agraviado? Si a usted lo engañan así sea en un solo dólar, usted no queda satisfecho con saber que lo engañaron, con decirlo, ni aún con pedir que se le restituya lo que le pertenece; sino que usted se empeña de manera efectiva en recuperar la suma completa y en ver que no se le vuelva a engañar jamás. La acción por principio, la percepción y el desarrollo de lo correcto, cambian las cosas y las relaciones; es algo esencialmente revolucionario y no concuerda con nada de lo que fue. No solo dividió Estados e Iglesias, divide a las familias; ay!, divide al individuo, separando en él lo diabólico de lo divino.

Existen leyes injustas: ¿debemos estar contentos de cumplirlas, trabajar para enmendarlas, y obedecerlas hasta cuando lo hayamos logrado, o debemos incumplirlas desde el principio? Las personas, bajo un gobierno como el actual, creen por lo general que deben esperar hasta haber convencido a la mayoría para cambiarlas. Creen que si oponen resistencia, el remedio sería peor que la enfermedad. Pero es culpa del gobierno que el remedio sea peor que la enfermedad. Es él quien lo hace peor. ¿ Por qué no está más apto para prever y hacer una reforma? ¿ Por qué no valora a su minoría sabia? ¿Por qué grita y se resiste antes de ser herido? ¿Por qué no estimula a sus ciudadanos a que analicen sus faltas y lo hagan mejor de lo que él lo haría con ellos? ¿Por qué siempre crucifica a Cristo, excomulga a Copérnico y a Lutero y declara rebeldes a Washington y a Franklin? Uno pensaría que una negación deliberada y práctica de su autoridad fue la única ofensa jamás contemplada por su gobierno, o si no, por qué no ha asignado un castigo definitivo, proporcionado y apropiado? Si un hombre que no tiene propiedad se niega sólo una vez a rentar nueve chelines al Estado, es puesto en prisión por un término ilimitado por ley que yo conozca, y confinado a la discreción de aquellos que lo pusieron allí; pero si le roba noventa veces nueve chelines al Estado, es pronto puesto de nuevo en libertad.

Si la injusticia es parte de la fricción necesaria de la máquina del gobierno, vaya y venga, tal vez la fricción se suavice – ciertamente la máquina se desgasta. Si la injusticia tiene un resorte, una polea, un cable, una manivela exclusivamente para sí, quizá usted pueda considerar si el remedio no es peor que la enfermedad; pero si es de tal naturaleza que le exige a usted ser el agente de injusticia para otro, entonces yo le digo, incumpla la ley. Deje que su vida sea la contra fricción que pare la máquina. Lo que tengo que hacer es ver, de cualquier forma, que yo no me presto al mal que condeno. En cuanto a adoptar las maneras que el Estado ha entregado para remediar el mal, yo no sé nada de tales maneras. Toman mucho tiempo, y la vida se habrá acabado para entonces. Tengo otras cosas que hacer. Yo vine a este mundo no propiamente a convertirlo en un buen sitio para vivir, sino a vivir en él, ya sea bueno o malo. Una persona no tiene que hacerlo todo, sino algo; y puesto que no puede hacerlo todo, no es necesario que ande haciendo peticiones al gobernador o al legislador más de lo que ellos me las tienen que hacer a mí. ¿Y si ellos no oyen mi petición, qué tengo que hacer? En este caso el Estado no tiene respuesta: su propia Constitución es el mal. Esto puede parecer fuerte, terco y no conciliatorio, pero es tratar con la mayor amabilidad y consideración al único espíritu que puede agradecerlo o merecerlo. Así que todo es cambio para mejorar, como el nacimiento y la muerte, que convulsionan el cuerpo. No dudo en afirmar que aquellos que se llaman abolicionistas debería retirar inmediatamente su apoyo personal y económico al gobierno de Massachusetts, y no esperar a constituir una mayoría de uno que les otorgue el derecho de prevalecer. Creo que es suficiente con tener a Dios de su lado, sin esperar a ese otro uno. Más aún, cualquier hombre más correcto que sus vecinos constituye de por sí una mayoría de uno.

Yo me entrevisto con el gobierno americano, o su representante, el gobierno del Estado, directamente, cara a cara, una vez al año – nada más – en la persona de su recaudador de impuestos; esta es la única forma en la que una persona de mi posición puede encontrarse con ese Estado. Y entonces él dice bien claro: Reconózcame; y la manera más sencilla, la más efectiva, en el actual curso de los hechos, la manera indispensable de tratar con él en su cara, de expresarle uno su poca satisfacción y poco amor por él es negarlo. Mi vecino civil, el recaudador, es el hombre de carne y hueso con quien tengo que tratar – porque, después de todo, es con hombres y no con papeles con quienes yo peleo, y él ha escogido voluntariamente ser un agente del gobierno. ¿Cómo hará para saber bien lo que él es y lo que tiene que hacer como funcionario del gobierno, o como hombre, cuando se vea obligado a considerar si a mí – su vecino - a quien respeta como buen vecino - me trata como tal, o como a un loco que altera la paz, e igualmente resolver cómo puede sobreponerse a esa obstrucción a la buena voluntad, sin que lo asalten pensamientos más rudos y contundentes, o sin adoptar un vocabulario acorde con su acción? Yo sí lo sé muy bien: si mil, o cien o diez hombres – a quienes puedo nombrar – si sólo diez hombres honestos – alás! si un hombre HONESTO, en este Estado de Massachusetts, dejara de tener esclavos, realmente se retirara de esa cosociedad y fuera encerrado por ello en la cárcel del Condado, eso sería la abolición de la esclavitud en América. Porque lo que importa no es qué tan pequeño pueda ser el comienzo: lo que se hace una vez bien, se hace para siempre. Pero preferimos hablar de ello: a lo que digamos, reducimos nuestra misión. La reforma cuenta con muchos informes periodísticos a su servicio, pero ni con un solo hombre.

Si mi estimado vecino, el embajador del Estado, que dedicará sus días a tratar el asunto de los derechos humanos en la Cámara del Consejo, en vez de ser amenazado con las prisiones de Carolina, fuera a sentarse como prisionero de Massachusetts, ese Estado que está tan ansioso por endilgarle el pecado de la esclavitud a su hermana, aunque hasta el momento solo se ha basado en un acto de inhospitalidad para pelear con ella, no desestimaría considerar el tema en la legislatura del próximo invierno.

Bajo un gobierno que encarcela injustamente, el verdadero lugar para un hombre justo está en la cárcel. El lugar apropiado hoy, el único sitio que Massachusetts ha provisto para sus espíritus más libres y menos desalentados está en sus prisiones: está en ser encerrados y excluidos del Estado por acción de éste, así como ellos mismos se han puesto fuera de él, movidos por sus propios principios. Es allí donde los deben encontrar el esclavo fugitivo, el prisionero mejicano puesto en libertad bajo palabra y el indio que vino a interceder por las faltas imputadas a su raza. Es allí, en ese suelo separado, pero más libre y honorable, donde el Estado coloca a los que no están con él, sino en su contra, donde el hombre libre puede habitar con honor. Si alguien piensa que su influjo se pierde allí, y que su voz ya no llega al oído del Estado, que él mismo no es visto como el enemigo dentro de sus muros, no sabe qué tanto la verdad es más fuerte que el error, ni qué tanto puede elocuente y efectivamente combatir la injusticia quien la ha experimentado en su propia persona. Deposite su voto completo, no sólo una tira de papel, sino todo su influjo. Una minoría es impotente, ni siquiera es una minoría, mientras se amolde a las mayorías; pero se vuelve insostenible cuando obstaculiza con todo su peso. Si la alternativa es mantener a todos los justos presos o renunciar a la esclavitud y la guerra, el Estado no dudará en escoger. Si mil ciudadanos no pagaran sus impuestos este año, esa no sería una medida violenta y sangrienta, como sí lo sería pagarlos, habilitando al Estado para que ejerza violencia y derrame sangre inocente. Esta es, de hecho, la definición de una revolución pacífica, si es que tal revolución es posible. Si el recaudador, o cualquier otro funcionario – como ya ha sucedido - me pregunta: “y entonces qué hago? ”, mi respuesta es: “si usted de verdad quiere hacer algo, renuncie al puesto”. Cuando el súbdito se ha negado a someterse y el funcionario renuncia a su cargo, la revolución se ha logrado. ¿Y no hay también derramamiento de sangre cuando se hiere la conciencia? Por esta sangre brotan la hombría y la inmortalidad de un ser humano y esa sangre fluye hacia una muerte eterna. Veo esa sangre fluyendo ahora.

Hasta ahora, he considerado el encarcelamiento del transgresor más que la confiscación de sus bienes – aunque ambos sirven el mismo propósito – porque aquellos que se sostienen en la corrección más pura, y en consecuencia son más peligrosos para el Estado corrupto, generalmente no han dedicado mucho tiempo a acumular propiedades. A ellos, el Estado comparativamente les presta poco servicio, y un pequeño impuesto es costumbre que parezca exorbitante, particularmente si se les obliga a pagarlo con trabajo de sus propias manos. Si hubiese alguien que viviera completamente sin el uso del dinero, el Estado mismo dudaría en exigírselo. Pero el rico – sin hacer comparaciones odiosas – está siempre vendido a la institución que lo hace rico. En estricto sentido, a más dinero menos virtud, porque el dinero se interpone entre la persona y sus objetivos y los obtiene para él; ciertamente, no fue gran virtud obtenerlo. El dinero pone de lado muchas preguntas que de otra manera la persona se vería obligada a responder, mientras que la nueva pregunta es difícil pero superflua: cómo gastarlo! Así, le han quitado a la persona su piso moral. Las oportunidades de vivir se disminuyen en proporción al aumento de los llamados “medios de subsistencia”. Lo mejor que una persona puede hacer por su cultura cuando es rica, es realizar los esquemas que se propuso cuando era pobre. Cristo respondía a los súbditos de Heródes según su condición. “Mostradme vuestro dinero del tributo”, les decía, y uno sacó un centavo del bolsillo, “si usáis dinero acuñado con la imagen del César, y que él ha hecho corriente y valioso, es decir, sois un hombre del Estado y disfrutáis a gusto de las ventajas del gobierno del César, entonces retribuid con algo de lo que le pertenece cuando él os lo pide. Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, y no los dejaba más sabios en cuanto cuál era para cuál, porque ellos no querían saber.

Cuando yo converso con el más libre de mis vecinos, me doy cuenta de que cualquier cosa que mi interlocutor diga sobre la magnitud y seriedad de un asunto, lo mismo que su preocupación por la tranquilidad pública, me la presenta sujeta a la protección del Gobierno vigente y más bien se espanta de las consecuencias que la desobediencia les pueda acarrear a su propiedad y a sus familias. Por mi parte, no quiero ni pensar que alguna vez dependa de la protección del Estado. Pero si yo niego la autoridad del Estado cuando éste me presenta la cuenta de los impuestos, pronto se llevarán y gastarán mis propiedades y me acosarán a mí y a mis hijos indefinidamente. Esto es doloroso. Esto hace imposible a la persona vivir honestamente y al tiempo con comodidad en lo que a exterioridades respecta. No vale la pena acumular propiedades que de seguro se volverán a ir. Hay que alquilar o invadir cualquier predio, cultivar una pequeña cosecha y comérsela pronto. Hay que vivir dentro de sí mismo y depender de uno mismo, siempre arremangado y listo a arrancar, sin tener muchos asuntos pendientes. Un hombre puede volverse rico en Turquía, si es en todo aspecto un buen súbdito del gobierno turco. Confucio dijo: “Si un Estado es gobernado por los principios de la razón, la pobreza y la miseria son objeto de vergüenza; si el Estado no es gobernado por los principios de la razón, la riqueza y los honores son objeto de vergüenza”. No: hasta cuando se me extienda la protección de Massachusetts hasta un puerto en el Sur, donde mi libertad esté en peligro, o hasta cuando me dedique a aumentar mi patrimonio aquí con industriosidad pacífica, me puedo dar el lujo de rehusar la sumisión a Massachusetts, y a su derecho sobre mi propiedad y mi vida. En todo caso, me sale más barato sufrir el castigo por desobediencia al Estado que obedecer. Me sentiría que yo mismo valdría menos.

Hace unos años, el Estado me llamó a favor de la Iglesia y me conminó a pagar una suma para el mantenimiento de un clérigo, cuyos sermones mi padre escuchaba, pero yo no. “Pague”, se me dijo, “o será encerrado en la cárcel”. Yo me negué a pagar. Desagraciadamente, otra persona consideró apropiado hacerlo por mí. Yo no entendía por qué el maestro de escuela tenía que pagar impuesto para sostener al cura, y no el cura para sostener al maestro, así yo no fuera maestro del Estado, sino que me sostenía por suscripción propia. Yo no veía por qué el Liceo no podía presentar su cuenta de impuestos y hacer que el Estado respaldara su petición lo mismo que la de la Iglesia. Sin embargo, a petición de los Concejales, fui condescendiente como para hacer la siguiente declaración por escrito: “Sírvanse enterarse de que yo, Henry Thoreau, no deseo ser considerado miembro de ninguna sociedad a la cual yo mismo no me haya unido”. El Estado, habiéndose enterado de que yo no quería ser considerado miembro de esa iglesia, nunca me ha vuelto a hacer tal exigencia, aunque decía que tenía que acogerse a su presunción en ese momento. Si hubiese sabido los nombres, me habría retirado de todas las sociedades a las que nunca me inscribí, pero no supe dónde encontrar la lista completa.

Hace seis años que no pago el impuesto de empadronamiento. Me apresaron una vez por eso, por una noche. Y mientras meditaba sobre el grosor de los muros de piedra, de dos o tres pies de ancho, de la puerta de madera y hierro de un pie de espesor, y de las rejas de hierro por las que se colaba la luz, no pude evitar aterrarme de la tontería de aquella institución que me trataba como si yo no fuera más sino carne, sangre y huesos que encerrar. Concluí finalmente que ésta era la mayor utilidad que el Estado podía sacar de mí y que nunca pensó en beneficiarse de alguna manera con mis servicios. Pensé que si había un muro de piedra entre mis conciudadanos y yo, había uno mucho más difícil de trepar o atravesar antes de que ellos pudieran llegar a ser tan libres como yo. Nunca me sentí encerrado, y los muros semejaban un gran desperdicio de piedra y argamasa. Sentí que yo era el único de mis conciudadanos que había pagado el impuesto. Ciertamente no sabían cómo tratarme; pero se comportaban como tipos maleducados. En cada amenaza y en cada lisonja se pifiaban, porque creían que lo que yo más quería era estar del otro lado del muro. Yo no podía sino sonreír de ver con qué laboriosidad cerraban la puerta a mis meditaciones, lo que los dejaba de nuevo sin oposición ni obstáculo, y esas meditaciones eran realmente lo único peligroso que allí había. Como no me podían atrapar, resolvieron castigar mi cuerpo, como niños, que si no pueden llegar a la persona a la que tienen tirria, le maltratan el perro. Observé que el Estado era ingenioso sólo a medias, que era tímido. Como una viuda en medio de su platería, y que no diferenciaba sus amigos de sus enemigos, y así perdí lo que me quedaba de respeto por él y le tuve lástima.

El Estado, pues, nunca confronta a conciencia la razón de una persona, intelectual o moralmente, sino sólo su cuerpo, sus sentidos. No está equipado con un ingenio superior o una honestidad superior, sino con fuerza superior. Yo no nací para ser forzado. Respiro a mi manera. Ya veremos quien es el más fuerte. ¿Qué fuerza tiene una multitud? Sólo me pueden forzar los que obedecen una ley más alta que yo. Quieren forzarme a que me vuelva como ellos. No escucho a quienes han sido forzados por las masas a vivir así o asá. ¿Qué vida es ésa? Cuando un gobierno me dice, “la bolsa o la vida”, por qué tengo que correr a darle mi plata? Pueden estar en apuros y no saber qué hacer: lo siento mucho. Ellos verán qué hacen. Que hagan como yo. No vale la pena lloriquear por eso. Yo no soy responsable de que la maquinaria de la sociedad funcione. No soy hijo del ingeniero. Sólo veo que cuando una bellota y una castaña caen juntas, la una no se queda inerte para hacerle campo a la otra, ambas obedecen sus propias leyes y germinan y crecen y florecen lo mejor que pueden, hasta que una, quizás, eclipsa y destruye a la otra. Si una planta no puede vivir de acuerdo a la naturaleza, se muere; lo mismo el hombre.

La noche en la prisión fue novedosa e interesante. Cuando entré, los prisioneros, en mangas de camisa, gozaban de una charla y del aire de la noche. Pero el carcelero dijo: “Vamos muchachos, es hora de encerrarlos”, entonces se dispersaron, y oí el ruido de sus pasos de regreso a la vacuidad de sus compartimentos. El carcelero me presentó a mi compañero como “un tipo de primera y un hombre inteligente”. Cuando cerraron la puerta, me indicó dónde colgar mi sombrero y me contó cómo arreglaba sus asuntos allí. Los cuartos eran blanqueados una vez al mes, y éste, al menos, era el más blanco; el amoblado de forma muy sencilla y seguramente el más pulcro del pueblo. Naturalmente quería saber de dónde venía yo, qué me había traído. Cuando le hube contado, yo también le pregunté por qué estaba allí, bajo la presunción de que era un hombre honesto, y claro que lo era. “Bien”, dijo, “me acusan de quemar un granero, pero nunca lo hice”. Por lo que pude descubrir, él probablemente se había acostado borracho, fumando pipa, y el granero se incendió. Gozaba de la reputación de ser inteligente; había estado allí cerca de tres meses esperando el juicio, y tendría que esperar otro tanto, pero estaba domesticado y contento, puesto que recibía alimentación gratis y se consideraba bien tratado. Él miraba por una ventana y yo por la otra. Observé que si uno se quedaba allí por largo tiempo su actividad central se reducía a mirar por la ventana. Pronto leí todas las huellas que allí quedaban y examiné por donde se habían escapado los antiguos prisioneros, donde habían segueteado una reja y oí la historia de varios inquilinos de aquella celda; descubrí que aún allí había historias y habladurías que nunca circulaban más allá de los muros de la prisión. Seguramente ésta es la única casa del pueblo donde se escriben versos, que luego se imprimen en hojas que no se publican. Pude ver una larga lista de jóvenes que habían intentado escapar, quienes se vengaron cantando sus versos.

Yo le sonsaqué a mi compañero todo lo que pude, movido por el temor de no volver a verlo; luego me indicó cuál era mi cama y me dejó apagar la vela.

Tendido allí por una noche fue como viajar a un país remoto que nunca había esperado visitar. Me pareció que no había escuchado antes el llamado de las campanas del reloj del pueblo ni el sonido nocturno de la aldea, puesto que dormíamos con las ventanas abiertas, que daban a la parte interna de las rejas. Fue ver mi pueblo natal a la luz del Medioevo y nuestro Concord convertido en un Rin, que pasaba con sus caballos y castillos. Oí las voces de antiguos burgueses por las calles. Fui el espectador y oyente involuntario de todo lo dicho y hecho en la posada vecina: una nueva y extraña experiencia. Fue una visión más cercana de mi pueblo. Me metí dentro. Nunca antes había visto sus instituciones. Ésta es una de sus instituciones características porque éste es un Condado. Empecé a comprender lo que son sus habitantes.

Por la mañana, nos pasaron el desayuno por un hueco de la puerta por donde cabían jarros de lata y una cuchara metálica. Cuando vinieron por los platos, fui tan bisoño como para devolver el pan que había dejado, pero mi camarada lo agarró y dijo que debía reservarlo para el almuerzo o la comida. Pronto lo dejaron salir a segar heno en un campo vecino, a donde iba todos los días sin regresar hasta el medio día; así que me dijo adiós y que dudaba de que me volviera a ver.

Cuando salí de prisión – porque alguien se atravesó y pagó el impuesto – no percibí que hubiera habido grandes cambios en el exterior, como los que encuentra el que entra joven y sale viejo; y sin embargo, un cambio se presentó ante mis ojos – el pueblo, el Estado, el país eran más grandes de lo que el mero tiempo podía afectarlos. Vi más claro el Estado en el que vivía. Vi hasta qué punto se podía tener como buenos amigos y vecinos a las personas entre quienes había vivido. Su amistad era ante todo para los buenos tiempos. Vi que básicamente no se proponían hacer el bien, que eran de otra raza distinta a la mía por sus prejuicios y supersticiones . Como los chinos y los malayos, que en sus sacrificios por la humanidad no se arriesgan ni siquiera en sus propiedades. Vi que, después de todo, no eran tan nobles, sino que trataban al ladrón como éste los había tratado, y confiaban que por cierto cumplimiento externo y algunas oraciones, y por seguir una senda particularmente derecha e inútil salvarían sus almas. Puede que esto sea juzgarlos un tanto duro, pero muchos de ellos ni siquiera son conscientes de que en su pueblo exista una institución como la cárcel.

Una antigua costumbre del pueblo, cuando el deudor pobre salía de la cárcel, era ir a saludarlo, mirándolo por entre los dedos, que representaban los barrotes de la cárcel; “¿Cómo le va?”. Mis vecinos no me dieron ese saludo; sólo me miraban y luego se miraban, como si yo hubiera vuelto de un largo viaje. A mí me tomaron prisionero mientras iba donde el zapatero a recoger un zapato remontado. Cuando me soltaron por la mañana procedí a terminar el mandado y después de ponerme el zapato me uní a un grupo de recogedores de arándano, que se mostraron impacientes por ponerse bajo mi conducción. El caballo pronto fue bien cargado y en media hora estuvimos en medio de un campo de arándanos en lo alto de una colina, a dos millas de distancia, y el Estado ya no se veía por ninguna parte.

Esta es la historia completa de “Mis Prisiones”.

Nunca me he negado a pagar el impuesto de rodamiento, porque quiero ser tan buen vecino como mal súbdito, y en cuanto a subvencionar escuelas, aquí estoy dando mi contribución para educar a mis compatriotas. No es por un punto en especial de la cuenta de impuestos que me niego a pagarla. Simplemente deseo rehusar la sumisión al Estado, retirarme y permanecer retirado de manera efectiva. No me interesa seguirle la pista a mi dólar, si puedo, hasta que ese dólar le compre un rifle a un hombre para que le dispare a otro – el dólar es inocente – pero sí me interesa seguirle la pista a los efectos de mi sumisión.

De hecho, le declaro la guerra al Estado, a mi manera, aunque lo utilice y me aproveche de él en cuanto pueda, como es usual en tales casos.

Si otros, por simpatía con el Estado, pagan el impuesto que a mí me piden, hacen lo mismo que cuando pagaron el suyo, es decir, apoyan la injusticia más de lo que el Estado les exige. Si pagan el impuesto por una solidaridad equivocada con la persona a la que se le ha cobrado, para salvarle sus propiedades o evitarle que termine en la cárcel, es porque no han medido con inteligencia hasta dónde dejan interferir sus sentimientos personales con el bien público.

Esta es mi posición en el momento. Pero uno no puede estar demasiado a la defensiva en este caso, no sea que sus acciones se parcialicen por la obstinación o la demasiada preocupación por la opinión de los demás. Hay que dejar a cada quien hacer sólo lo que le pertenece a él y a su momento.

A vece me digo, bueno, esta gente es bien intencionada, sólo son ignorantes, obrarían mejor si supieran cómo: Por qué poner a los vecinos en la dificultad de tratarlo a uno en una forma en que no están inclinados a hacerlo? Pero recapacito: esa no es razón para que yo actúe como ellos o permita que otros sufran un dolor mayor y diferente. Y luego, vuelvo y me digo, cuando millones de hombres, sin agresividad, sin mala intención, sin sentimientos personales de ningún tipo, piden solo unas monedas, sin la posibilidad, tal es su manera de ser, de retractarse o alterar su exigencia, y sin la posibilidad, por parte de quien recibe la petición, de apelar a otros millones de personas, por qué exponerse a esta fuerza bruta sobrecogedora? No nos oponemos al frío y al hambre, a los vientos y a las olas con tanta obstinación. Nos entregamos sumisos a mil necesidades similares. Usted no pone las manos al fuego. Pero también en la medida en que yo no veo esto como una fuerza bruta total sino como una fuerza humana en parte, y considero que yo tengo que ver con esos millones como lo tengo con millones de hombres, y no como brutos o cosas inanimadas, veo que esa apelación es posible, en primer lugar y de forma instantánea, de ellos a su Creador y, en segundo lugar, de ellos a sí mismos. Pero si deliberadamente pongo las manos al fuego, no hay apelación al fuego, ni al Creador del fuego, y sólo yo tengo que culparme por ello. Si pudiera convencerme de que tengo algún derecho a estar satisfecho con los hombres como son, y tratarlos de acuerdo a eso, y no según mis expectativas y exigencias de lo que ellos y yo debemos ser, entonces, como un musulmán y fatalista, trabajaría por conformarme con las cosas tal y como están, y con decir que eso es la voluntad de Dios. Y, sobre todo, está la diferencia entre oponerse a esto o a una fuerza bruta y natural, y es que yo puedo oponerme a esto con algún efecto, pero no puedo esperar como Orfeo cambiar la naturaleza de las rocas, los árboles o las bestias.

No deseo pelear con ningún hombre o nación. No quiero pararme en pelos, hacer diferencias sutiles, o creerme mejor que los demás. Hasta busco, podría decir, casi una excusa para ajustarme a las leyes de la tierra. Estoy más que listo para amoldarme a ellas. Ciertamente tengo razones para catalogarme de este modo; y cada año, cuando el recaudador llega, estoy dispuesto a revisar las actas y la posición de los gobiernos nacional y federal, y el espíritu de la gente para aceptar el conformismo.

“Tenemos que querer a nuestro país como a nuestros padres. Debemos respetar los efectos y enseñar al alma asuntos de conciencia y religión, y no el deseo de dominio o beneficio”.
Creo que el Estado pronto podrá quitarme esta carga de encima y entonces ya no seré mejor patriota que mis conciudadanos. Vista desde un mirador más bajo, la Constitución, con todas sus faltas, es muy buena; la ley y las Cortes muy respetables; aún este Estado y este gobierno americano son, en muchos aspectos admirables; y hay algunas cosas, que tantos otros han descrito, por las que agradecer; pero analizadas desde una perspectiva superior y aún desde la más alta, ¿quién dice lo que son o que vale la pena considerarlas o siquiera pensarlas?

Con todo, el gobierno no me preocupa mucho, y pienso en él lo menos que puedo. No es mucho el tiempo que vivo bajo el gobierno, aún en este mundo. Si un hombre piensa libremente, sueña, imagina libremente, nunca estará por mucho tiempo de acuerdo con lo que no es como con lo que es, así que no puede ser interrumpido por gobernantes o reformadores obtusos.

Sé que muchas personas no piensan como yo, pero aquellos cuyas vidas, por obra de su profesión, están dedicadas al estudio de materias afines no me satisfacen casi en nada. Estadistas y legisladores, que están siempre de acuerdo dentro de la institución, nunca la ven clara y desnuda. Hablan de la sociedad en movimiento, pero no tienen lugar de descanso sin ella. Pueden ser hombres de cierta experiencia y discernimiento, y sin duda han inventado sistemas ingeniosos y útiles, que les agradecemos, pero todo su ingenio y utilidad reposa en límites estrechos. Olvidan que el mundo no está gobernado por los programas y la ventaja personal. Webster nunca se le enfrenta al gobierno, así que no puede hablar de él con autoridad. Sus palabras son sabiduría para aquellos legisladores que no contemplan reformas esenciales en el gobierno actual; pero para los pensadores y para aquellos que legislan para todo tiempo, Webster no acierta una. Conozco a aquellos cuya serena y sabia especulación sobre este tema pronto les hará ver la estrechez del pensamiento y el pupilaje de Webster.

Con todo, comparado con los ordinarios alcances de muchos reformadores, y la aún más ordinaria sabiduría y elocuencia de los políticos en general, las de Webster son las casi únicas palabras razonables y valiosas, y le agradecemos al Cielo por él. Comparativamente, es siempre fuerte, original y sobre todo, práctico. Sin embargo, su cualidad no es la sabiduría sino la prudencia. La verdad de los abogados no es la Verdad, sino la consistencia o una conveniencia consistente. La Verdad está siempre en armonía consigo misma y no está interesada en revelar la justicia que pueda concordar con el mal obrar. Webster merece ser llamado, como lo ha sido, el Defensor de la Constitución. No se le pueden dar otros golpes distintos a los defensivos. No es un líder sino un seguidor. Sus líderes son los hombres de 1787. “Yo nunca he hecho un esfuerzo”, dice, “y nunca propongo hacer un esfuerzo, nunca he apoyado un esfuerzo y no tengo intención de apoyarlo para interferir el acuerdo inicial por el cual los diversos estados formaron la Unión”, y respecto de la aprobación que la Constitución otorgó a la esclavitud: “Puesto que era parte del paquete inicial...déjenla ahí”. A pesar de su agudeza y capacidad, Webster es incapaz de aislar un hecho de sus meras relaciones políticas, y verlo como se le presenta al intelecto – por ejemplo, qué incumbe a un hombre hacer aquí en América hoy respecto de la esclavitud – sino que se aventura, o es llevado a dar una respuesta desesperada a lo siguiente, pretendiendo hablar de forma absoluta y como individuo particular – de lo cual qué nuevo y singular se puede sacar a favor de la obligación social? “La forma”, dice, “ como los gobiernos de los Estados donde existe la esclavitud la regulen, está a su propia consideración, bajo la responsabilidad de sus constituyentes, según las leyes generales de la propiedad, humanidad y justicia y según Dios. Las asociaciones formadas en otra parte, salidas de sentimientos humanitarios, o por cualquier otra causa, no tienen nada que ver con ello. Nunca han recibido motivación de parte mía, y nunca la tendrán.” (Estos apartes han sido insertados, puesto que la conferencia fue leída. H.D.T.)

Aquellos que no conocen una fuente más pura de verdad, que no han buscado el manantial más arriba, se apoyan, y lo hacen sabiamente, en la Biblia y en la Constitución, y beben de ellas con reverencia y humanidad; pero aquellos que observan de donde esa verdad vierte gota a gota a este lago o a aquel estanque se amarran los calzones y siguen su peregrinaje hacia el nacedero.

No ha aparecido en América el genio legislador. Son raros en la historia del mundo. Hay oradores, políticos, y hombres elocuentes por miles; pero aún no ha abierto la boca el que tiene que formular las preguntas más molestas. Nos gusta la elocuencia en sí misma y no por la verdad que contenga o por cualquier acto heroico que inspire. Nuestros legisladores no han aprendido todavía el valor comparativo del libre cambio y la libertad, la unión y la rectitud hacia la nación. No tienen genio ni talento para hacerse preguntas humildes sobre impuestos y finanzas, comercio, manufactura y agricultura. Si se nos dejara sólo a la ingeniosa oratoria de nuestros legisladores del Congreso para guiarnos, sin la corrección de la experiencia niveladora y las quejas efectivas del pueblo, América no podría mantener su rango entre las naciones. Mil ochocientos años, aunque quizás yo no tenga derecho a decirlo, lleva escrito el Nuevo Testamento; y sin embargo, dónde está el legislador que tiene la sabiduría y el talento práctico para valerse de la luz que aquel irradia sobre la ciencia de la legislación.

La autoridad del gobierno – porque yo gustosamente obedeceré a aquellos que pueden actuar mejor que yo, y en muchas cosas hasta a aquellos que ni saben ni pueden actuar tan bien – es una autoridad impura: porque para ser estrictamente justa tiene que ser aprobada por el gobernado. No puede tener derecho absoluto sobre mi persona y propiedad sino en cuanto yo se lo conceda. El paso de la monarquía absoluta a una limitada, de la monarquía limitada a la democracia, es el progreso hacia el verdadero respeto al individuo. Hasta el filósofo chino fue lo suficientemente sabio para ver en el individuo la base del imperio. ¿Es la democracia que conocemos la última mejora posible de gobierno? ¿No es posible adelantar un paso en el reconocimiento y la organización de los derechos del hombre? Jamás existirá un Estado realmente libre e iluminado hasta cuando ese Estado reconozca al individuo como un poder más alto e independiente, del cual se deriva su propio poder y autoridad y lo trate de acuerdo a ello. Me complace imaginar un Estado que finalmente pueda darse el lujo de ser justo con todos, y que trate al individuo con respecto; más aún, que no llegue a pensar que es inconsistente con su propia tranquilidad si unos cuantos viven separados de él, no mezclándose con él, sin abrazarlo, pero cumpliendo con su obligación de vecinos y compañeros. Un Estado que produjera este fruto y lo entregase tan pronto estuviese maduro abriría el camino para otro Estado, aún más perfecto y glorioso, que yo he soñado también, pero que aún no he visto por ninguna parte.