jueves, 2 de julio de 2009

Erich Fromm


EL AMOR, LA RESPUESTA AL PROBLEMA DE LA EXISTENCIA HUMANA

"Cualquier teoría del amor debe comenzar con una teoría del hombre, de la existencia humana. Si bien encontramos amor, o más bien, el equivalente del amor, en los animales, sus afectos constituyen fundamentalmente una parte de su equipo instintivo, del que sólo algunos restos operan en el hombre. Lo esencial en la existencia del hombre es el hecho de que ha emergido del reino animal, de la adaptación instintiva, de que ha trascendido la naturaleza -si bien jamás la abandona y siempre forma parte de ella- y, sin embargo, una vez que se ha arrancado de la naturaleza, ya no puede retornar a ella, una vez arrojado del paraíso -un estado de unidad original con la naturaleza- querubines con espadas flameantes le impiden el paso si trata de regresar. El hombre sólo puede ir hacia adelante desarrollando su razón, encontrando una nueva armonía humana en reemplazo de la prehumana que está irremediablemente perdida. Cuando el hombre nace, tanto la raza humana como el individuo, se ve arrojado de una situación definida, tan definida como los instintos, hacia una situación indefinida, incierta, abierta. Sólo existe certeza con respecto al pasado, y con respecto al futuro, la certeza de la muerte".

"El hombre está dotado de razón, es vida consciente de sí misma; tiene conciencia de sí mismo, de sus semejantes, de su pasado y de las posibilidades de su futuro. Esa conciencia de sí mismo como una entidad separada, la conciencia de su breve lapso de vida, del hecho de que nace sin que intervenga su voluntad y ha de morir contra su voluntad, de que morirá antes que los que ama, o éstos antes que él, la conciencia de su soledad y su «separatidad» *, de su desvalidez frente a las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad, todo ello hace de su existencia separada y desunida una insoportable prisión. Se volvería loco si no pudiera liberarse de su prisión y extender la mano para unirse en una u otra forma con los demás hombres, con el mundo exterior".

"La vivencia de la separatidad provoca angustia; es, por cierto, la fuente de toda angustia. Estar separado significa estar aislado, sin posibilidad alguna para utilizar mis poderes humanos. De ahí que estar separado signifique estar desvalido, ser incapaz de aferrar el mundo -las cosas y las personas- activamente; significa que el mundo puede invadirme sin que yo pueda reaccionar. Así, pues, la separatidad es la fuente de una intensa angustia. La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad. El fracaso absoluto en el logro de tal finalidad significa la locura, porque el pánico del aislamiento total sólo puede vencerse por medio de un retraimiento tan radical del mundo exterior que el sentimiento de separación se desvanece -porque el mundo exterior, del cual se está separado, ha desaparecido-".

"El hombre -de todas las edades y culturas- enfrenta la solución de un problema que es siempre el mismo: el problema de cómo superar la separatidad, cómo lograr la unión, cómo trascender la propia vida individual y encontrar compensación. El problema es el mismo para el hombre primitivo que habita en cavernas, el nómada que cuida de sus rebaños, el pastor egipcio, el mercader fenicio, el soldado romano, el monje medieval, el samurai japonés, el empleado y el obrero modernos. El problema es el mismo, puesto que surge del mismo terreno: la situación humana, las condiciones de la existencia humana. La respuesta varía. La solución puede alcanzarse por medio de la adoración de animales, del sacrificio humano o las conquistas militares, por la complacencia en la lujuria, el renunciamiento ascético, el trabajo obsesivo, la creación artística, el amor a Dios y el amor al Hombre. Y si bien las respuestas son muchas -su crónica constituye la historia humana- no son, empero, innumerables. Por el contrario, en cuanto se dejan de lado las diferencias menores, que corresponden más a la periferia que al centro, se descubre que el hombre sólo ha dado un número limitado de respuestas, y que no pudo haber dado más, en las diversas culturas en que vivió. La historia de la religión y de la filosofía es la historia de esas respuestas, de su diversidad, así como de su limitación en cuanto al número".

"Las respuestas dependen, en cierta medida, del grado de individualización alcanzado por el individuo.[...] De manera similar, la raza humana, en su infancia, se siente una con la naturaleza. El suelo, los animales, las plantas, constituyen aún el mundo del hombre, quien se identifica con los animales, como lo expresa el uso que hace de máscaras animales, la adoración de un animal totémico o de dioses animales. Pero cuanto más se libera la raza humana de tales vínculos primarios, más intensa se torna la necesidad de encontrar nuevas formas de escapar del estado de separación".


"Una de las causas del desarrollo neurótico puede radicar en que el niño tiene una madre amante, pero demasiado indulgente o dominadora, y un padre débil e indiferente. En tal caso, puede permanecer fijado a una temprana relación con la madre, y convertirse en un individuo dependiente de la madre, que se siente desamparado, posee los impulsos característicos de la persona receptiva, es decir, de recibir, de ser protegido y cuidado, y que carece de las cualidades paternas -disciplina, independencia, habilidad de dominar la vida por sí mismo-. Puede tratar de encontrar «madres» en todo el mundo, a veces en las mujeres y a veces en los hombres que ocupan una posición de autoridad y poder. Si, por el contrario, la madre es fría, indiferente y dominadora, puede transferir la necesidad de protección materna al padre y a subsiguientes figuras paternas, en cuyo caso el resultado final es similar al caso anterior, o se convierte en una persona de orientación unilateralmente paterna, enteramente entregado a los principios de la ley, el orden y la autoridad, y carente de la capacidad de esperar o recibir amor incondicional. Ese desarrollo se ve intensificado si el padre es autoritario y, al mismo tiempo, muy apegado al hijo. Lo característico de todos esos desarrollos neuróticos es el hecho de que un principio, el paterno o el materno, no alcanza a desarrollarse, o bien -como ocurre en muchas neurosis serias que los papeles de la madre y el padre se tornan confusos tanto en lo relativo a las personas exteriores como a dichos papeles dentro de la persona. Un examen más profundo puede mostrar que ciertos tipos de neurosis, las obsesivas, por ejemplo, se desarrollan especialmente sobre la base de un apego unilateral al padre, mientras que otras, como la histeria, el alcoholismo, la incapacidad de autoafirmarse y de enfrentar la vida en forma realista, y las depresiones, son el resultado de una relación centrada en la madre".

"El amor erótico es el anhelo de fusión completa, de unión con una única persona. Por su propia naturaleza, es exclusivo y no universal; es también, quizá, la forma de amor más engañosa que existe. En primer lugar, se lo confunde fácilmente con la experiencia explosiva de «enamorarse», el súbito derrumbe de las barreras que existían hasta ese momento entre dos desconocidos. Pero, como señalamos antes, tal experiencia de repentina intimidad es, por su misma naturaleza, de corta duración. Cuando el desconocido se ha convertido en una persona íntimamente conocida, ya no hay más barreras que superar, ningún súbito acercamiento que lograr. Se llega a conocer a la persona «amada» tan bien como a uno mismo. O, quizá, sería mejor decir tan poco. Si la experiencia de la otra persona fuera más profunda, si se pudiera experimentar la infinitud de su personalidad, nunca nos resultaría tan familiar -y el milagro de salvar las barreras podría renovarse a diario-. Pero para la mayoría de la gente, su propia persona, tanto como las otras, resulta rápidamente explorada y agotada. Para ellos, la intimidad se establece principalmente a través del contacto sexual. Puesto que experimentan la separatidad de la otra persona fundamentalmente como separatidad física, la unión física significa superar la separatidad. Existen, además, otros factores que para mucha gente significan una superación de la separatidad. Hablar de la propia vida, de las esperanzas y angustias, mostrar los propios aspectos infantiles, establecer un interés común frente al mundo -se consideran formas de salvar la separatidad-. Aun la exhibición de enojo, odio, de la absoluta falta de inhibición, se consideran pruebas de intimidad, y ello puede explicar la atracción pervertida que sienten los integrantes de muchos matrimonios que sólo parecen íntimos cuando están en la cama o cuando dan rienda suelta a su odio y a su rabia recíprocos. Pero la intimidad de este tipo tiende a disminuir cada vez más a medida que transcurre el tiempo. El resultado es que se trata de encontrar amor en la relación con otra persona, con un nuevo desconocido. Este se transforma nuevamente en una persona «íntima», la experiencia de enamorarse vuelve a ser estimulante e intensa, para tornarse otra vez menos y menos intensa, y concluye en el deseo de una nueva conquista, un nuevo amor -siempre con la ilusión de que el nuevo amor será distinto de los anteriores-. El carácter engañoso del deseo sexual contribuye al mantenimiento de tales ilusiones".

"El deseo sexual tiende a la fusión -y no es en modo alguno sólo unpetito físico, el alivio de una tensión penosa-. Pero el deseo sexual puede ser estimulado por la angustia de la soledad, por el deseo de conquistar o de ser conquistado, por la vanidad, por el deseo de herir y aun de destruir, tanto como por el amor. Parecería que cualquier emoción intensa, el amor entre otras, puede estimular y fundirse con el deseo sexual. Como la mayoría de la gente une el deseo sexual a la idea del amor, con facilidad incurre en el error de creer que se ama cuando se desea físicamente. El amor puede inspirar el deseo de la unión sexual; en tal caso, la relación física hállase libre de avidez, del deseo de conquistar o ser conquistado, pero está fundido con la ternura. Si el deseo de unión física no está estimulado por el amor, si el amor erótico no es a la vez fraterno, jamás conduce a la unión salvo en un sentido orgiástico y transitorio. La atracción sexual crea, por un momento, la ilusión de la unión, pero, sin amor, tal «unión» deja a los desconocidos tan separados como antes -a veces los hace avergonzarse el uno del otro, o aun odiarse recíprocamente, porque, cuando la ilusión se desvanece, sienten su separación más agudamente que antes-. La ternura no es en modo alguno, como creía Freud, una sublimación del instinto sexual; es el producto directo del amor fraterno, y existe tanto en las formas físicas del amor, como en las no físicas".

Fragmentos de libro "El arte de amar" de Erich Fromm

Le roi danse (La pasión del Rey)



“La pasión del rey” nos cuenta los primeros veinte años del reinado de Luís XIV. El cómo un joven rey amante y protector de las letras intenta ser un magnífico bailarín demostrando que, a su vez, es quién gobierna Francia.

La película no sólo nos muestra a Loui XIV (Benoît Magimel), sino también el importante papel que tiene la música para éste y para esa expresión artística que busca e intenta inculcar ya sea en la misma corte como en el pueblo. Por ello escoge como a su músico preferido a Lully (Boris Terral), un músico italiano enamorado por entero de todo lo que es y representa el rey, y somos testigos del el ascenso de Giovanni Battista Lully, músico de origen italiano, quien convertido en Jean Bapstiste Lully cambiaría la cara de la música francesa, y obtendría una influencia notable en la manera en que se compone la música en ese país inclusive varios años después de su muerte.

Todo el relato parte desde un largo flash back de un viejo Lully. Los recuerdos van desde un joven Louis XIV y cómo éste al llegar a la adultez se convierte en el soberano absoluto, al mismo tiempo que vemos su atracción por la música y el baile. Por otro lado, vemos la fascinación casi obsesiva que Lully tiene por el rey y por los beneficios que éste le otorga. Entre ambos se establece una relación que a primera vista es fascinante.

La película, además de contarnos todo esto, aprovecha para mostrarnos muchos más detalles históricos y de época que nos impactan visualmente, todo ello unido indefectiblemente por la fuerza expresiva de la música de Lully

Jean Baptiste Lully



Jean Baptiste Lully (Florencia, Italia, 28 de noviembre de 1632 - París, 22 de marzo de 1687) fue un compositor francés de origen italiano, uno de los introductores de la ópera en Francia.

Nació en Italia (su verdadero nombre era Giovanni Battista Lulli). Viajó a Francia con 11 años, pues había llamado la atención del Caballero de Guisa, y en 1652, con 20 años, entró al servicio de Luis XIV como bailarín de ballet y violinista. Más tarde dirigió una de las orquestas reales y en 1662 fue nombrado director musical de la familia real. Sobresalía por entonces como violinista, director y compositor. A los 29 años se había casado con la hija de Michel Lambert, compositor y alto funcionario de la Corte. Cortesano astuto, consiguió mantener el favor real a lo largo de toda su vida, lo que le permitió manejar la suerte de otros compositores franceses. Compuso ballets, como Alcidiane (1658), para la corte, que en ocasiones él mismo interpretaba ante el rey.

En colaboración con el escritor francés Molière (Jean Baptiste Poquelin) compuso una serie de ballets cómicos, como Les fâcheux (1661), Le mariage forcé (1665) y Le bourgeois gentilhomme (1670). Se hizo prácticamente con el monopolio de las artes musicales en Francia y explotó la grandeza y la teatralidad de la corte de Luis XIV. En 1672 consiguió mediante intrigas el puesto de director de la «Académie royale de musique» y a partir de ese momento volcó su atención en la ópera.

El compositor ya había conseguido un título de nobleza y se había hecho con numerosas propiedades en París y en sus alrededores. Sus óperas (a las que denominaba tragédie lyrique) estaban basadas en las tragedias clásicas de sus contemporáneos, los dramaturgos franceses Pierre Corneille y Jean Baptiste Racine. Excepto en Psique (1678), Belerofonte (1679) y Acis y Galatea (1686), su libretista fue el poeta Philippe Quinault.

Desde el punto de vista musical, sus óperas son solemnes y majestuosas, con un énfasis especial en la claridad del texto y las inflexiones de la lengua francesa. Sus elaborados espectáculos de danza y sus coros de gran majestuosidad tienen su raíz en el ballet de cour (ballet cortesano). Las óperas de Lully contrastan con el estilo italiano de ópera de la época, en donde se daba prioridad al lucimiento del cantante. Entre sus obras cabe citar Perseo (1682), Amadís de Gaula (1684) y la ya mencionada Acis y Galatea. La importancia de Lully reside en las mejoras que impuso. En la ópera francesa abandonó el recitativo secco y lo sustituyó por un recitativo con acompañamiento artístico. En los ballets, introdujo danzas más rápidas que las que se interpretaban.

También estableció la forma de obertura francesa. Lully evolucionó desde su fidelidad inicial al estilo de sus compatriotas Luigi Rossi o Francesco Cavalli hasta una perfecta asimilación del estilo y del gusto franceses. Lully dominó toda la vida musical en Francia en la época del Rey Sol. Fue creador de diversas formas musicales, que organizó o ideó, como la «tragédie lyrique», el gran motete y la obertura a la francesa. Su influencia sobre el conjunto de la música europea de su tiempo fue grande. Tras su llegada a Francia en 1643, entró como ayuda de cámara al servicio de Mademoiselle de Montpensier, que deseaba perfeccionar sus conocimientos de la lengua italiana.

A la edad de 13 años, ya manifestó serias dotes para la música, y así aprendió a tocar el violín. Luego se reveló como un excelente bailarín y entró a formar parte de la Grande Bande des Violons du Roi, que se componía de 24 instrumentos. En 1653, Lully bailó con el rey: el Ballet de la Nuit. Obtiene rápidamente la dirección de una nueva formación: La Bande des Petits Violons. Perfecto cortesano y hábil hombre de negocios, muy pronto se convirtió en el primer compositor de la corte, y sus aires y bailes consagraron su reputación. Apoyado por Luis XIV, llegó a ser compositor de cámara y finalmente Superintendente Real de la Música. Naturalizado francés en 1661, se casó algunos meses después con Madeleine Lambert, cuyo padre era el director musical de Mademoiselle de Montpensier.

A partir de 1664, trabajó regularmente con Molière, creando el género de la comedia ballet, sin renunciar por ello a los bailes de cortesanos. Compró a Perrin en 1672 el privilegio de la «Académie royale de musique». Colmado de honores y riquezas, compuso entonces una ópera al año más o menos, sometiendo con su autoridad a todos los compositores dramáticos de su época: Marc-Antoine Charpentier, André Campra, Clérambault. En 1681, Lully alcanzó el cenit de su carrera, al convertirse en secretario del rey.

Murió por una gangrena en París, en 1687, a consecuencia de una herida que se hizo en el pie con su bastón de director de orquesta, una pesada barra de hierro que servía para llevar el compás golpeando el suelo con ella; esto le provocó una infección que acabó lentamente con su vida. La fama de Lully se debe principalmente a su contribución a la música religiosa y escénica.