Liberté, Egalité, Fraternité
Andrzej Wajda se acercó a la Revolución Francesa adaptando una obra teatral de Stanislawa Przybyszewska, pero claramente plantea la situación de Polonia en la década de los años 80. Recordemos la dictadura comunista de general Jaruzelski y su enfrentamiento con el sindicato Solidaridad, y los intentos de aquél para controlar el país con mano de hierro evitando una nueva invasión soviética que frenara cualquier disidencia en el Bloque comunista-Hungría año 56 y Praga año 68 son un triste recordatorio-.
En ese contexto se sitúa este film que nos acerca al terror político del Estado. Un momento de cambios convulsos que afectaron al pueblo francés, y también a destacados protagonistas políticos que serían arrastrados hacia la "igualadora" guillotina.
En septiembre de 1793, el Comité de Salud Pública, instigado por Robespierre, instaura el "Terror". El hambre reaparece y con ella las revueltas. El pueblo es utilizado por los burgueses para conseguir sus objetivos y Wadjad plantea claramente la parálisis de una Revolución agotada. ¿Cómo lo hace? a través de dos personajes que serán victimas de esa misma Revolución que han defendido desde el principio: Dantón, lúcido y desencantado, y que tal vez presintiendo su final, expone vehementemente y con elocuencia la verdad de todo lo que sucede. Enfrente, su adversario político, Robespierre, obsesionado con la virtud y el terror; la negación de la vida. El duelo actoral está servido; sencillamente magistral.
Lo que asombra de esta película es la sensación de ese "Terror", de esa inseguridad por lo que puede suceder y que se genera en acontecimientos históricos que marcan un antes y un después en la historia de nuestra humanidad. No olvidemos que en estos proceso revolucionarios que se han dado en diversos países-Francia, Rusia,etc...- han pasado etapas oscuras marcadas por temor a perder todo lo que se ha conseguido.
Su ambientación está impregnada de una fisicidad que nos impulsa a sumergirnos en esa época histórica; nos inquieta, nos atemoriza, tal vez porque nos hemos introducido tanto en ese concreto momento histórico que ya formamos parte de los acontecimientos.
Y ya sabemos cómo acaba la historia: el rostro desencajado de Robespierre presintiendo que su cabeza también rodará victima de su autoritarismo y ante la duda de haber equivocado el camino revolucionario. Y Dantón acercándose a la guillotina ensangrentada, metáfora de que la revolución de los ideales elevados, de la sociedad igualitaria en derechos, choca con la verdadera realidad dominada por fuerzas más poderosas y oscuras.