Detrás de un Vidrio Oscuro
La reflexión sobre la incomunicación entre Dios y el ser humano, es el tema recurrente en está película que se encuadra en una trilogía fílmica que completan "El silencio" (1962) y "Los comulgantes" (1963). Un mundo plagado de soledad y de preguntas sin respuestas: el vacío en el que se encuentra el hombre ante la existencia de Dios: ¿Existe Dios?, y si no es así, ¿qué sentido tiene nuestra existencia?.
Como estudioso del ser humano, y sus reacciones ante los complejos problemas que le afligen en su caminar por este mundo, Bergman intenta encontrar un sentido a la vida, destruido por el rigorismo protestante (recordemos la relación que tuvo con su implacable padre, pastor protestante con una visión nada vitalista de la existencia).
Cine en estado puro. Imágenes nítidas, con una puesta en escena expresionista, necesario para resaltar el estado de ánimo de los personajes, reunidos en una isla solitaria, metáfora de la soledad hombre en su búsqueda de respuestas. Y por supuesto, las relaciones interpersonales que parten inequívocamente de la mujer, porque recordemos, el universo de Bergman es femenino.
La intimidad de las escenas nos hace participes de la fragilidad de estos seres errantes. La vida de una mujer enferma, incapaz de distinguir lo realidad exterior de la interior, ya que lo sagrado está fuera de la vida real sin poder unirse. Sólo es posible acceder a Dios a través de una mente enferma.
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