sábado, 29 de enero de 2011

PRIMAVERA, VERANO, OTOÑO, INVIERNO... Y PRIMAVERA


El ciclo de la vida por Kim Ki-Duk

Autodidacta, original, con una visión fuera de lo corriente y una manera de entender y sentir el cine que lo hace único. Kim Ki-duk es sin duda uno de los directores más aclamados de los últimos 10 años, su “Primavera, verano, otoño, invierno...y primavera” (2003) es un ejemplo de ello. Con un correcto “no guión” (se trabajo sólo con la sinopsis) y una fotografía excepcional nos enseña que la vida es un ciclo largo y tortuoso que hay que recorrer en solitario. La biografía de Kim Ki-duk resulta cuanto menos curiosa. Hijo de campesinos y sin ningún tipo de estudios, se trasladó a Francia para pintar y visitar algunos amigos. Allí es donde tuvo sus primeras experiencias con el cine y según él: “…vi tres películas…”
Dictador cuando dirige y hombre de ideas claras. Sus personajes son personas perdidas en busca de la paz interior y de su lugar en el mundo; sin duda relacionado con el largo camino que tuvo que seguir Kim Ki-duk hasta encontrar su propia estabilidad. Se dio a conocer internacionalmente para la crítica con “La isla”, (2000). En ella nos dice lo que siempre intenta explicarnos, que sus personajes no necesitan hablar para expresar sus sentimientos; además de la crudeza de las imágenes. Parece ser que hubo algún desmayo cuando se exhibió en el Festival Internacional de Venecia. Si en gran parte de sus primeras obras muestra la dureza de la vida en el extracto más bajo de la sociedad, donde violencia y prostitución (las prostitutas son un tema recurrente en sus películas) son parte esencial: “Domicilio desconocido” (2001), “Mala gente” (2001); es a partir de “Primavera, verano, otoño, invierno...y primavera” la que le dio fama y con la que consiguió dar el salto hasta el espectador y los grandes cines. Hay un cambio de percepción. Ahora los personajes afrontan la vida buscando el lado metafísico, la violencia deja de ser parte de ella y la espiritualidad inunda el ambiente. Los símbolos budistas son parte importante en la vida de los personajes; actúan, se definen y maduran acorde con lo que les rodea. En perfecta armonía. El templo en medio del lago es un ejemplo. Es el refugio del maestro y el monje, el lugar de oración, de paz espiritual y de refugio. Cuando el adolescente sale del templo en busca de la felicidad sólo haya dolor y rencor y vuelve ya adulto en busca de la redención.
Por cierto, el lago Jusan es artificial, de hace 200 años. El templo, sin embargo, fue construido para la película, aunque en un principio se pensó que debía estar en la cima de una montaña. La primavera, el niño y el perro. Representa el inicio de la vida, la honestidad y la ignorancia, pues el niño no discierne entre el bien y el mal y es capaz de infligir daño a otros sin entender su sufrimiento. Pero este conocimiento será el que le ayude a encontrar la calma y la armonía más adelante. El verano, el adolescente y el gallo. Representa la juventud, la lujuria en estado puro, sin control. La bravura y la lucha de todo joven que busca un lugar en el mundo. La toma de las primeras decisiones que afectarán al resto de su vida. Decide salir del templo en busca de la felicidad aunque ello sólo le causará dolor. El otoño, el ser adulto y el gato. Representa al adulto hecho hombre que debe redimir sus pecados. Es un ser independiente y perezoso, lleno de rabia y odio. No lucha por mejorar su paz interior, tan sólo se esconde dejando pasar el tiempo. Tal vez el punto más importante de la vida donde debemos limpiar nuestra alma y superar nuestros miedos para convertimos en seres adultos.
El invierno, el viejo y la serpiente. Representa la inmortalidad y la sabiduría. La serpiente es paciente, abandona la barca cuando el viejo muere como si se reencarnara en él y se refugia en el templo. Protege el templo hasta la vuelta del monje adulto y se queda a su lado para guiarle. La vuelta del monje al templo tras su estancia en la cárcel, es el propio Kim Ki-duk quién caracteriza al personaje, es el inicio de la redención. Ha encontrado el sosiego y ahora debe dejar a un lado esa carga de culpabilidad. El monje atraviesa el lago helado, el bosque y sube hasta la montaña con un buda y una piedra de molino atada a su cadera. Durante ese camino tortuoso y doloroso vuelven a aparecer las imágenes del monje niño y de los animales que él martirizaba colgándoles una piedra. El ciclo esta a punto de cerrarse, consigue subir la montaña y colocar al buda mirando hacía el templo para salvaguardarlo de todo pecado.
Al final de la película aparece una tortuga, símbolo de longevidad que representa la eterna rueda en la que todos giramos. Es el principio y el fin, estabilidad y equilibrio, hemos cumplido un ciclo y nuestra alma descansa sobre un lago en calma. Un nuevo ciclo vuelve a empezar. Parte importante en el transcurso de la película son las puertas. Por cada estación se nos abre la puerta de entrada al lago, inicio de cada una de nuestras historias. Existen puertas dentro del templo sin muros ni paredes, se abren y se cierran con cuidado. Son simbólicas pues es voluntario el pasar a través de ellas y sin embargo son utilizadas por los monjes para pasar de una estancia a otra. La autodisciplina es la educación que conduce a la sabiduría y debe ser voluntaria pues sólo a través de una paz interior se puede alcanzar el nivel más alto.
Hay un momento en el que el joven adolescente pasa a través de los muros invisibles para estar junto a su amante, no puede utilizar la puerta y decide utilizar el camino más corto, es un anticipo de la decisión que está a punto de tomar cuando abandone el templo. La vida en sí es cíclica, se repite una y otra vez, por eso vemos al mismo niño al inicio y al final de la película. No son diferentes son el mismo, somos nosotros que nos repetimos, tomamos decisiones a lo largo de una vida que nos conducen por caminos diversos pero siempre acabamos en el principio de todo. Niño y maestro, maestro y niño son uno mismo, parte del ciclo eterno de la vida que se repite año tras año, estación tras estación. En el cine de Kim Ki-duk ficción y realidad siempre se funden en el plano metafísico para mostrarnos una historia en apariencia simple y de una gran belleza poética que esconde todos los estados del hombre: amor, odio, cólera, celos, etc.

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