El universo es más milagroso de lo que suponías. Todo está planeado tan exquisitamente que en cualquier momento dado todos recibimos de los demás actores de nuestra vida las enseñanzas que necesitamos. Los maestros espirituales enseñaban que todo es uno; que el progreso tuyo es el progreso mío, que tu aflicción es mi aflicción. También decían que todo estaba relacionado, a determinado nivel. El concepto no es fácil de entender, pero explica por qué, cuando nosotros cambiamos, todo cambia a nuestro alrededor.
El cambio mental consiste en pasar de ver un mundo hecho de cosas a ver un mundo de posibilidades, abierto y fundamentalmente hecho de relaciones. Cuando ocurre este cambio fundamental, nuestro sentido de la identidad también cambia y empezamos a aceptarnos mutuamente como seres humanos legítimos.
Después, cuando aceptamos este cambio fundamental, empezamos a vernos como parte del despliegue; también vemos que es prácticamente imposible que nuestras vidas carezcan de significado. Operando en ese estado mental y de ser distintos, llegamos a una sensación muy diferente de lo que implica estar comprometido. Cuando empieza a operar este nuevo tipo de compromiso, hay un flujo a nuestro alrededor. Las cosas parecen ocurrir sin más. Cuando estamos en un estado de compromiso y rendición, empezamos a experimentar lo que a veces se ha dado en llamar «sincronicidad».
La sincronicidad es un principio de conexión no causal, una coincidencia significativa de dos o más sucesos en la que esta implicado algo más que la posibilidad aleatoria. Es la ocurrencia simultánea de unos eventos que corresponden a un mismo sentido, sin que haya entre ellos relación de causa y efecto.
Los acontecimientos sincronizados son una señal de que nos hallamos recorriendo el sendero adecuado, y también nos dicen cuándo no es así; al nivel más profundo, nos demuestran que no somos meros observadores, sino participantes de una red cósmica interconectada.
A veces, yendo de compras, te encuentras por casualidad con alguien con quien necesitabas hablar pero a quien no había manera de encontrar. Ambas partes han sido llevadas a esa tienda de manera «coincidente» al mismo tiempo, y todo ocurre de un modo que está más allá de la mente racional. Puedes tomártelo como una simple coincidencia o puedes reconocer de lo que se trata: de la misteriosa interacción de nuestro poderoso inconsciente en el mundo físico, sobre todo si más tarde recibe otras señales que le indican que hace lo correcto. La sincronicidad es un resultado. Es importante comprender las causas subyacentes de la sincronicidad porque, si no lo hacemos, podríamos intentar producirla de la misma manera que intentamos controlar el resto de nuestra vida. La gente tiene a elevar la sincronicidad a la categoría de una experiencia mágica. Este fenómeno es algo muy terrenal como el agua que fluye ladera abajo debido a la atracción de la gravedad, aunque nadie sabe exactamente cómo funciona la gravedad, podemos observar sus resultados. En el delicioso fluir de esos momentos parece que nos ayudaran unas manos ocultas, el que crea las condiciones para los «milagros predecibles». Si admitimos la idea de la sincronicidad, entonces nuestra vida tiene sentido, todo acontecimiento de ella y toda persona que intervenga obedecen a un sentido y no nos sentimos como víctimas. Mientras nos diferenciemos de los demás es fácil echarles la culpa de lo que nos pasa; si admitimos que estamos conectados, tendremos que asumir más responsabilidades, incluso cara a los demás. Las personas felices y eficaces abrazan este concepto de «unidad». Para ellas todo lo que ocurre contribuye al sentido de su vida. Confían en que las circunstancias se sincronizarán a su favor. Los individuos eficaces no participan de la opinión de que la vida es una lotería.
UN CAMBIO DE PERCEPCIÓN
Al parecer, algunas de estas experiencias se dan cuando una persona cambia su forma de percibir la realidad, cuando su creencia de cómo son las cosas se amplía a nuevas ideas o está a punto de hacerlo. Entonces, es “fácil” que sobrevenga una secuencia de coincidencias externas que “reafirman” el nuevo punto de vista interno, insinuando la existencia de un“elemento unificador” entre el hombre y el mundo que nos rodea.
El cambio mental consiste en pasar de ver un mundo hecho de cosas a ver un mundo de posibilidades, abierto y fundamentalmente hecho de relaciones. Cuando ocurre este cambio fundamental, nuestro sentido de la identidad también cambia y empezamos a aceptarnos mutuamente como seres humanos legítimos.
Después, cuando aceptamos este cambio fundamental, empezamos a vernos como parte del despliegue; también vemos que es prácticamente imposible que nuestras vidas carezcan de significado. Operando en ese estado mental y de ser distintos, llegamos a una sensación muy diferente de lo que implica estar comprometido. Cuando empieza a operar este nuevo tipo de compromiso, hay un flujo a nuestro alrededor. Las cosas parecen ocurrir sin más. Cuando estamos en un estado de compromiso y rendición, empezamos a experimentar lo que a veces se ha dado en llamar «sincronicidad».
La sincronicidad es un principio de conexión no causal, una coincidencia significativa de dos o más sucesos en la que esta implicado algo más que la posibilidad aleatoria. Es la ocurrencia simultánea de unos eventos que corresponden a un mismo sentido, sin que haya entre ellos relación de causa y efecto.
Los acontecimientos sincronizados son una señal de que nos hallamos recorriendo el sendero adecuado, y también nos dicen cuándo no es así; al nivel más profundo, nos demuestran que no somos meros observadores, sino participantes de una red cósmica interconectada.
A veces, yendo de compras, te encuentras por casualidad con alguien con quien necesitabas hablar pero a quien no había manera de encontrar. Ambas partes han sido llevadas a esa tienda de manera «coincidente» al mismo tiempo, y todo ocurre de un modo que está más allá de la mente racional. Puedes tomártelo como una simple coincidencia o puedes reconocer de lo que se trata: de la misteriosa interacción de nuestro poderoso inconsciente en el mundo físico, sobre todo si más tarde recibe otras señales que le indican que hace lo correcto. La sincronicidad es un resultado. Es importante comprender las causas subyacentes de la sincronicidad porque, si no lo hacemos, podríamos intentar producirla de la misma manera que intentamos controlar el resto de nuestra vida. La gente tiene a elevar la sincronicidad a la categoría de una experiencia mágica. Este fenómeno es algo muy terrenal como el agua que fluye ladera abajo debido a la atracción de la gravedad, aunque nadie sabe exactamente cómo funciona la gravedad, podemos observar sus resultados. En el delicioso fluir de esos momentos parece que nos ayudaran unas manos ocultas, el que crea las condiciones para los «milagros predecibles». Si admitimos la idea de la sincronicidad, entonces nuestra vida tiene sentido, todo acontecimiento de ella y toda persona que intervenga obedecen a un sentido y no nos sentimos como víctimas. Mientras nos diferenciemos de los demás es fácil echarles la culpa de lo que nos pasa; si admitimos que estamos conectados, tendremos que asumir más responsabilidades, incluso cara a los demás. Las personas felices y eficaces abrazan este concepto de «unidad». Para ellas todo lo que ocurre contribuye al sentido de su vida. Confían en que las circunstancias se sincronizarán a su favor. Los individuos eficaces no participan de la opinión de que la vida es una lotería.
UN CAMBIO DE PERCEPCIÓN
Al parecer, algunas de estas experiencias se dan cuando una persona cambia su forma de percibir la realidad, cuando su creencia de cómo son las cosas se amplía a nuevas ideas o está a punto de hacerlo. Entonces, es “fácil” que sobrevenga una secuencia de coincidencias externas que “reafirman” el nuevo punto de vista interno, insinuando la existencia de un“elemento unificador” entre el hombre y el mundo que nos rodea.
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