martes, 16 de junio de 2009

Discurso sobre de la dignidad del hombre


  Roma, epifanía de 1487. A sus veintitrés años, Giovanni Pico della Mirandola pretende pretende defender públicamente sus 900 Tesis sobre la concordia de las diferentes religiones y filosofías. Incapaz de encerrarse en la estrechez de una sola doctrina, Pico muestra que la Verdad no es una sino mútiple y anhela una renovación espiritual de la humanidad. Como apoyo a sus tesis, que serán condenadas, ha compuesto un Discurso sobre la dignidad del hombre que llena igualmente de dignidad a la naturaleza. Ni el género humano ni el mundo están caídos: no hay pecado original sino divinidad por todas partes y, en el caso del hombre entera libertad para fraguar su camino. Pico hace decir al artífice del universo:

  Oh, Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni un prerrogativa peculiar  con el fin de que tengas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que conscientemete eligas... Te he puesto en el centro del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él existe. No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo...

  El hombre, microcosmos que recapitula el macrocosmos, no depende ya de Dios sino de sí mismo. En el centro de un universo lleno de proporción y armonía, su libertad no es vana arrogancia, sino responsabilidad cósmica. Pero pronto el hombre habrá perdido su lugar en el cosmos y aquella misma libertad será sentida como angustia (Pascal, Kierkegaarrd), nihilismo (Doctoievsky), absurdo (Kafka, Beckett, Sastre...), desarraigo (Heidergger). Náufrago en un universo sin sentido, cuanto mayor sea su inconfesada desorientación más poder ansiará para sentirse a flote. Si Pico elogiaba la versatilidad de la naturaleza humana, el hombre moderno querrá huir de ella para refugiarse en lo rígido y mecánico. En vez de responsabilidad, desplegará una rebelión cósmica. En vez de concordia, devastación de al Tierra.

Muerte en Venecia



Ésta es la historia del compositor Gustav Von Aschenbach, interpretado por Dirk Bogarde. El protagonista escapa a Venecia, aquejado de una grave enfermedad que anticipa que éste será su último viaje. Dentro de los principales recuerdos que hace presente, está la carga de la muerte de su hija y el posterior fracaso de su matrimonio.

Esta etapa, que será la última de su vida, revive las discusiones filosóficas y artísticas que tiene con su colega (Romolo Valli). Si el arte es puramente una creación basada en los sentidos, entendida como una racionalidad kantiana o si se necesita imprimir en una obra lo que siente el alma, es la gran dicotomía que debe enfrentar Gustav en su estadía en Venecia.

Tanto la novela original como la película constituyen, aparte de los sucesos acontecidos a Gustav durante su estancia en Venecia, una ilustración, oda, alegato y homenaje a la belleza perfecta, pura y plena de la que habla Platón en el Fedro y el Banquete. Gustav se encuentra frente a la belleza inalcanzable, bella por sí misma y reflejo de la verdad Obsesionado con la belleza de Tadzio (Bjørn Andresen), ve en él la perfección de la juventud y cuánto extraña la flor de la vida. Tadzio, su objeto de obsesión, no intercambia palabra alguna con él ya que el sentido de perfección no posee carácter mundano, va más allá. ("Aquél que ha contemplado la belleza está condenado a seducirla o morir").

El título de la novela - La muerte en Venecia (Der Tod in Venedig) de Thomas Mann- plantea una doble lectura: el compositor y su mundo van a morir a Venecia o es la muerte de ese mundo antiguo que se hunde como la ciudad de los canales.

Sobrecogedora, "Muerte en Venecia" mantiene al espectador involucrado de tal manera con el amor platónico que se gesta en aquel distinguido hotel, que se puede sentir la decepción y la vida ya marchita. Un hábil juego de cámaras, el rostro sereno de Tadzio, mediante primeros planos en los que se muestra la belleza en su máxima expresión, contrastados con numerosos enfoques de Gustav lleno de sentimiento, angustia y ensimismado en la tragedia, se puede sentir la historia, es posible sentirse enamorado del amor.

Teniendo como banda sonora música clásica que es la pasión de su protagonista, a lo largo del film se oyen fragmentos de Gustav Mahler, los que dan tiempos adecuados a las imágenes que acompaña. Desde Muerte en Venecia, su director, Luchino Visconti, comienza a utilizar piezas musicales ya existentes y a partir de ellas dar un ritmo a las escenas (al contrario de la mayoría de las películas que crean sus propias piezas musicales).

Este recurso fácilmente reconocible, convierte a esta película en una obra de arte que tiene como directriz precocupaciones existenciales, que la mantienen fresca e incólume al paso del tiempo. Gran guión, es la adaptación de una corta novela alemana, "La Muerte en Venecia" del escritor Thomas Mann. La adaptación son diálogos ricos que Bogarde materializa mediante una brillante actuación y que convierten a Muerte en Venecia, sin lugar a dudas, en una película de culto.



Bab'Aziz, el sabio sufí:la belleza estética de este místico poema visual y sonoro


El esqueleto de este cuento cinematográfico inspirado en la vida de Ebrahim Adham. Sobre un desierto avanzan dos figuras, una niña llamada Ishtar y su anciano abuelo ciego, un sufí llamado Bab'Aziz. Buscan la gran reunión de derviches que tiene lugar cada treinta años en un sitio desconocido al que se llega con fe y escuchando el silencio del desierto. Pero sólo descubre el lugar secreto del encuentro aquel que tiene fé y sabe ver el camino con los ojos del corazón y escuchar con el alma las notas silenciosas que susurra el desierto. En este viaje a través de la inmensidad abrasadora de un mar de dunas se cruzarán con otros viajeros en busca del mismo destino: Osman, que sueña con encontrar el palacio y las doncellas que descubriera un día al caer en un pozo. Zaid, cuyo canto sedujo a una bella mujer que se desvaneció al amanecer. Hussein en busca de su realización espiritual. Y finalmente, el príncipe que abandonó su reino para contemplar su alma y abrazar la pobreza del derviche.

Al ser una película sobre la temática sufi, es interesante poder develar algunas alegorías que existen en la película para poder verla de una forma más completa:

  • Una gacela acompaña a Bab'aziz durante toda la película, siendo el punto de encuentro con la historia del príncipe, quien resulta ser él mismo.
  • Para el sufismo, un "Pastor de Gacelas" es un hombre muy sabio, siendo ésta la segunda alegoría del porqué este animal y no otro.
  • En el poema de las mariposas, tampoco es casual este animal, para el sufismo (al igual que muchas otras tradiciones) la mariposa representa el alma del ser humano.
  • En la tapa de la película, existe un error conceptual de la traducción con respecto a su tapa en inglés, esta frase "to find the beloved one must have faith", fue traducida como "Para encontrar aquello que se ama uno debe tener fe", si bien es correcta en el contexto occidental, la traducción debió haber sido "Para encontrar al Amado uno debe tener fe", ya que en la tradición sufi el amante es el sufi y el amado es Allah.
  • La historia de Osman, el hombre que cae al pozo, y encuentra allí a la mujer mas hermosa, que al final termina siendo una ilusión, representa los aspectos de los nafs (personalidades) que constantemente intentan volver a lo ilusorio, aunque esto signifique ir hasta los más profundo de nuestro engaño (tirarse a profundos pozos de agua).
  • Durante toda la película el personaje Hussein (quien busca al derviche pelirrojo que mató a su hermano) es robado y engañado hasta terminar solamente con un taparrabo por vestimenta (alegóricamente habiendo realizado su "vaciado" de todo lo inútil) termina siendo investido por Bab'aziz como un derviche.

Al preguntar Ishtar a Bab'aziz por donde sería la reunión, éste contesta que sólo hay que caminar (transitar un camino espiritual) y tener fe para llegar a la reunión (con Allah).

Nacer Khemir, a caballo entre su origen tunecino y su formación francesa, intenta lanzar un cabo de socorro a su herencia religiosa islámica para tratar de evidenciar los valores esotéricos del Islam a través del reflejo de la espiritualidad innata del sufismo, verdadero custodio del esoterismo islámico. Nadie duda de la licencia de intentar romper esa perversa identificación sistemática del Islam con el extremismo religioso, si bien recurrir a la tradición sufí puede resultar tan extemporáneo e iluso como que el cristianismo haga lo propio con la tradición de nuestros grandes místicos, raíz gnóstica no menos desdeñable pero a día de hoy cercenada por la ignorancia de una religión que ha devenido hueca.

Transcendiendo no obstante la reivindicación política, la cinta recupera y expone a través de una vía iniciática tan ancestral y evocadora como el cuento, una serie de valores universales, inherentes a toda pretensión humanista.


Y en este mundo de sordos de corazón, en el que sólo nos oímos a nosotros mismos, especialmente valiosa resulta su reflexión sobre el concepto de escucha como elemento ineludible del respeto y consideración al prójimo, primer peldaño del amor.

Así en un marco de notas tan básicas, esenciales y puras como las que cobija la inmensidad desnuda del desierto, libre éste de vanalidades, el viaje y el cuento, trascendiendo el tiempo y el espacio, nos llevan de la mano a explorar la riqueza del mundo árabe-musulmán más allá de los prejuicios y caricaturas tendenciosamente alimentadas por los autoproclamados adalides occidentales del bien.

En definitiva una obra para el espíritu, fascinantemente bella, contemplativa, laberíntica y conciliadora, que nos propone un viaje a los terrenos del corazón y del amor, hable éste en cualquiera de sus manifestaciones. Dice el proverbio sufí “Hay tantas maneras de llegar a Dios como seres humanos sobre la Tierra