miércoles, 29 de octubre de 2008

LOS DUELISTAS

Keith Carradine y Harvey Keitel protagonizan esta soberbia película sobre dos oficiales del ejército de Napoleón, violentamente enfrentados el uno contra el otro en una serie de duelos salvajes. Los duelos comienzan como reacción ante un pequeño incidente, pero van alcanzando proporciones insospechadas en las vidas de ambos hombres durante un período de 15 años. Basada en la historia de Joseph Conrad, "Los duelistas" explora temas como la obsesión, el honor y la violencia. Este film visualmente impresionante desarrolla una historia convincente e intensa que culmina en un final inesperado. La película fue galardonada en el Festival de Cannes de 1977 con el premio a la “Mejor Ópera Prima”.


La historia se centra a principios del siglo XIX en Francia durante las guerras napoleónicas, donde los dos protagonistas, miembros del ejercito francés, D’Hubert (Keith Carradine) y Feraud (Harvey Keitel), comienzan una rivalidad absurda por un motivo no muy claro y la continuan por uno aun menos claro durante 15 años. D’Hubert es enviado a detener a Feraud por matar en duelo a un importante aristócrata, y Feraud le molesta enormemente. El caso es que éste acaba retando en duelo a D’Hubert y aquí comienza la sucesión de duelos que acontecerá a lo largo de los años, donde los escenarios y personajes cambian pero no la bravuconería de Feraud y la “caballerosidad” de D’Hubert en aceptar los duelos del primero. Una bella lucha entre dos mundos antagónicos, el reflexivo pero pasivo, representado por D’Hubert, y el impulsivo pero activo Feraud. La plasticidad y belleza de la película su estética es absorbente . Utilizando una fotografía e iluminación muy parecida a Barry Lyndon de Stanley Kubrick, la camara de Ridley Scott en exteriores capta todos los matices de la campiña francesa y te sumerge en ese periodo histórico perfectamente. Y las escenas en interior son también como cuadros de Vermeer, con iluminación natura.

Frases de Nikos Kazantzakis


¡Qué extraña máquina es el hombre!, usted le mete pan, vino, pescado y rábanos, y salen suspiros, risas y sueños.

No espero nada. No temo nada. Soy libre.

Hemos visto el círculo más elevado de poderes en espiral. Le hemos puesto de nombre a este círculo Dios. Podríamos haberle puesto cualquier otro nombre que quisiéramos: abismo, misterio, oscuridad absoluta, luz absoluta, materia, espíritu, esperanza última, desesperanza última, silencio. Pero no olvidar jamás, somos nosotros quienes le ponemos el nombre.

Las puertas del cielo y el infierno son adyacentes e idénticas.

Hay una sola mujer en el mundo. Una mujer, con muchos rostros.

La belleza es despiadada. No la mirás vos, te mira ella y no perdona.

Una vez más comprendí hasta qué punto la felicidad terrena está hecha a la medida del hombre. No es un ave rara a la que debemos perseguir un momento en el cielo y al siguiente en nuestra mente. La felicidad es un ave doméstica que se encuentra en el patio de nuestra propia casa.

Todo en el mundo tiene un significado oculto.

Para triunfar, primero debemos creer que podemos.

Qué difícil, qué extremadamente difícil para el alma separarse de su cuerpo el mundo: de montañas, mares, ciudades, gente. El alma es un pulpo y ésos son sus tentáculos... Ninguna fuerza sobre la tierra es tan imperialista como el alma humana. Ocupa y a su vez es ocupada, pero siempre considera demasiado estrecho su imperio. Sofocándose, desea conquistar el mundo para respirar libremente.

Las personas necesitan un poco de locura, de otro modo nunca se atreven a cortar la soga y liberarse.

Todos estos días actuaron con responsabilidad y seriedad sobre la cuestión.