martes, 30 de agosto de 2011

LA CONDENA (1988)


BELA TARR, UN FILÓSOFO TRAS LA CÁMARA

Según el director “después del Antiguo Testamento no hay historias nuevas (…) por lo tanto, el argumento es sólo una parte de la película junto a otros elementos como el tempo, el ritmo, los sonidos, la música (…) la gran cuestión es cómo se plasma la historia”. Las películas de Bela Tarr tienen mucha enjundia y es un interesante ejercicio profundizar en el microcosmos de estas almas errante. Hay que ir más allá de los fascinantes planos secuencia (a veces asocio las películas de este director a los cuadros del pintor Chirico; sobre todo evoco su período metafísico con imágenes y atmósferas desoladoras y las asimilo a las escenas minimalistas y oníricas de las películas de B. Tarr). Sí, se ha escrito mucho sobre su puesta en escena en todas su películas, sus planos secuencia, su luz y su contraluz, el tiempo y el espacio, su sentido marcadamente narrativo, etc.... Todo ello sirve a un fin, crear esa melancolía que se aprecia en el film pero sin caer en contenidos simbólicos (para Bela Tarr "sólo se puede registrar las cosas reales").

"La condena", al igual que sus realizaciones posteriores, profundiza claramente en la condición humana. En esta historia nos muestra a un personaje solitario, taciturno y de alma plomiza como el cielo que aparece en al película. Y ahí reside el mundo del director Húngaro: fascinado por la forma estética pero mostrándonos unos seres que cargan una culpa por el simple hecho de ser humanos; infinita tristeza en un mundo sin sentido. Todo ello contado con una belleza estilizada y arrebatadora donde la música, las condiciones climáticas, el sonido, hasta los hieráticos edificios, nos transmiten el estado de ánimo de cada personaje.

El fluir de la existencia, los amores no correspondidos, los anhelos, los fracasos vitales marca todo el film; para muestra un botón: “Créeme, no hay nada como encontrarse mutuamente cuando hay música que reconforta el corazón. Dos manos que se cogen, un pie siente donde pisará el otro. Y le sigue, sin importar dónde le guíe el otro. Porque se cree que cada giro y vaivén será como volar a partir de ahora. Quién sabe. Quizá es volar.”

¿No es el deseo de todos nosotros por lo menos una vez en la vida?


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