DUDA
Estoy solo en esta tarde silenciosa
Y sólo pienso en ti, en ti.
Tomo un libro y te descubro en cada página
Vago en ti ebrio y perturbado.
Me dejo caer sobre la cama
La almohada me quema...no, no puedo dormir, sólo esperar.
Inseguro, me acerco a la ventana.
Contemplo la luna y la humeante pradera.
En un rincón del huerto me dijiste "sí"
Y ese "sí" me ha acompañado toda la vida.
De pronto caigo en cuenta
Que siempre fuiste indómita.
Que ese "sí", ese estremecimiento tuyo allá en el huerto,
Esos besos fueron tan sólo un delirio en la primavera y el sueño.
EL FOLLAJE DEL SAUCE ENNEGRECIÓ...
El follaje del sauce ennegreció,
Los grajos se erizaron suavemente,
En el valle del cielo azul-azul
Las nubes pastaron como ovejas.
Y tú, con timidez en la mirada,
Me dijiste: "Estoy enamorada",
Alrededor la hierba se parecía
Al mar después del mediodía.
Yo acaricié el mensaje del verano,
La sombra de la hierba en tus mejillas,
La perfumada fiesta de la luz
Sobre tus bronceados rizos.
Entonces me pareciste tan deseada
Como un país fantástico,
Un territorio promisorio
En vino, entusiasmos y canciones.
EL SEXTO SENTIDO
Maravilloso tener vino enamorado,
Y pan amoroso en el horno para nosotros,
Y una mujer, extenuada, a quien
Le ha sido dado deleitarnos.
Qué podemos hacer con esta aurora rosada
Que cobija los cielos helados,
Donde reina el silencio y el sosiego celeste,
¿Qué podemos hacer con tantos versos ineludibles?
Ni comer, ni beber, ni besar.
El instante vuela incontenible,
Y aunque nos esforcemos
Estamos condenados a pasar sin detenernos.
Somos como el niño que olvidando sus juegos
Espía, a veces el baño de las muchachas
Y sin saber nada acerca del amor
Se atormenta con tantos deseos misteriosos.
Como otrora en los bosques tupidos
Criaturas huidizas, bramando de impotencia,
Presentían sobre sus hombros
Las alas que aún no salían.
De igual manera, siglo tras siglo,
Bajo el escalpelo de la naturaleza y el arte,
grita nuestro espíritu, desfallece la carne,
Originando el órgano del sexto sentido.
EL TELÉFONO
Una voz femenina en el teléfono
Se escucha inesperada y audaz.
Cuánta dulce armonía hay
En esa voz sin cuerpo
La Suerte en su transcurrir benévolo
No siempre pasa de largo:
El sonido del laúd del serafín
Es como tu voz en el teléfono.
ELLA
Yo conozco una mujer: el silencio,
El cansancio amargo de las palabras,
Vive en el centelleo furtivo
De sus pupilas dilatadas.
Su alma ansiosa está abierta
A la música metálica del verso.
Ante la vida lejana y placentera
Es sorda y altiva.
Sus pasos son extraños,
Lentos e inaudibles,
No se puede decir que sea bella
Pero en ella encuentro mi felicidad.
Cuando necesito fortaleza
Valiente y orgulloso la busco
Para aprender de su tierna sabiduría
Con todo delirio y languidez.
Ella es luz en las horas inciertas
Sostén cuando todo parece perdido
y sus sueños exactos son como sombras
Sobre la arena ardiente del paraíso.
LA LLUVIA
A través de los vidrios en la lluvia
El mundo se antoja abigarrado;
Al mirarlo poblado de colores
Todo en él me pertenece.
El verde se vuelve siniestro
Como si se hubiera sulfatado
Un matorral de rosas rojas
En él se ha dibujado.
Las gotas caen mesuradas en los charcos
y musitan sus propias canciones
Como cuando cantan las mujeres
Con voz apresurada por las tardes.
¡Gloria al cielo que anuncian las lluvias!
En este río de la primavera
Se mezclan en el agua turbia
Los peces y los troncos silvestres.
En las honduras vanas de los molinos mágicos
Se escucha el relincho de potros frenéticos
Y el alma, el más aciago de todos los cautivos,
Se torna libre y vuela.