miércoles, 7 de julio de 2010

L'Eraclito Amoroso de Barbara Strozzi

George Steiner, uno de los críticos literarios y analistas del arte y de la cultura más relevantes del siglo XX, que fue reconocido recientemente con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, dice en su obra Errata: el examen de una vida:

Vivir la música”, como la humanidad ha hecho desde sus comienzos, es habitar en un ámbito que, por su propia esencia, nos resulta extraño. Y, sin embargo, es precisamente este ámbito el que ejerce sobre nosotros “una soberanía muy superior a la de cualquier otro arte” (Valéry). Es la música la que puede invadir y regir la psique humana con una fuerza de penetración comparable, tal vez, solo a la de los narcóticos o a la del trance referido por los chamanes, los santos y los místicos. La música puede volvernos locos y puede curar la mente enferma. Si puede ser “el alimento del amor”, también puede abastecer los banquetes del odio. (...)

El fragor de un coro de voces provocan un sentimiento incomparable de comunidad fraternal; propician la oración colectiva y la meditación, paradójicamente acallada por su propio volumen. Pero cuando están ligadas a un himno nacional o guerrillero, al martilleo de una marcha militar, las mismas prácticas corales, en una clave idéntica, pueden desatar la disciplina ciega, la manía tribal y la furia colectiva. Un “solo” que se alza en la oscuridad o en la quietud de la mañana puede transmutar el espacio, la densidad, el curso del mundo. No es únicamente la “música barata”, la cancioncilla facilona del cantante melódico, la melodía basura de la guitarra eléctrica, lo que nos rompe el corazón: es un lamento de Monteverdi, son los oboes en una cantata de Bach, es una balada de Chopin.

Se trata, por lo tanto, de acostumbrar a nuestros sentidos a saber captar la belleza. Para Santo Tomás de Aquino bello es aquello cuya contemplación nos complace. Pero hay que detenerse y contemplar, porque la poesía, la belleza, existen en lo que nos rodea, pero no sabemos apreciarla; y sin embargo, la felicidad consiste en conocer, en saber mirar y también escuchar.

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